El País Digital
Lunes
23 marzo
1998 - Nº 689

Urralburu, pionero de Roldán en Suiza

Juicio al ex presidente navarro y al titular de Obras Públicas, que hicieron una fortuna ilegal de 730 millones

JOSÉ MARÍA IRUJO
Álvaro y David, los botones portugueses del hotel Beau Rivage, envueltos en sus aparatosas capas grises, abrieron la puerta y cargaron con las maletas de Gabriel Urralburu, el presidente del Gobierno de Navarra, y de Antonio Aragón, su consejero de Obras Públicas. Era el 25 de abril de 1988. En menos de 24 horas, el secretario general de los socialistas navarros había pasado de visitar una residencia de ancianos en Tudela y homenajear a Francisco Álava, el presidente de su partido muerto en accidente de tráfico, a envolverse en el albornoz blanco que este lujoso hotel pone a disposición de sus clientes.

El día anterior, Aldo Giacomello, el erguido y hierático jefe de recepcionistas, había recibido impasible a otros dos ciudadanos españoles: Luis Roldán Ibáñez, director general de la Guardia Civil, y Jorge Esparza Martín, director comercial de Huarte. El primero le presentó un pasaporte diplomático. Viajes Ecuador había ordenado la reserva para los cuatro, y el discreto y elegante recepcionista italiano les asignó las habitaciones 207, 208, 303 y 310. Todas con vistas al lago Leman, donde hace su entrada el Ródano.

Richard Wagner, los reyes Ludovico II de Baviera, Faruk de Egipto, Hailé Selassié y Elizabeth de Austria, entre otros muchos, disfrutaron de la misma panorámica desde los apartamentos privados de este hotel de cinco estrellas. Eran clientes habituales del establecimiento elegido por el clan Roldán para organizar su refugio en Suiza, un país buscado por Esparza para ocultar el botín que estaban acumulando a golpe de comisiones ilegales de obras.

La hora de la verdad

Esa fortuna que, entre todos, superaría en los siguientes siete años los 3.200 millones de pesetas, y cuya obtención ilegítima ha llevado ahora a la cárcel a Roldán, condenado a 28 años, amenaza con arrastrar hasta prisión a los demás miembros del clan. El próximo miércoles, cuando se cumplan diez años de este viaje a Ginebra, Urralburu y Aragón serán juzgados en la Audiencia Provincial de Pamplona por delitos de cohecho continuado y contra la Hacienda Pública.

El fiscal Javier Muñoz les pide una condena de 11 años de cárcel. Con ellos se sentarán en el banquillo sus esposas, Olivia Balda y Ana Isabel Romero, así como Esparza, condenado ya a nueve años de cárcel, y Roldán. El informe que expondrán ante el tribunal Luis Crespo Morentín y Javier Zabaleta Zúñiga, peritos de la Hacienda Foral Navarra (ver cuadro en la página 14), es demoledor. Acredita que entre Urralburu y Aragón obtuvieron ilegalmente, al menos, 730 millones de pesetas. Que cobraron talones millonarios de cinco constructoras diferentes.

Urralburu, hijo de un pastor de la localidad navarra de Ezcároz, no tuvo tiempo para visitar el monumento a la emperatriz Sisí, asesinada en 1898 por un anarquista italiano a escasos metros del Beau Rivage. Aquel viaje relámpago a Ginebra le condujo, junto a sus otros tres acompañantes, hasta el número 96-98 de la calle Rhone, sede del American Express Bank, antiguo nombre del actual Union Bancaire Privée, uno de los bancos de inversiones más conocidos de la ciudad. Allí, de la mano de Esparza, un cliente de «primera calidad», según le define la dirección de la entidad, todo el grupo abrió cuentas con números correlativos.

Este viaje a la capital suiza y la enigmática noche en el Beau Rivage, el buque insignia de la hostelería suiza, construido en 1865 y propiedad de la familia Mayer, unió para siempre a los cuatro miembros de un clan organizado para obtener pingües beneficios personales. Los papeles de cada cual quedaron perfectamente repartidos. A partir de entonces, el grupo iba a funcionar como un reloj suizo: silencioso, frío y seguro. Sin averías ni contratiempos.

