REVISTA
08/02/97

AP
Con Rosalía Arteaga, durante la campaña electoral



ENFRENTADO CON TODOS Desde el primer día de su llegada a la presidencia se encargó de enfrentarse con todos los poderes, partidos, ex presidentes, sindicatos, banqueros e incluso con los obispos. Para él, unos eran corruptos; otros, incapaces, mentirosos, conspiradores, burros...

La locura que acabó con la paciencia de Ecuador

Retrato del presidente Abdalá Bucaram y sus demencias

JOAQUIM IBARZ

E l rey de España no sabía qué cara poner cuando Abdalá Bucaram le regaló en Santiago de Chile su disco "Loco enamorado". Aunque es conocido el buen humor del Monarca, no osaba hacer comentario alguno ante el jefe de Estado más pintoresco, por decir lo menos, que ha conocido Iberoamérica. Qué se podía decir a un presidente a quien gustaba que le llamaran "Loco" y que gobernaba recurriendo a las bufonadas.
"¡Basta ya, payaso!", gritaron cientos de miles de manifestantes que pedían la renuncia de Bucaram por "enajenación mental". De hecho, hasta la huelga general que paralizó el país durante dos días, el controvertido líder populista lucía como una medalla de honor su apelativo de "Loco". Así le llamaban tanto sus amigos como opositores. "Los locos hablamos con el corazón y vemos con el alma lo que otros no ven", declaró hace dos meses ante una multitud que pocas semanas después le daría la espalda al esquilmarles los bolsillos con fuertes subidas de precios.
Decía que como loco tenía muy buena compañía. "A Cristo lo llamaron loco y lo mataron --gritó Bucaram en una gira proselitista durante su campaña--. A Gandhi lo llamaron loco y lo mataron. Llaman loco a Abdalá y no sé si me matarán." La destitución por "enajenación mental" es una burla cruel para quien alardeaba de ser un orate; desde la oposición, seducía a la gente desesperada, engañándola con facilidad con una oratoria de charlatán de feria, prometiendo lo que sabía que nunca podría cumplir. El espectáculo que ofreció en el mitin de cierre de campaña en un barrio popular de su ciudad natal de Guayaquil, que este corresponsal pudo presenciar desde la tribuna de los oradores, fue algo más que bochornoso para quien aspiraba a asumir la presidencia: bailó, cantó, gritó, insultó, contó chistes subidos de tono...
Aunque las protestas contra Bucaram se originaron en su programa económico, su estilo de gobernar errático y ostentoso también ha disgustado y avergonzado a muchos ecuatorianos. "La mezcla de paranoia, grandilocuencia y alarde es puro Bucaram", señaló "The Wall Street Journal" al referirse al entonces candidato populista. El perfecto actor Bucaram viajaba con una banda de rock uruguaya, Los Iracundos, y entusiasmaba a la multitud antes de pronunciar su discurso antioligárquico, cantando baladas pop y la versión en español de "El rock de la cárcel". En el escenario, Bucaram se preciaba de ser el Mick Jagger de la política ecuatoriana: aun después de asumir la banda presidencial continuaba con sus charlotadas, burlándose cruelmente de sus oponentes.
Su incontinencia verbal provocó con frecuencia grandes titulares de prensa. En un debate parlamentario llegó a decir de su contrincante: "¡Qué consejos me puede dar un hombre que tiene el esperma aguado!". En su reciente campaña declaró que votar por su rival, Jaime Nebot, era como votar "por el anticristo mismo". Incluso llegó a encolerizar a las señoras de clase media al decir que las "obligaría a trabajar" junto con sus criadas para que aprendan lo que es la dignidad de las sirvientas. A principios del pasado enero calificó a sus detractores de "maricas, pendejos y aniñados", agregando que sólo dice lo que el pueblo de Ecuador piensa. Entre otras perlas, le dijo "narizón, nariz de tiza" al ex presidente Durán Ballén.

Un bigote siniestro

H asta su peculiar bigote --que a algunos recordaba a Charles Chaplin y a la mayoría a Adolf Hitler-- tenía para muchos un aspecto siniestro. Decía simplemente que "no sé afeitarme". Pero cuando este corresponsal le preguntó acerca de su peculiar mostacho en su casa de Guayaquil, dos días antes de que ganara las elecciones, con el mayor de los desparpajos afirmó que "siempre he sido demócrata, he luchado y lucharé por la democracia, pero hay que reconocer que Hitler hizo cosas buenas, como las SS, que fueron muy eficaces".
A Bucaram le toleraron que se afeitara el bigote en una subasta pública, que coqueteara con la ecuatoriana Lorena Bobbit (famosa por haber cortado el pene a su marido norteamericano), que jugara al fútbol y al baloncesto, que cantara en público y grabara el disco "Loco enamorado" --que regaló a los gobernantes que acudieron a la Cumbre Iberoamericana de Chile--. Al asumir en enero la presidencia del Barcelona de Guayaquil (principal club de fútbol de Ecuador) provocó un nuevo escándalo al contratar a Diego Armando Maradona por un millón de dólares para jugar un partido amistoso. Cantó en un festival benéfico para financiar la Navidad de niños pobres. Un donante anónimo ofreció 55.000 dólares si Bucaram no cantaba. Todas sus extravagancias y chaladuras se le perdonaban mientras prometía pan y circo. Pero cuando empezó a faltar el pan, la complacencia se transformó en ira.
La denuncia de que el obeso hijo mayor de Bucaram, Jacobito, había reunido su "primer millón de dólares" (138 millones de pesetas) en sólo cinco meses de trabajo fue el vaso que desbordó la paciencia. El ex presidente Rodrigo Borja dijo que un ecuatoriano con un salario de tres millones de sucres (unas 100.000 pesetas, que ganan muy pocos) debería trabajar 102 años para conseguir la cantidad de dinero que Jacobito logró ahorrar desde agosto pasado.
Los escándalos le persiguieron desde que entró en el mundo político. Hombre de actitudes poco corteses, adicto a las poses y a los discursos plagados de lugares comunes, no es difícil explicar los enfrentamientos que se ha ganado en los cinco meses y medio de su mandato. La última elección en Ecuador se caracterizó por la reñida batalla entre Bucaram y Jaime Nebot. Una campaña marcada por los insultos más que por los programas, que presagiaba el vendaval que desde el Pacífico no tardaría en agitar las cumbres andinas. La contienda presidencial mostró también a Bucaram como un hombre de dos caras, lo que le convertía en un ser totalmente impredecible.

