El País Digital
Miércoles
10 diciembre
1997 - Nº 586

Cabrera Infante reitera su fe «en la capacidad regenerativa de las palabras»

Para el autor cubano el Cervantes significa «el encuentro con la gran literatura española»

FIETTA JARQUE, Madrid
El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, de 68 años, fue galardonado ayer con el Premio Miguel de Cervantes 1997, el más importante de las letras españolas, dotado con 15 millones de pesetas. Cabrera Infante ganó notoriedad en 1964 con Tres tristes tigres y es autor de una amplia obra literaria, novelas, cuentos y ensayos en los que, jugando con el lenguaje, recrea su pasión por La Habana. Exiliado en Londres desde 1965, nunca dejó de pensar en su país, y hoy es uno de los grandes fustigadores del régimen castrista.


Guillermo Cabrera Infante
(B. Pérez)
A Guillermo Cabrera Infante le costaba creer al principio que le hubieran dado el Cervantes. «Como autor de muchas bromas pesadas, temía que esta vez me hicieran la broma a mí», reconoció. Pero la satisfacción por el premio no tardó en salir a relucir. «Para mí es un gran reconocimiento, donde antes apenas se me había reconocido», afirmó desde su casa en Londres. «Después de haber sido una especie de candidato perenne para este premio, significa para mí el encuentro con la gran literatura española, la que parte desde el propio Cervantes hasta nuestros días». Otro candidato perenne al Cervantes, el Nobel Gabriel García Márquez, renunció un día antes a la posibilidad de que se le concediera el galardón.

Lo cierto es que, a pesar de ser uno de los autores hispanoamericanos más reconocidos, a Cabrera Infante no se le han otorgado muchos premios. «Gané el Biblioteca Breve, de Seix Barral, en 1964, y, curiosamente, Vargas Llosa estaba entonces en el jurado. Me han dicho que también ha estado en éste, con lo que de alguna manera parece haberse convertido en algo cíclico».

Coincidencias

Pero en Cabrera Infante este tipo de coincidencias parecen obra de un destino que juega con él, de la misma forma en que él juega con el lenguaje. «Lo que siempre me ha interesado del lenguaje son las posibles combinaciones y la enorme capacidad regenerativa de las palabras. Estoy envuelto en un juego permanente con el lenguaje, eso es lo que evita que me muera de aburrimiento ante la máquina de escribir», confiesa.

El juego que sostiene el nuevo premio Cervantes con las palabras es ya muy largo y fructífero. «En 1947 escribí mi primer cuento», recordaba ayer. «De modo que este año se cumplen mis bodas de oro con la literatura. No creo que el jurado del Cervantes haya sabido esto, pero para mí tiene un significado especial que me lo hayan dado justo este año».

Las ficciones de Cabrera Infante, además de su particular relación con las palabras, tienen otras dos grandes referencias obligadas: La Habana y el cine. «El cine es el gran narrador de nuestro siglo, el cine es incluso mejor narrador que la novela», afirma. Cine o sardina, el más reciente libro publicado por Cabrera Infante, reúne sus textos sobre cine escritos desde Londres. «Es la crónica de 30 años del cine que he vivido y creo que con él he agotado el tema». Sin embargo, el autor de Un oficio del siglo XX se confiesa seducido más por las estrellas del celuloide que por el propio género. «Los actores y actrices son los que cambian las películas. Un tranvía llamado deseo sin Marlon Brando o Con la muerte en los talones sin Cary Grant son inimaginables».

Respecto a La Habana, pese a más de tres décadas de exilio, sigue siendo una dolorosa referencia. La literatura de Cabrera está impregnada de ese sentimiento, entre la cólera y la nostalgia. «No es que me haya negado a dejar ese conflicto de lado, pese a 32 años de exilio», decía ayer. «Es el conflicto el que nunca me ha dejado de lado a mí. No se trata de una posición política, es sobre todo una cuestión moral», subraya.

El jurado del Premio Cervantes 1997 estuvo constituido por Fernando Lázaro Carreter, Luis Pastori, Mario Vargas Llosa, Victorino Polo García, Francisco Ayala, Camilo José Cela, Jesús Ferrero y Ángel Sánchez Harguindey. Actuó como secretario, sin voto, Fernando Rodríguez Lafuente, director general del Libro.

Historia de la Isla Total

ROSA PEREDA, Madrid
La aparición de Tres tristes tigres (Seix Barral, 1967), hace ya 30 años, fue una señal urgente y significativa de lo que iba a ser, ya era, toda una literatura. Conversación, erotismo, música, humor, cine, y esa difícil y a un tiempo lúdica gestación que no ha dejado de hacer de la literatura de Cabrera Infante una auténtica obra en progreso. Todos sus títulos, todos sus libros, pueden y deben ser leídos como un solo libro, la historia del Libro Total, o mejor, de la Isla Total. De esa «larga isla infeliz» a la que liga sus nostalgias, sus amores, su memoria y su escritura. Un difícil exilio el suyo, sin el que no se puede comprender no sólo su vida y su literatura, sino ni siquiera lo que podría llamarse su biografía editorial.

Premio Biblioteca Breve en 1964, con el título de Vista del amanecer en el trópico, Tres tristes tigres aparece tres años después tras una mutación que libera a la novela de las viñetas, que ya conocía el lector español de Así en la paz como en la guerra (Seix Barral, 1971, La Habana 1960) . Esas viñetas, convertidas en quieta negación de la historia, verán la luz bajo el mismo sello en 1974.

Tres tristes tigres , que, junto con La Habana para un infante difunto (Seix Barral, 1979), constituye el grueso del cuerpo novelístico de GCI, proponía una historia noctámbula hablada y prerrevolucionaria en torno a dos mitos: la Estrella protagonista de Ella cantaba boleros, novela dentro de la novela, y Bustrófedon, que cualquier día se pondrá a hablar por su cuenta como ya lo hizo la cantante negra. Así, Ella cantaba boleros , acompañada de La Amazona, última parte de La Habana ..., salía bajo el sello Alfaguara en 1996 . Así como CGI construye Ella ... sobre el pasado, en Delito por bailar el chachachá (Alfaguara, 1995) el autor total rompe el tiempo y reúne un primer «cuento perfecto» con este adelanto de Cuerpos divinos, la que será la novela de la Cuba castrista. La que denuncia en su terrible «yo acuso» particular, su libro más conmovedor: Mea Cuba (Plaza & Janés, 1992), y la que añora en su exilio lingüístico Holly smoke (1985) .

CGI, «un periodista que escribe novelas», recoge en Mi música extremada (Espasa Calpe, 1996) esta unidad entre ficción y prensa, como en O (Seix Barral, 1975) y Exorcismos de Esti(l)o (1976).

Pero de todos los temas, el cine: de cine va su último libro, Cine o sardina (Alfaguara, 1997), como iba uno de los primeros, Un oficio del siglo XX (Seix Barral, 1973, El País-Aguilar, 1993) y Arcadia todas las noches (Seix Barral, 1978).

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