El País Digital
Jueves
12 junio
1997 - Nº 405

Julio Anguita alerta contra el paro que generará la Europa de Maastricht

RODOLFO SERRANO, Madrid
Maastricht, la imposibilidad de la moneda única, la incapacidad de Europa -y de España- para crear empleo y, por contra, el crecimiento del paro que provocará la construción europea, fueron los ejes sobre los que giró la intervención del coordinador general de IU, Julio Anguita. Una intervención que transcurrió en un auténtico intercambio de cortesías y gestos de exquisita urbanidad entre el líder de IU y el presidente del Gobierno.


Anguita, ayer, en el Congreso. Detrás,
Cristina Almeida (L. Magán).
Daba gusto ayer en el Congreso. Se trataron -ambos- con guante blanco. Julio Anguita y José María Aznar ni siquiera utilizaron un tono de discusión, por mucho que hablaran de graves discrepancias en las políticas que cada uno defiende. «No hay que contribuir a la crispación», diría Anguita. El coordinador general de IU, hizo una larguísima exposición sobre la situación del país, más parecida a un debate de investidura que a un debate de control del estado de la nación. Todo resumido en el paro y sus causas, íntimamente ligadas a los males de la construcción europea que presupone el tratado de Maastricht.

Y hasta dio ocasión a Aznar para alardear del acuerdo entre sindicatos y patronal que se apuntó entre los logros de su Gobierno y decirle en las réplicas que «yo, desde luego, los principios constitucionales los comparto con usted». La verdad es que el propio Anguita reconoció que tampoco podía pedirse demasiado a quien tan sólo llevaba un año con la responsabilidad del Gobierno. Así que en ningún momento se perdieron las formas. Cuando Aznar subió a la tribuna para responderle, llevaba dibujada en el rostro su sonrisa habitual. Contestó al dirigente de IU con un largo prólogo dedicado a reafirmar el respeto que le merecía el «señor Anguita y sus votantes». Y la disposición al diálogo y al entendimiento. Y luego dijo aquello de «respeto su proyecto, pero no lo comparto».

Pocas acusaciones

Acusaciones pocas. Lo de Julio Anguita fue más el retrato de un país azotado por el paro, la precariedad y la pobreza -«la edad media de los pobres ha bajado a los 22 años», se lamentó- y volvió a pedir que se aclarase lo de «los GAL, la corrupción y los fondos reservados». Y, en este caso, culpó al Gobierno de Aznar de haber dicho una cosa en la oposición y haber hecho otra muy distinta en el Gobierno. También criticó la «revuelta de los fiscales» y aquí sí señaló sin duda alguna al «Gobierno y a la Ministra de Justicia».

Anguita dijo, como advertencia previa a su discurso, que allí había ido a comparecer ante la Cámara, pero sobre todo «ante los ciudadanos y ciudadanas». Dijo que sería sencillo y claro. Lo que pasó es que, precisamente, ese afán le llevó a abrumar con datos y explicaciones sobre la situación del país y de los trabajadores, lo que, en ocasiones, cubrió su discurso con las nieblas de la confusión. Mejor estuvo en sus réplicas, libre de la tiranía del discurso escrito.

Buscó, como es habitual en sus intervenciones, el apoyo de la Constitución -«el pacto aceptado por todos»-. Y con ella por delante, lanzó una batería de preguntas a Aznar, casi todas referidas al empleo y la construcción europea.

Anguita reiteró que ese modelo de construcción no era el suyo. Y aclaró que «sería muy fácil achacar todo eso a su Gobierno y al modelo neoliberal que practica». «Eso no es lo grave», puntualizó, «porque usted hace la política que le dejan sus presupuestos. Lo grave es el grado de consenso que hay en esta Cámara sobre esa política», dijo en referencia a la intervención de González y su apoyo a la construcción europea. Anguita prefirió apoyar la postura del Gobierno francés y su defensa de una Europa impulsada por lo social por encima de lo económico.

«Salgan con el máximo silencio y celeridad»

R. S., Madrid
Julio Anguita contempló ayer cómo numerosos diputados abandonaban sus escaños cuando él iba a subir a la tribuna de oradores. Tranquilo, esperó, recogido, a un lado de la escalera. Luego se acercó al atril y charló sin prisas con el presidente del Congreso, Federico Trillo. Pedro Antonio Ríos, de IU, era casi el único miembro de la mesa que permanecía en su puesto. Con Trillo, el ujier. Nadie más.

Se marcharon los diputados con la recomendación del presidente de «salgan con el máximo silencio y celeridad», como si de una huida nocturna se tratara. Después, Anguita tomó la palabra para quejarse de que, en contra de lo acordado en el Consejo de RTVE, el pleno no se estaba retransmitiendo para los sordos. Aznar diría luego que a él le habían dicho que sí, pero por el teletexto. Lo cierto es que lo que se podía leer en el teletexto era el resumen habitual de noticias.

No tuvo Anguita su día. Esa misma mañana cuando se dirigía al Congreso, distraído, una señora, muy educada, hubo de advertirle: «¡Cuidado señor Anguita, que me pisa usted el perrito!». Anguita bajó la vista y a sus pies, efectivamente, estaba un perrito que le miraba asustado.

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