El País Digital
Martes
18 febrero
1997 - Nº 291


EDUCACIÓN

¿De qué van los profesores?

P. ÁLVAREZ / S. PÉREZ DE PABLOS , Madrid

Alumnas de Ciencias de la Información
de Madrid (G. Lejarcegi)
La Universidad está más volcada en la enseñanza que en el aprendizaje. Los protagonistas del aula siguen siendo los profesores. Los estudiantes tienen que conformarse con un papel secundario, que en algunos casos es de comparsas. En las encuestas de evaluación de la actividad docente, los alumnos suelen aprobar a sus profesores en conocimiento, pero les bajan la nota en habilidades pedagógicas.

«Las supranacionalidades que van a constituir la Unión Europea construirán un puente...». Manuel, estudiante de Historia, todavía recuerda cómo empezó su explicación aquel catedrático especialista en nacionalismos: «Me quedé pensando qué querría decir, intentando traducirlo. Al final me pregunté: ¿Qué puedo estudiar yo que sea coherente para ponerlo en el examen?». Su comentario lleva implícitas algunas de las principales quejas de los estudiantes: sobredosis de teoría en menoscabo de las prácticas, abuso de las lecciones magistrales, alejamiento de la realidad y desfase entre lo que se explica en clase y lo que se pregunta luego en el examen.

Cada vez más universidades hacen encuestas sobre los profesores. Algunos de estos instrumentos son de gran calidad técnica, pero sobrarían dedos de una mano para contar las universidades que aprovechan los resultados, al margen del influjo sobre la vergüenza torera de cada profesor.

Encuestas de evaluación

En las encuestas, los estudiantes no suelen cuestionar la competencia científica de los docentes, pero sí sus destrezas didácticas, sus capacidades de motivación y su disponibilidad para los alumnos, además de la idoneidad de los apuntes como fórmula de transmisión de conocimientos y de los habituales tipos de exámenes como técnica de evaluación.

«Nunca nos han enseñado a enseñar. La mayoría de los profesores empezamos con unas deficiencias pedagógicas tremendas. Pobres alumnos. Tienen profesores que, durante años y años, conocen la materia, pero no cómo dar una buena clase», afirma Javier Braña, titular de Economía Aplicada.

En ese diagnóstico coincide Ignacio, futuro ingeniero de Caminos: «Hay profesores que dominan un montón su materia, pero no saben cómo transmitir lo que saben. Y no hay quien entienda nada. La única solución que te queda es aprenderte los temas de memoria y rezar para que el próximo año alguien te los explique mejor».

«¿Para qué sirve todo esto?». Es la pregunta, a menudo angustiosa, que muchos estudiantes se hacen cuando afrontan explicaciones sobre materias complejas, expuestas de forma teórica, sin ejemplos y sin aplicaciones. «Tenemos un catedrático que te da la clase para entenderla él mismo. Es algo bastante común en determinado tipo de especialistas en una materia muy concreta. No hay quien entienda la aplicación de lo que te cuenta. Si le preguntas, te dice siempre lo mismo, que la aplicación la aprenderás después», cuenta Ana, estudiante de Ingeniería Aeronaútica.

Miguel Ángel, alumno de Ingeniería Industrial, ratifica: «No te enseñan cómo debes aplicar lo que aprendes cuando sales de aquí. Además, te das cuenta de que, cuando haces preguntas a determinados profesores, temen salirse de la materia que tienen preparada».

«Si planteas una duda te puedes quedar con ella para el resto de tu vida. Hay profesores que no saben responder y aplazan la respuesta hasta el día siguiente. Pero ese día nunca llega», asegura Jorge, estudiante de Económicas de la Complutense de Madrid.

Los apuntes se han convertido en un arma arrojadiza. Los profesores aseguran que los alumnos se los reclaman, y los estudiantes, que les son impuestos. «Tendrían que enseñarnos a estudiar por nosotros mismos, pero los profesores se limitan a los apuntes», afirma Gonzalo, estudiante de Derecho. «Abundan los aburridos, ésos que dictan sus propios apuntes y te señalan punto por punto: 1.1. tal, 1.2., cual... Es como el colegio. Tienes que hacer esfuerzos por no bostezar y acabas organizando turnos para tomar apuntes», reconoce Jorge, alumno de Psicología.

Un futuro abogado, Alberto, asegura: «No hacen nada para captar nuestro interés. A principios de curso te sueltan un listado de bibliografía y te recomiendan un libro del que extraen toda la información. No se molestan más. Diez días antes de los exámenes te dicen que los apuntes no valen y que hay que estudiarse los libros. Es para volverse loco». Igualmente crítico se muestra Francisco, también de Derecho: «Te pasas cinco años en la universidad sólo para que alguien te dicte apuntes».

Planes comprimidos

Otra queja generalizada es la compresión de las carreras de cinco a cuatro años sin aligerar los programas: «Parece que estás en el colegio y te están preparando para la selectividad. Se empeñan en meterte el temario a presión. Tienes la impresión de que no hay un planteamiento global de los planes de estudios, con la materia bien seleccionada y ajustada a las asignaturas cuatrimestrales», opina Ignacio, de Ciencias Empresariales. Francisco, de Filosofía y Letras, refuerza la crítica: «Ocurre esto hasta el punto de que hay casos en los que profesores de diferentes asignaturas incluyen los mismos contenidos en sus temarios. Escuchas lo mismo dos veces. La ventaja es que sólo te lo estudias una vez».