Una vida poco discreta

D esde que comenzó su vida en la política, este abogado guayaquileño de 45 años se mostró en los límites de lo que un comportamiento público podía tolerar. En su reciente visita a Lima, que debía ser trascendental para resolver un viejo litigio fronterizo, un periodista que fue a entrevistarle a las 8.30 de la mañana vio salir de su suite en el más lujoso hotel de la ciudad a dos señoritas de compañía --una trigueña y una rubia-- que no se preocupaban mucho de disimular su profesión. Pocas horas después hablaría en público de la falta de honorabilidad de los políticos profesionales. Algunos incluso se preguntan si personalidades "de frontera" como Bucaram no debieron ser previamente evaluadas en aras de preservar las instituciones nacionales.
Desde el primer día de su llegada a la presidencia se encargó de enfrentarse con todos los poderes, partidos, ex presidentes, sindicatos, banqueros e incluso con los obispos. Para él, unos eran corruptos, otros, incapaces, mentirosos, conspiradores, burros... A cada quien su epíteto, a cada cual su latigazo.
A menudo, la prensa ecuatoriana ha criticado los modos y las palabras groseras del presidente. Muchos recuerdan sus inicios en la vida política, cuando Bucaram ejercía como intendente de policía en el gobierno de su cuñado, Jaime Roldós. "Recordemos las cosidas de las faldas a las señoritas que querían lucir sus bondades físicas, el abuso a las vendedoras ambulantes, los insultos y el lenguaje soez, todo lo cual no impidió su ascenso a la primera magistratura", escribió Antonio Pazmiño en su columna de "El Telégrafo" de Guayaquil.
El desprestigio de Bucaram como presidente provocó que su popularidad cayera a menos del 13 %. Bien reza el dicho: "Dios perdona el pecado pero no el escándalo". La grabación de un disco fue tolerada y hasta celebrada por la opinión pública. Pero el triste espectáculo protagonizado por uno de los hermanos del presidente, Jacobo Abdalá, quien organizó una fiesta en el Congreso que fue calificada como "vergonzosa", el prepotente acto de su hijo, que se negó a pagar una cuenta en un hotel y la cuestionada reacción de su ministro de Educación, quien protestó de forma desaforada al perdérsele un juego de finos calzoncillos en el hotel donde se alojaba, colmaron la capacidad de aguante de buena parte de los ecuatorianos.
El nepotismo que practicó Abdalá (así gustaba que le llamaran) desde su llegada al poder provocó que los opositores acusaran a los Bucaram de "expoliar Ecuador como si fuera una finca de su propiedad". A la gente también le ha irritado la creciente corrupción que se asociaba con su peculiar forma de gobernar. Hace una semana, el embajador norteamericano, Leslie Alexander, rompió los moldes diplomáticos al afirmar en un discurso que la deshonestidad sistemática estaba afectando al clima de inversión en Ecuador. El analista Raúl Elizarde señala que Bucaram "ha movido todas las cuerdas políticas de manera equivocada", uniendo a sus enemigos en un frente común que propició su destitución por el Congreso.
Pero la chispa del paro nacional que siguió la mayoría de la población la provocó la aplicación de un duro plan de austeridad económica que empobreció aún más a una población con escasos ingresos y que sólo fue aplaudido por Wall Street y el Banco Mundial.
"A nosotros no nos importa tanto que se ponga a cantar y bailar lo que le dé la gana, que haga el payaso, que asuma la presidencia de un club de fútbol, que escandalice con sus exabruptos. Ese no es el problema de fondo. Esa es la noticia chatarra. Para nosotros, la permanencia de Bucaram en el poder era un problema económico, social y político", declaró a "La Vanguardia" Carlos Luzardo, presidente del Frente Patriótico, que convocó la huelga nacional pidiendo la destitución de Bucaram. "Junto a la música y a la pelota estamos sintiendo el peso de unas medidas económicas que el pueblo no puede aguantar, unas medidas impuestas desde fuera por un modelo neoliberal, por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que tienen la audacia de venir a Ecuador para imponernos sus rectas económicas".


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