El País Digital
Lunes
11 agosto
1997 - Nº 465

La seguridad del Rey en Mallorca moviliza a más de 1.500 agentes de todos los cuerpos

ANDREU MANRESA, Palma de Mallorca
Más de 1.500 personas, entre ellas 60 especialistas en información antiterrorista, cooperan para garantizar en Mallorca la seguridad de la familia real y de la población insular, duplicada en esta época por el turismo. Dos veranos después de que ETA pretendiera matar a don Juan Carlos en Palma, el despliegue de los cuerpos y las fuerzas de seguridad involucra también indirectamente a unidades de la Armada y del Aire, aunque los datos oficiales son un secreto. Sólo para reforzar el control del aeropuerto y las zonas turísticas el Gobierno reconoce haber enviado a Baleares a unos 600 agentes.


Vigilancia desde un puente sobre el Paseo
Marítimo de Palma de Mallorca (M.Lí. Sáenz).
La alerta policial es más que evidente mientras los Reyes residen, desde finales de julio hasta primeros de septiembre, en el palacio de Marivent. La posibilidad de un atentado acosa a Interior tras el fallido de 1995, cuando ETA situó a un comando con un rifle de precisión a menos de 300 metros de don Juan Carlos en el puerto. El director de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso, reconoce que la banda «puede intentarlo de nuevo», aunque sería «muy difícil» por las grandes medidas adoptadas.

El servicio propio de la Casa del Rey tiene encomendado oficialmente la seguridad de los Reyes. Según sus responsables, no hay una especial inquietud. Las vigilancias fijas, las escoltas permanentes, las patrullas móviles, los helicópteros y los barcos componen una triple malla .

El dispositivo general está ensamblado con los que mantienen Felipe González y Adolfo Suárez, ex presidentes del Gobierno; Narcís Serra, ex vicepresidente, y Félix Pons, ex presidente del Congreso, que veranean en Mallorca en un radio que se recorre en media hora en coche. Discretos financieros españoles y extranjeros y ostentosos emires árabes tienen también sus propios círculos de seguridad.

En cualquier caso, el Gobierno vincula el despliegue al movimiento vacacional y, por tanto, al control preventivo de puertos, aeropuertos y hoteles.

Nada es casual ni improvisado. La identidad de decenas de miles de personas ha sido verificada. Desde la señora de la limpieza de la farmacia de Porto Pí, en Marivent, hasta la del frigorista del restaurante del Club Náutico. A todos los reporteros se les conoce la cara y el coche. Cualquier pareja de novios al sol y con vídeo, un travestido de alterne o un supuesto vagabundo que pernocta en un banco del parque pueden suscitar recelos.

La familia real se pasea por la ciudad y acude a reuniones privadas. También se echa a la mar a navegar por placer o competir en regatas. Todo ello, en medio de 500.000 visitantes continentales. Es lógico, pues, el complejo entramado de guardias civiles, policías nacionales, inspectores, agentes del Cesid, marineros de tropa o submarinistas de la Armada que se coordinan para protegerla bajo cinco helicópteros que escudriñan la isla.

Un 'teléfono rojo', emisores digitales y un 'búnker'

A. M., Palma de Mallorca
Casi todos los despachos claves del poder del Estado en Palma, pocos, tienen un teléfono rojo, una línea exclusiva para el sistema nervioso central de la seguridad y la información. Además, hay terminales de la malla de la Administración -la red radial para la búsqueda de autoridades-, extensiones con apariencia de normalidad y varias emisoras de bolsillo que permiten establecer contacto con las radios de la flota de unidades terrestres, marítimas y aéreas.

En alta mar, el Rey está acompañado siempre por dos emisores portátiles digitales que no pueden ser intervenidos -Juan Alberto Perote, en su época del Cesid, poseía cintas con conversaciones privadas del Rey en Mallorca-. Los ayudantes tienen a mano un aparato telefónico vía satélite, con antena miniparabólica incluida y con el mapa de frecuencias y órbitas adecuadas para cada satélite que permite solventar cualquier emergencia o necesidad de comunicación.

En alguna dependencia, como en el despacho de don Juan Carlos en Marivent, hay aparatos con secráfono y llave de entrada. En el subsuelo de la masía, cerca del acantilado, debajo del helipuerto, se ubica el corazón blindado del nódulo de telecomunicaciones. Es un búnker frío, metálico y hermético. «El que quiere seguridad debe reservarla, ocultarla al desaprensivo. Detallarla obligaría a desmontarla porque quedaría inválida», dice un coronel.

El presidente estadounidense, Bill Clinton, cuando fue huésped de los Reyes en julio, situó en Mallorca un furgón blindado para comunicaciones que le seguía a todas partes y un crucero lanzamisiles. Mantenía a mano la tarjeta y las claves para activar el botón nuclear. Frente a ese despliegue, el suyo convierte al Rey en un apóstol de la discreción. © Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid