El País Digital
Jueves
18 septiembre
1997 - Nº 503


El acuerdo logrado en Houston no aclara si el referéndum permitirá un Sáhara independiente

JAVIER VALENZUELA / PEDRO CANALES, Washington / Rabat
Las incógnitas creadas por el acuerdo alcanzado por Marruecos y el Frente Polisario en Houston en la noche del martes seguían ayer sin ser despejadas. Fuentes próximas a James Baker, el mediador de la ONU para el Sáhara Occidental y padrino del acuerdo, afirmaron que éste pensaba dar cuenta detallada al secretario general, Kofi Annan, quien decidirá si lo propone a Naciones Unidas.


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Ambas partes aseguran haber salido victoriosas de la negociación. «Los derechos de Marruecos han sido reconocidos», proclamó el primer ministro, Abdelatif Filali. La alternativa del referérdum sólo será entre «independencia o integración en Marruecos», enfatizó un portavoz del Polisario.

Las partes actuaban en Houston bajo la presión de la expiración, a finales de este mes, de la presencia en el territorio de las tropas de la ONU. Aunque falta el visto bueno formal de Annan y el Consejo de Seguridad, fuentes de la ONU declararon ayer que «puede preverse que el mandato de la Minurso (Misión de la ONU en el Sáhara Occidental) volverá a ser renovado».

Según dijo Baker en Houston, Marruecos y el Polisario cerraron, tras tres días de conversaciones directas en la ciudad tejana, un acuerdo que permite a la ONU reactivar el proceso referendario en la antigua colonia española. Auspiciado por Naciones Unidas, un alto el fuego reina en la zona desde 1991, pero la consulta, prevista inicialmente para 1992, jamás se ha realizado. Ahora, tras el acuerdo de Houston, puede llevarse a cabo, según Baker, «en los próximos 10 o 11 meses», o sea en el verano de 1998. El ex secretario de Estado norteamericano en los tiempos de George Bush precisó que «unas 80.000 personas» tendrán derecho a participar en la misma.

«Hemos llegado a un consenso sobre casi todo lo que es necesario para que la ONU reactive el proceso del referéndum», dijo Baker en la noche del martes. Ese «casi todo» es el «código de conducta» que las partes deben respetar durante la preparación, la campaña y la celebración del referéndum, el acantonamiento de sus tropas durante el proceso y un próximo intercambio de prisioneros de guerra y presos políticos.

«Tercera vía»

Ahmed Bujari, portavoz del Polisario presente en las negociaciones de Houston, volvió ayer a negar rotundamente que los marroquíes y los independentistas saharauis hubieran negociado sobre «una tercera vía» en las conversaciones, apadrinadas por Baker desde la primavera, y que han tenido como etapas Lisboa, Londres y Houston. «La pregunta», había dicho Bujari en la noche del martes, «seguirá siendo la misma; independencia o integración en el reino de Marruecos. O sea que a finales del año próximo habrá un nuevo Estado en el Magreb o se habrá ampliado el territorio marroquí».

Si la cifra de unos 80.000 electores adelantada por Baker parece aproximarse a la deseada por el Polisario y la pregunta sigue siendo la de independencia o integración en Marruecos, queda sin resolver la incógnita de saber qué es lo que ha ganado Rabat en el ciclo negociador concluido en Houston. Hassan II ha dicho en multitud de ocasiones que jamás aceptaría la celebración de una consulta que pudiera perder lo que conquistó en el otoño de 1975 con la Marcha Verde.

¿Quiénes serán esos 80.000 electores? Quizá ahí radique una de las claves de la cuestión y una de las fuentes potenciales de conflictos para el acuerdo de Houston. En cualquier caso, Baker, el hombre que negoció el final de la guerra fría, forjó la coalición contra el Irak de Sadam Husein y sentó a israelíes y palestinos en la mesa de paz, se ha apuntado otro nuevo éxito diplomático.

Las declaraciones del primer ministro marroquí, Abdelatif Filali, al término de las negociaciones de Houston han sido tajantes y dan el tono de cómo ve el régimen de Rabat el acuerdo alcanzado con el Polisario gracias a la mediación de Baker. Un optimismo comedido. «El acuerdo al que hemos llegado es razonable», según Filali. Lo que equivale a decir «no se ha cedido en lo esencial», es decir la soberanía y la integridad territorial, que no están en discusión. Esto, es al menos, lo que el régimen trata de transmitir a su opinión pública.

En medios políticos de Rabat cercanos a la oposición no se es tan optimista. «Se ha retrocedido en las conquistas que ya había hecho Marruecos». La oposición, que ha venido defendiendo la «marroquinización de facto» del Sáhara, se encuentra ahora con un acuerdo, por lo menos, confuso.

Al rebajar el censo hasta «el entorno de los 80.000 votantes», Marruecos ha hecho una concesión de talla y, según fuentes diplomáticas, debe haber contrapartidas suficientemente importantes que lo justifiquen.

