Una vida entregada al estudio
Joan Coromines i Vigneaux nació el 21 de marzo de 1905, en Barcelona.
Hijo del escritor y político Pere Coromines, cursó enseñanza superior en los Estudis Universitaris Catalans, en la Fundació Bernat Metge y en la facultad de Filosofía de la Universitat de Barcelona.
Se licenció en 1927 con la tesis "Vocabulario aranés" y se doctoró en Madrid en 1931.
Con anterioridad amplió sus estudios en las universidades de Montpellier (1927), Zurich (1929) y París (1930).
Fue precisamente en 1930 cuando ingresó en la oficina de Toponímia i Onomàstica, del Institut d'Estudis Catalans.
En 1931 inicia la investigación de las etimologías de los municipios catalanes, germen de su "Onomasticon Cataloniae", que recoge todos los topónimos y antropónimos de los Països Catalans.
Fue, hasta 1939, profesor de la Universitat de Barcelona.
El exilio le llevó a París y posteriormente a Mendoza, en Argentina.
Fundó el Instituto de Lingüística e inició el "Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico".
Finalizó el exilio en Chicago, donde impartió clases de Filología Románica desde 1948 hasta su jubilación, en 1968.
Su primera visita a Cataluña, después de la Guerra Civil, fue en 1952.
A partir de entonces inicia una serie de viajes entre Chicago y Cataluña.
En 1972 recibió la Lletra d'or por su obra "Lleures i converses d'un filòleg".
En 1978 fue investido doctor honoris causa por la Univesidad de la Sorbona y en 1981 recibió el Premi Jaume I.
Tras una sucesión de premios en 1979 aparece el primer volumen de su obra magna: el "Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana", que finalmente completó en nueve tomos.
Fue en 1984 cuando se le otorgó el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, por la importancia y ejemplaridad de su tarea intelectual.
El "OnomasticonCatalo niae" es la última gran obra monumental de Coromines sobre toponimia catalana y la que forma, junto a los diccionarios etimológicos del catalán y el castellano, su monumental trío de contribuciones al estudio de la lengua.
La suma de estos y otros trabajos, fruto de una vida entregada al estudio, así como su compromiso con el país y con la lengua, y su tenacidad han hecho de Coromines una figura central de la filología.
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