«Hace días se me ocurrió levantar la mano para preguntar algo que no había entendido a un profesor de Historia Contemporánea. Tras echarme una mirada asesina, me dijo: 'No tengo tiempo de contestar preguntas», cuenta Carlos. «Entonces deduje que ha adecuado su temario, que antes daba en un curso, a un cuatrimestre. Da la clase a toda prisa, lee como una bala para que le cunda. Yo me pregunto, ¿es ésta la mejor forma de aprender?».

La falta de interés de algunos profesores hacia sus alumnos la ilustra otro estudiante de Derecho: «En un examen de Filosofía Política, un compañero disfrazó su identidad bajo el seudónimo de Lucas Barbate Peich. Pues bien, en el listado de las notas salió Lucas Barbate Peich con su calificación. El profesor no se había enterado de que Lucas es sólo un personaje de Tele 5».

«Aunque no estéis de acuerdo me da igual»

P. Á. , Madrid
El profesor de Ética entró a las 12.30 en clase y lo primero que hizo fue advertir a sus alumnos de Ciencias de la Información: «Como mañana es fiesta no os voy a dar la tabarra». Y así lo hizo en parte.

El profesor regaló a sus alumnos los últimos 45 minutos de la clase. Pero antes, ofreció una magistral lección aderezada con sus puntos de vista sobre ética y periodismo. «Pienso que la falta de ética de la profesión no debe llevar sanción alguna en la medida en que no repercuta y dañe a los demás», explicó, ante una audiencia mucho más ocupada en comentar la entrega de los premios TP de televisión y en hojear las páginas de deportes del periódico que en atender.

Los murmullos de fondo continuaron, cada vez en tono más elevado, pero el profesor no se inmutó y siguió poniendo ejemplos: «A un médico que pone peor a los enfermos hay que echarlo. Y a un periodista que hace daño también hay que echarlo. No podemos tener ningún privilegio, y hay que aplicarle lo que se llama derecho común. Ésta es mi opinión, hablando en plata. Aunque no estéis de acuerdo me da igual».

E igual dio, porque los alumnos siguieron con sus cosas. Al final, el profesor animó a los presentes a opositar, «como hizo santo Tomás de Aquino». Y se despidió diciendo: «Aunque le impusieron a la fuerza (en la cátedra), porque era incapaz de entrar por oposición. Así que hala... no os desaniméis». Entre los oyentes, había algunos ya desanimados. Una alumna, comentaba: «A mí este profesor no me aporta nada».

Cátedras reservadas para quienes hayan aprobado

EL PAÍS , Madrid
¿De qué le sirve a un estudiante rellenar encuestas sobre la calidad de sus profesores? De lo que el profesor quiera. Al criterio de éste queda darse por aludido y, en consecuencia, modificar los aspectos criticados por sus alumnos o replantearse radicalmente sus clases. Desde hace unos años, la evaluación de los docentes se ha extendido por las universidades españolas, pero apenas se tienen en cuenta sus resultados. Además, las investigaciones demuestran que los profesores necesitan la ayuda de especialistas para cambiar su estilo y poner en práctica las sugerencias de los alumnos. En caso contrario, los cambios son personalmente costosos y educativamente inapreciables.

Uno de los elementos del sueldo de los profesores es el quinquenio docente. Se trata de un complemento salarial estable (unas 200.000 pesetas brutas anuales), cuya filosofía es que se concede cada cinco años a quienes desarrollan una buena labor profesional en las aulas. Es pura teoría, porque en casi todas las universidades la concesión es automática ; es decir, no se tiene en cuenta la opinión de los alumnos.

Quinquenios docentes

La Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) es un caso especial por la importancia que concede a la evaluación de los profesores. En ella se va consolidando la norma no escrita de que los docentes malparados en la apreciación de los estudiantes no deben solicitar el quinquenio, cuya concesión ya no es automática. De esta forma, el profesor suspenso pierde solamente el año de la mala nota y evita el riesgo de echar por tierra los cinco del quinquenio.

Uno de los planes de la Politécnica de Cataluña es incluir la evaluación de los alumnos entre los criterios a tener en cuenta para obtener una cátedra. Este año se convocarán concursos de méritos para cubrir cinco nuevas cátedras en departamentos aún no determinados. Los virtuales candidatos son los 450 profesores titulares de la universidad.

A falta de definir la fórmula que permita un buen encaje legal, los aspirantes cuyas últimas evaluaciones por parte de los alumnos no estén por encima de la media de la universidad recibirán un claro mensaje: no cumplen todos los requisitos para ser catedráticos. La existencia o no de aspirantes bien calificados podría incluso determinar en qué departamentos se convocan las cinco cátedras. Este filtro académico, si se pone efectivamente en práctica, será una de las primeras consecuencias oficiales de la evaluación docente en España.

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