SOCIEDAD
14/04/97

ROSER VILALLONGA
La natalidad en Cataluña ha bajado a la mitad entre 1975 y 1995



CIUDADANOS La tasa de fecundidad de Cataluña es una de las más bajas del mundo, con un promedio de 1,14 hijos por mujer. La población total sólo crece, aunque también por debajo de la media europea, gracias a la inmigración


Francia, los Países Bajos o Irlanda ven crecer la natalidad gracias a una política de ayuda a las familias

Cataluña llega al crecimiento natural cero con la natalidad más baja de toda Europa

SUSANA QUADRADO

BARCELONA. -- Cataluña tiene una de las tasas de natalidad --número de nacimientos por año-- más bajas del mundo. El crecimiento de la población va en descenso desde 1975 y sigue sin levantar cabeza. De tal modo es así, que en 1995, el último año del que se dispone de datos suficientemente verificados, fue igual a cero. Cataluña mantiene, además, cotas bajísimas de fecundidad: las mujeres catalanas tienen 1,14 hijos de promedio, una tasa que se halla incluso por debajo de la media española, que es de 1,18. Sólo Italia (1,17) le va a la par.
Desde el año 1975 a la actualidad, el número de nacimientos se ha reducido a la mitad: de 110.336 ese año a 53.809 en 1995.
Explica Joaquim Capellades, subdirector de producción de estadísticas demográficas y sociales del Institut d'Estadística de Catalunya, que esta reducción es un mal de todos los países de la Unión Europea. Prueba de ello es que el crecimiento natural de Europa en 1995 se situó en una media del 0,8 %, frente al 1,4 % registrado de 1990 a 1994. Todo ello, tras un fuerte periodo de natalidad entre los años 50 y 60, una euforia que duró poco.
Si en algo difiere Cataluña del resto de España y de los países comunitarios es en la fecha en que comenzó el descenso de la natalidad. Mientras que en Europa se inició a mediados de los 60 y en el resto del territorio español a finales de la misma década, en Cataluña el número de nacimientos continuó creciendo hasta mediados de la década siguiente, de modo que entre 1974 y 1975 registró máximos históricos. La alta fecundidad de los hijos de la oleada de inmigrantes que entró en los 50 parece ser una explicación del "baby boom" de primeros de los 70. En los últimos años, los países de Europa Occidental y nórdica se han recuperado. En cambio, ni Cataluña ni los países de la Europa mediterránea han seguido ese proceso.
Irlanda, a la cabeza, Luxemburgo, Países Bajos y Finlandia registraron en 1995 un crecimiento vegetativo de entre el 4,8 % y el 2,7 %. En los últimos años, Francia se ha subido también a este tren. La implantación de contratos a tiempo parcial, a los que se acogen sobre todo las mujeres, una red de guarderías públicas bien extendida y un sistema de redistribución fiscal que permite mayores deducciones fiscales por hijo, entre otras medidas, animan a las parejas a tener más descendencia. Los indicadores de fecundidad eliminan cualquier duda: estos países cuentan con las tasas de fecundidad más altas, que van de 1,87 hijos por pareja a 1,53.
El crecimiento vegetativo medio de los Quince es del 0,8 %, y únicamente en Italia y Alemania es negativo, o sea, mueren más de los que nacen. Pese a ello, Italia y Alemania, como Cataluña, logran compensar el bajo número de nacimientos con la inmigración, por lo que el resultado, esto es, el saldo demográfico, acaba siendo positivo. A la vista de los datos, puede afirmarse, pues, que ningún país de la UE pierde actualmente población y que los que acusan un descenso del número de nacimientos equilibran la balanza demográfica con la inmigración.
El caso catalán merece un capítulo aparte, no sólo por tener una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, sino por tener una de las esperanzas de vida más altas (74,7 años, los hombres; 82 años, las mujeres), por detrás sólo de Suecia, Italia y Francia. Además, la fecundidad de Cataluña, cifrada en 1,14 hijos por mujer, se mantiene por debajo de la media española, que es de 1,18. Es cierto que desde 1975 las parejas catalanas tienen cada vez menos hijos, pero las defunciones han aumentado, dado que son más quienes alcanzan la vejez, por lo que la diferencia entre nacimientos y defunciones ha ido disminuyendo hasta llegar al cero en 1995.




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