El País Digital
Martes
8 julio
1997 - Nº 431

Clinton callejea por Palma

Los reyes de España enseñan la capital balear al presidente
de Estados Unidos y a su esposa

FRANCESC ARROYO, Palma de Mallorca

Clinton toma en sus brazos a una niña durante
su visita por Palma de Mallorca (O. Pipkin).
«¿Ampliar la OTAN? Si hemos tardado 50 años, bien podemos esperar unos días más». El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, dio ayer una respuesta tópicamente mallorquina a la única pregunta política que le hicieron los periodistas mientras daba un paseo por el casco antiguo de Palma de Mallorca. Iba acompañado del rey Juan Carlos I, que a veces le hacía de cicerone señalándole tal o cual detalle. Ligeramente detrás estaban la reina Sofía y Hillary Clinton.

A Mallorca la llaman la isla de la calma. Clinton parecía saborearla ayer. Junto a su esposa y a la familia real española, paseó morosamente por las callejas de la vieja ciudad. Una temperatura suave, sin calor excesivo, permitió la dilación, el recreo en la contemplación de las fachadas, en los saludos a la gente que se agolpaba tras los escoltas y que vitoreaba a la comitiva, especialmente a los Reyes.

Los dos jefes de Estado iban en mangas de camisa, doña Sofía vestía un traje de chaqueta de color tostado, y la primera dama norteamericana, un vestido a lunares, y se tocaba con una pamela. Eran las 12.05 cuando los cuatro salieron del palacio de la Almudaina para recorrer las calles adyacentes. Es un edificio cuyos orígenes se remontan al siglo II, reformado una y otra vez por árabes y cristianos. Desde 1985 sirve como residencia de los Reyes durante sus estancias en Palma de Mallorca y aloja también a los invitados de la familia real. Ha sido en este palacio donde se ha alojado el matrimonio Clinton.

A través de la calle del Palau Reial se han dirigido hacia la plaza de Cort, donde se encuentra el Ayuntamiento. El recorrido era tan improvisado que el alcalde, Joan Fageda, apenas ha tenido tiempo de salir al balcón para saludar a los paseantes, mientras éstos contemplaban un olivo milenario trasplantado allí hace algunos años.

De inmediato han visitado una de las casas nobles que abundan en la zona: Can Vivot, construida a finales del siglo XVII y hoy residencia de los marqueses de Zabellà. El marqués, que supera los 80 años, había salido, pero estaban su esposa, María Alonso, y dos de sus seis hijos: Pedro y Conchita Montaner. El primero ha actuado como guía improvisado mostrando a los visitantes la biblioteca, la capilla, un brasero de plata del siglo XVII y los frescos que, según se ha lamentado, sufren un grave proceso de deterioro. La Reina y Hillary Clinton han disfrutado, sobre todo, con la contemplación de un San Antonio rezando pintado por Ribera. Justo al lado se halla la sede de Olañeta Editores. Una muchacha, desde una ventana, ha regalado a Clinton la edición inglesa de un éxito de ventas local: Queridos mallorquines. Claves del trato personal en la isla de Mallorca, de Guy de Forestier, seudónimo del arquitecto catalán afincado en Mallorca Carlos García-Delgado. Clinton ha asegurado que ya lo tenía y que lo había estado leyendo durante su estancia en la isla.

Luego, en la calle de Morey, se ha producido un intento, vano, de visitar otra mansión: Can Oleza, edificada en los siglos XVI y XVII. Estaba cerrada y las dos familias han tenido que contentarse con ver el patio desde la verja. Justo enfrente, una mujer contemplaba el paso de la comitiva desde una ventana de la planta baja, con una niña en brazos: Macarena Ferriol, de cinco meses. Clinton se ha dirigido a ambas y, tras pedir permiso, ha cogido al bebé en brazos, lo ha mecido y le ha hecho carantoñas durante un par de minutos, antes de cederlo a la Reina.

El presidente de Estados Unidos no ha dejado de elogiar la arquitectura, la historia y la gente a lo largo del paseo, que ha durado poco más de una hora y media. Al final, antes de volver a la Almudaina, ha asegurado que lamentaba no disponer de más días para seguir en la isla.

Y es que incluso la calma mallorquina necesita tiempo para atrapar totalmente a sus visitantes.

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