Al otro día, después de aquella conversación,
me encontraba en la biblioteca robándome una carta náutica
que venía dentro de un deshojado National Geographic. Recuerdo que
me la metí dentro de los calzoncillos evadiendo así el detector
electrónico. Llegué a casa con mi botín. La abrí
y, asustado por su contenido, la volví a doblar, escondiéndola
en mi escritorio. El aprendizaje de la carta me habría de tomar
casi tres semanas. Cuando le dije a abuela que me la sabía al dedillo,
fue a su cuarto y rápidamente se puso su vestido de gala. Iba en
dirección al mall, donde compró dos vestidos de noche, un
parasol floreado y siete grabadoras, estilo "ghetto blasters". Me mostró
los vestidos explicándome que el morado era para Sylvia, que no
podía llegar con las manos vacías.
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