Roldán, Urralburu y Aragón, altos funcionarios de la administración socialista, utilizarían su poder político para otorgar a dedo decenas de miles de millones en obra pública. El primero, desde la Guardia Civil; y los otros dos, desde el Gobierno de Navarra. Esparza, director comercial de Huarte y experto conocedor del sector, se encargaría de pedir y camuflar las mordidas con la ayuda de varias empresas fantasma que emitían facturas falsas; y Jorge Prieto Pardina, director de una sucursal del BBV en Madrid, se ocuparía de cambiar y entrecruzar, de forma diabólica, más de 2.000 talones, cuyo origen eran ocho importantes constructoras.

La flor y nata del empresariado español: Huarte, Agromán, Obrascón, Lain, Cubiertas y MZOV, Fomento de Obras y Construcciones, entre otras, se rindieron al encanto de Jorge Esparza, el auténtico cerebro y testaferro del grupo, y aceptaron encantados el pago del cinco por ciento de comisión ilegal por cada obra que el ejecutivo de Huarte les conseguía. Para los presidentes y consejeros de estas empresas cualquier medio valía con tal de obtener obra pública.

Del púlpito a la política

Pero aquel viaje a Suiza no era el primer contacto de Urralburu con el citado país. El ex sacerdote, que dejó la sotana por la política y, a los 22 años, fundó con otras ocho personas la Federación Socialista de Navarra, tenía desde el año anterior su propia cuenta corriente en Ginebra. Era el pionero del grupo.

De la mano de Esparza había sido el primero en abrirla. Antes que Luis Roldán y antes que su consejero Antonio Aragón. Durante el año 1987, el director comercial de Huarte y el presidente del Gobierno de Navarra compartieron la cuenta 700357 BFE. Así se desprende de los documentos bancarios.

Quien pocos años antes era un muchacho rubio, de largas melenas y vaqueros, que tocaba la guitarra en las escaleras de las parroquias de La Chantrea o Echavacoiz, barrios obreros de Pamplona, mientras Víctor Manuel Arbeloa, su mentor político, celebraba misa, había pasado a engrosar la escogida lista de españoles que ocultan su fortuna en Suiza. Nadie se lo habría imaginado. Protegido de Carlos Solchaga, su paisano de Tafalla y entonces ministro de Economía, el joven presidente del Gobierno de Navarra había renunciado de un plumazo a su comprometida juventud.

Un plumazo en el contrato bancario del American Express Bank, que firmó sin que le temblara el pulso. Y en el que el entonces presidente de los navarros se identificó como profesor. En la fotocopia de su pasaporte entregada a la dirección del banco se presentaba, en cambio, como administrativo. Al año siguiente, el mismo día en que todo el clan durmió en las decadentes habitaciones del Beau Rivage, Roldán se identificó como «guardia civil» al abrir la suya.

Urralburu fue también el pionero del grupo en crear su sociedad patrimonial, una estructura secreta para camuflar los bienes que estaba obteniendo del pingüe negocio de las comisiones de obras. Lo hizo también antes que Roldán y que Aragón. Una vez más, Jorge Esparza fue el impulsor de la iniciativa. La llamó Residencial Menorquina e inició su actividad el 18 de diciembre de 1989, dos meses antes de que naciera Europe Capital, la sociedad del director de la Guardia Civil.

Los fundadores y accionistas de Residencial Menorquina fueron la esposa del ex presidente navarro, Olivia Balda, su cuñado Luis Miguel y Jorge Esparza. El capital social, diez millones de pesetas, y la sede social, un antiguo domicilio madrileño del ejecutivo de Huarte en el que se agruparon todas las sociedades de los miembros del clan. Y a nombre de esta sociedad el matrimonio Urralburu escrituró su chalé en Menorca, una casa levantada en una finca de 4.000 metros cuadrados en la urbanización Binisafúa, término de San Luis.

El presidente del Gobierno de Navarra no ocultó a nadie la compra de su chalé. El Diario de Navarra, el periódico de mayor difusión de la comunidad foral, informó puntualmente de la compra y del veraneo del matrimonio en la isla. Todo el mundo creía que el inmueble procedía de las dos gasolineras que el padre de Olivia había repartido entre sus hijos. Nadie sospechaba. La imagen de Urralburu, incluso entre sus adversarios políticos, era irreprochable. Pero entre las paredes de este chalé, que escrituró en 21 millones y en el que invirtió 67, se esconden secretos inconfesables. Los peritos judiciales aseguran que el precio real del inmueble fue 37,5 millones de pesetas y que 28 de ellos fueron pagados por el matrimonio Urralburu con talones de la constructora Obrascón.