Como compensación por sus supuestas concesiones en Houston, en Rabat se baraja la reactivación del viejo plan saudí de inversiones en la región, dentro de «algún marco de acuerdo de tipo federativo» (Mauritania-Sáhara- Marruecos-Argelia), pero esta vez teniendo como padrinos a grupos empresariales norteamericanos.

En cuanto a las «dos manzanas de discordia» enunciadas por el ex secretario de Estado norteamericano, sólo se pueden hacer conjeturas. Sigue en pie una cuestión clave: la pregunta que se someterá a escrutinio. Si en la misma se incluye la palabra «independencia», nadie podrá impedir al Frente Polisario que haga campaña en su favor, lo cual crearía una situación difícilmente aceptable por Marruecos.

La otra manzana de la discordia bien podría ser el inmediato futuro tras el referéndum. ¿Habrá un periodo de transición? Y en caso de que lo haya, ¿cuánto durará?, ¿quién será la autoridad administrativa? Si Marruecos gana, ¿qué pasará con las unidades militares del Polisario? Y si es éste último quien triunfa, ¿qué hará Marruecos con los miles de millones de dólares invertidos en la región y con la población marroquí allí trasladada en los últimos años?

España vislumbra una solución en su ex colonia

EL PAÍS , Madrid
Optimismo. Satisfacción. Parabienes. La complaciente reacción -«se perfilan perspectivas reales de solución»- del Gobierno español al anuncio de un acuerdo para el Sáhara Occidental por el mediador de la ONU, James Baker, chocaba ayer con la reiterada denuncia del representante del Polisario en Madrid, Omar Mansur, a la «deuda pendiente» de España con su ex colonia.

El ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, se apresuró ayer a felicitar a Baker «por un logro por el que muy pocos apostaban y al que España ha contribuido con medios técnicos y logísticos (el Gobierno español puso un avión a disposición del mediador de la ONU durante su gira por la región)», informa Efe.

Mansur, sin embargo, expresó ayer la queja del Polisario por la «tímida» actuación de España, como antigua potencia colonial, en el proceso de negociaciones que ha conducido al acuerdo de Houston.

La Oficina de Información Diplomática recordó que España defiende que el conflicto del Sáhara «es un problema de descolonización», que sólo puede resolverse según los planes de las Naciones Unidas. Madrid aboga ahora por la prórroga del mandato de la misión de la ONU, que vence el próximo día 30.

Sacrificios compartidos

JUAN CARLOS SANZ , Madrid
Una noche de la pasada primavera, cuando el viento del desierto hacía caer a plomo la temperatura en la hamada (llanura de piedra) de Tinduf, el ministro de Exteriores saharaui, Bachir Sayed, velaba la llegada de James Baker al Sáhara occidental. La vía del diálogo directo entre Rabat y el Polisario se había empantanado seis meses atrás y la ONU amenazaba con retirar a sus observadores de su misión internacional más antigua después de la de Chipre.

«Estamos dispuestos a compartir con Marruecos los sacrificios que sean necesarios para que esta hora de paz tenga éxito», reveló entonces Sayed. Casi medio año después, Baker ha llevado a su terreno, en Tejas, a los rivales en la larga disputa por la ex colonia española para anunciar un acuerdo que aparentemente reactiva el optimismo en el proceso de autoderminación. Ya ha advertido el ex secretario de Estado norteamericano que «el movimiento se demuestra andando».

Sí, pero ¿va a permitir Rabat que los separatistas hagan campaña en territorio marroquí por la independencia? ¿Está dispuesto a aceptar que en el censo figuren más tribus rebeldes que leales? ¿Y quién va a obligar al reino marroquí a acatar un resultado desfavorable? Por ahora, los portavoces saharauis proclaman que se ha dado «un paso importante» hacia un referéndum que sólo dará a elegir entre «independencia o integración». Y el Gobierno de Rabat se muestra satisfecho por haber vistos «reconocidos y defendidos» sus intereses.

Ambigüedades

La ambigüedad del plan de Baker es su principal fortaleza. Permite a ambas partes interpretar los acuerdos en su beneficio y ensalzar entre su población las ventajas de una negociación que, al menos, sirve para mantener en vigor el alto el fuego de 1991 y liberar a prisioneros de guerra y presos políticos. Claro que la exactitud e inmediatez -diez u once meses- con las que el enviado especial de la ONU ha fijado la celebración de la consulta también estaban presentes en el plan de paz de hace seis años, que fijaba las votaciones a los seis meses.

En el fondo, Marruecos y el Polisario confían en que los funcionarios de la ONU encargados de confeccionar el censo acaben por darles la razón. Por eso han cedido en Houston: los marroquíes, al renunciar a inflar la lista de votantes con sus adeptos; los saharauis, al aceptar que los miembros de tribus del desierto que rinden pleitesía a Hassan II puedan acceder a la inscripción electoral. Precisamente en las disputas sobre el registro de votantes encalló la misión de la ONU.

¿Cuál será la pregunta en el referéndum? Baker debe tener la respuesta. La solución para un pueblo que sigue a la deriva en el desierto entre el vasallaje y la emancipación.

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