Las víctimas del general
Silvia Vera
48 años. Esposa de Alfredo García. Desaparecido en 1975. Compañera de José Carrasco. Asesinado en 1986.

El 18 de enero de 1975, Alfredo García fue detenido. Su cuerpo nunca fue entregado. Mientras lo buscaba, Silvia conoció a José Carrasco, también encarcelado y torturado. Se enamoraron y vivieron juntos fuera de Chile hasta su regreso en 1984. Carrasco, periodista del semanario Análisis, de oposición al régimen, fue secuestrado delante de su familia. Le mataron la misma noche del atentado a Pinochet (el 7 de septiembre de 1986). Su cuerpo apareció en un vertedero con 13 disparos en la cabeza en forma de corona.

Mi hijo tenía 18 días cuando Alfredo desapareció. Nunca he querido tener más hijos. Busqué a mi marido acompañada de mi hijo recién nacido. Cada tres horas le daba el pecho y continuaba la búsqueda. No podía ni tomarme un Valium. Conocí a José Carrasco (Pepe) buscando a Alfredo. Estaba encarcelado. Su compañera sentimental había muerto. Era tanta mi soledad. Decidimos irnos a Venezuela. Mi suegra me decía que si volvía Alfredo no me lo iba a perdonar. Me aferré a la vida a través de Pepe. Estaba obsesionado con que mi hijo tuviera un padre. Volvimos a Chile en 1984 y vivimos con los otros dos hijos de Pepe. Siempre pensé que lo matarían en la calle en un falso enfrentamiento. Un día llegó muy tarde. Yo estaba muy nerviosa y él me preguntó: ‘¿Pensaste que me habían matado?’. ‘A mí nunca me van a matar’, me dijo. En agosto de 1986 fue amenazado de muerte y se fue a Argentina. Regresó dos días antes del atentado. El domingo 7 de septiembre de 1986 lo pasamos en casa porque yo estaba enferma. De repente, los niños anunciaron: ‘Papá, atentaron contra Pinochet’. Pepe estaba preocupado por cambiar la portada de la revista Análisis que salía al día siguiente. Habló con el director. Buscaron alternativas. Cuando había jornadas de paro no dormíamos en casa por seguridad. Siempre había estado preocupada y ese día no sentí nada especial. A las once de la noche, un periodista amigo que vivía en el cuarto piso bajó a nuestra casa. Le preguntó a Pepe si se iba a quedar. ‘Es tarde, la Silvia está enferma’. A las cinco y media llegó el grupo armado. Oímos: ‘Policía. José Carrasco’. Golpearon la puerta hasta que la tiraron. Lo encañonaron. Se estaba poniendo los zapatos. Le dijeron: ‘No los va a necesitar’. Tuve que reconocer su cadáver destrozado. Pero sé que está muerto. No así Alfredo, que desapareció tan joven. La llegada de Pinochet al Senado es inaceptable, es como El otoño del patriarca”.