OPINIÓN
19/02/97



Andorra la Nueva

BALTASAR PORCEL

Marc Torné, de Unió Liberal, ha ganado por mayoría absoluta las segundas elecciones legislativas andorranas. Los otros partidos se han sorprendido. Pero la gente seguramente no, pues ha sido una corriente de fondo, realista y cauta, la que más allá o más acá de la política como discurso en sí mismo ha escogido a una persona, una formación, para que gobierne con tranquilidad. ¿Torné y los suyos son mejores que los otros? La cuestión no es filosófica, sino de hecho: los andorranos han alcanzado con rapidez la mayoría de edad designando un Gobierno estable a través de alguien a quien conocían y, por lo visto, apreciaban. Aunque una situación de esta naturaleza si se prolonga puede ser paralizante, pero en la práctica lo son más las alianzas variopintas, por muy representativas que aparezcan en teoría, pues suelen situar en un primer plano la rivalidad política, cuando lo que se necesita es la planificación y la gestión, a la que debe servir la política. Y conste: no se trata de evitar ningún debate ideológico y ni siquiera partidista, sino de que éste no entorpezca la acción gubernamental.
Andorra tiene algunos problemas de estructura que deben ser resueltos o lubrificados, como el exceso de inmigración, unas 50.000 personas, por 10.000 y pico ciudadanos de derecho; una economía de respuesta directa a la demanda, al turismo, falta de vigas menos eventuales; la adecuación de un país encerrado en sí mismo a un marco internacional, y aunque esto debe ser enfocado con modestia, no por eso es menos fundamental, etcétera.
Luego está la relación con Cataluña. Andorra es catalana en esencia y existencia, aunque esto no suponga que debe considerarse dependiente de Cataluña ni muchísimo menos. Torné ha hablado de la admiración que le suscita Jordi Pujol. Esto está bien. Pujol ha sido capaz de crear una política exterior de extraordinarios efectos, cuando legalmente no podía ni la situación de Cataluña permitía creer que podía llevarse a cabo. Además, Cataluña es pequeña, no tiene un Estado exclusivo, lo que proporciona a Andorra muchas más posibilidades de colaboración de tú a tú que las que pueda establecer con España o con Francia, enormes, orgullosas y por tanto demasiado ignorantes y hostiles a los derechos de los pequeños. A la par, Andorra como Estado ofrece a la cultura catalana, a la comunidad de habla catalana, una vehiculación de su realidad en foros internacionales de estados soberanos, supongamos la ONU, que pueden resultar un provechoso escaparate para lo catalán, para Cataluña.




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