El País Digital
Sábado
27 septiembre
1997 - Nº 512

MICHAEL DOUGLAS • ACTOR Y PRODUCTOR

«En Estados Unidos se acepta mejor
la violencia, y en Europa, el sexo»

MIGUEL ÁNGEL VILLENA , San Sebastián

Michael Douglas, ayer en San Sebastián
(J. Uriarte).
Cumplió 53 años el jueves y el Festival Internacional de Cine de San Sebastián le ha regalado el Premio Donostia concedido a toda su carrera. Aunque confiesa que se encuentra un tanto nervioso al recibir un galardón de esas características cuando todavía le queda mucha vida artística por delante, Michael Douglas destaca del certamen español su «alegría por el cine más que su interés por el negocio». «Ya me lo había comentado Oliver Stone cuando vino hace unos años para presentar su película sobre El Salvador», manifiesta el actor. Su última película, The game (El juego), clausuró anoche la 45ª edición del certamen donostiarra. Su vinculación con España, a través de Mallorca, donde pasa temporadas desde hace 17 años y donde compró una preciosa casa en Valldemosa hace cuatro, aporta una «significación especial», según Douglas, al premio que le entregó anoche la actriz Concha Velasco.

Desde su forma de vestir, a sus opiniones sobre el cine o la política, Michael Douglas revela una mezcla entre lo norteamericano y lo europeo. Buena prueba de ello es que no le interesan las historias espectaculares o los filmes rodados a base de efectos especiales. «Debo decir que, como actor, elijo las películas por el guión y por el previsible resultado final mucho más que por mi papel concreto. En general, tanto como intérprete como en mi calidad de productor, siento predilección por retratar los dilemas de la gente, sus inquietudes o preocupaciones, a través del cine. Por eso prefiero los thrillers psicológicos o las comedias».

Hijo de Kirk Douglas, uno de los grandes monstruos de Hollywood, Michael se dio a conocer a principios de los setenta con la serie televisiva Las calles de San Francisco, pero su fama de estrella mundial es relativamente reciente y se remonta apenas una década atrás, con títulos como Atracción fatal, Wall Street o Instinto básico. Michael Douglas no descarta tampoco dirigir películas, según señaló en la entrevista concedida ayer a este diario. «A veces me han acusado incluso de que yo quería dirigir los filmes en los que he participado. Realizar una película es algo que me planteo a medio plazo. Pero por el momento, me gusta disfrutar del privilegio de elegir mis papeles o mis producciones».

Le encanta ver sus películas proyectadas fuera de Estados Unidos «en países tan lejanos como España o Japón, porque compruebas que la condición humana responde a factores comunes mucho más de lo que imaginamos». Uno de los cineastas más poderosos y cotizados de Hollywood subraya que la industria se muestra capaz de «absorber muchos talentos distintos, directores o técnicos que proceden de Holanda, de la República Checa o de Australia, que miran y detectan el mundo con ojos y con oídos nuevos y diferentes entre sí». «En Estados Unidos», apostilla Douglas, «encuentran presupuestos ilimitados si sus proyectos valen la pena. Ahora bien, reconozco que el inglés como idioma supone la mayor barrera con la que tropiezan los cineastas que no son norteamericanos».

Esta absoluta hegemonía idiomática -que se refuerza con el rechazo de la industria y del público en EE UU a doblar o subtitular las películas extranjeras, salvo excepciones- es subrayada por Douglas como el mayor impedimento para la difusión del cine europeo. Admite que conoce poco las producciones del Viejo Continente, aunque resalta «el auge del cine británico, el buen gusto de los españoles por la comedia o el renacimiento de los franceses». A la hora de los temas, Michael Douglas no vacila cuando señala: «La moral pública en América es más estricta que en Europa, aunque la ola de puritanismo ha remitido un poco. Precisamente para combatir ese conservadurismo hice Instinto básico. De todos modos, es cierto que en Estados Unidos se acepta mejor la violencia que el amor. En cambio, el público europeo se encuentra más a gusto con el amor y el sexo que con la violencia».

Con un Oscar al mejor actor en sus vitrinas, inmensamente rico y deseado por millones de mujeres, Michael Douglas representa la continuidad de una tradición familiar que ha ofrecido más de un centenar de películas a la historia del cine. De hecho, Douglas hijo es el único actor de una segunda generación que ha estampado sus huellas en la avenida de las estrellas de Hollywood, al igual que hiciera su padre en 1947. «Cuando acudí a la ceremonia no tuve conciencia de que entre mi padre y yo llevamos más de medio siglo de dedicación al cine».

Casado con Diandra Lucker, vinculada a Mallorca desde su infancia, Michael Douglas pasa largas temporadas en la isla balear. Piensa seguir acudiendo a su lujosa residencia de S'Estaca, que albergara al archiduque Luis Salvador de Austria el siglo pasado, aunque no oculta su creciente disgusto con los fotógrafos españoles. «No me molesta en absoluto la fama, pero no me gusta me fotografíen con un enorme teleobjetivo mientras me baño en la piscina».

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