La reforma del chalé, comprado a una ciudadana alemana, la llevó a cabo el constructor menorquín Pedro Goñalons, que, según su declaración, cobró otros 24,9 millones. Los peritos han detectado que estas obras se abonaron con talones de Cubiertas y MZOV y de Huarte. La piscina, encargada por Olivia a la empresa Piscinas Menorquinas, costó dos millones de pesetas que el presidente de los navarros abonó con un cheque de Cubiertas; y el acondicionamiento del jardín, otros 2,9 millones de los que no existen facturas.

Rastreo inmobiliario

El chalé de Menorca de los Urralburu es sólo un ejemplo. En el resto de sus propiedades han aparecido rastros similares. Los otros dos chalés que compraron en Rota (Cádiz) por 35,1 millones fueron pagados con cheques de Obrascón; el piso en Madrid lo escrituró a nombre de su sobrino Luis Zubialde Urralburu; la reserva de otro piso en Sevilla se abonó con talones de Obrascón; una plaza de garaje en Pamplona, con fondos de Cubiertas y MZOV; en la galería de arte de Olivia invirtieron ocho millones de dinero negro; y los supuestos préstamos familiares, a juicio de los peritos, son falsos. El rastreo de las propiedades de Aragón conduce a idénticos orígenes.

¿Se atreverá el ex presidente del Gobierno de Navarra a declarar en el juicio que comienza el miércoles que estas comisiones las cobraba para el partido? Roldán lo hizo en su vista, y no le sirvió de nada. El estudio de sus cuentas suizas demostró también que, durante ocho años, sólo gastó dinero para su disfrute personal. Al igual que el ex director general de la Guardia Civil, Urralburu ha perdido credibilidad, un activo que le sobraba antes de que se descubriera la existencia del clan.

Felipe González, en la última entrevista que concedió como presidente, aseguró que se «habría dejado atravesar con un cuchillo» antes de pensar que el secretario de los socialistas navarros estaba involucrado en el cobro de comisiones ilegales.

Urralburu, conocedor de sus propios valores, se empecinó en negar lo evidente. En la última semana de noviembre de 1993, pocos días después de estallar el caso Roldán, Urralburu atendió la llamada de este periodista. Era la primera vez que escuchaba está pregunta: ¿Qué hace Esparza, director comercial de Huarte, asociado a su mujer en la sociedad Residencial Menorquina? Y respondió así: «Te doy mi palabra de honor de que todo ha sido una increíble casualidad». Después de colgar el teléfono se apresuró a remitir una carta a su banco suizo en la que ordenó que cesara Esparza como apoderado de su cuenta. Y, semanas después, él y Aragón intentaron vender sus sociedades patrimoniales y trasladaron su botín de 409 millones a otra entidad ginebrina, la BDS Financiere.

Meses después, cuando afloraron sus cuentas suizas y presentó su dimisión como secretario de los socialistas navarros, dijo: «Jamás he estado en Suiza. Ni yo personalmente ni el PSOE de Navarra hemos abierto ninguna cuenta allí». «Nada ilegal me es imputable, ni a mí ni a mi familia», insistió a EL PAÍS en junio de 1994. A diferencia de la de Roldán, parte de su fortuna suiza ha sido embargada. Pero durante los meses en los que gozó del beneficio de la duda pudo salvar algo de su patrimonio. Los 200 millones acumulados en Suiza a nombre de María Teresa Arcos, esposa de Javier Otano, su sucesor socialista en la presidencia del Gobierno de Navarra, han desaparecido.

Otro enigma sin resolver es el de los veintiún talones de la Siemens que los dos ex dirigentes socialistas navarros tenían en sus cuentas suizas. El fiscal y los peritos coinciden en la misma teoría: fue un cambiazo de Jorge Esparza con los auténticos comisionistas del AVE. Dinero en metálico de las comisiones de obras a cambio de talones de origen desconocido. Por supuesto, con un beneficio añadido para el comprador de los talones. Y Esparza los repartió entre los miembros del clan «contaminando» todas sus cuentas.

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