El País Digital
Martes
18 febrero
1997 - Nº 291


47º FESTIVAL DE BERLÍN

Montxo Armendáriz trae con 'Secretos del corazón' el mejor cine visto hasta ahora

ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS ENVIADO ESPECIAL , Berlín
La española Secretos del corazón es por ahora (junto a El paciente inglés, del británico Anthony Minghella, pero un punto por encima) la mejor película que se ha visto en esta Berlinale, que está alcanzando una altura media mucho más que aceptable. La película, escrita y dirigida por Armendáriz, es un bellísimo relato intimista, de esos que (a media voz, fundiendo dolor con humor, alegría con congoja) llena por dentro al espectador, que se ve obligado a aliviar por los lagrimales algo del agua que le inunda.


Charo López, Montxo Armendáriz, Andoni
Erburu y Carmelo Gómez en Berlín. (Efe)
Puro cine, una maravilla de sutileza, complejidad y elegancia, que aplastó a la vulgaridad que asola el engendro del intruso francés Bernard-Henri Levy, ésa Le jour et le nuit que ni presencias como Lauren Bacall, Paco Rabal y Alain Delon salvan del agua exterior, la del naufragio. Un azar hizo que, hace cosa de seis años, este cronista fuese testigo del embrión de Secretos del corazón, una de las más emocionantes y refinadas obras del cine español actual. Viene aquí a cuento (se verá por qué) contarlo.

El cronista formó parte de la primera comisión creada por el Ministerio de Cultura destinada a conceder, dada la escasez de relatos y proyectos originales que desertizan la raíz de nuestro cine, becas para profesionales y noveles de la escritura cinematográfica. Los siete miembros de aquella comisión nos repartimos los casi 500 proyectos presentados para alcanzar una de las 20 o 30 ayudas públicas a esta indispensable tarea privada.

Uno de los proyectos de película que le tocó defender al cronista era el contenido en la veintena de folios que Armendáriz, en carrera profesional algo frenada por el resultado económico (menor del que presagiaba su Concha de Oro en San Sebastián) de Las cartas de Alou presentó en busca de beca. Recuerdo exactamente los lacónicos términos de mi defensa de aquel proyecto: «Leed esto, porque se defiende solo». Unos meses después la primera redacción del guión estaba hecha y en busca de producción y financiación.

El cronista no sabe por cuántas manos ha pasado Secretos del corazón a lo largo de seis años, pero tiene suficientes elementos de juicio para sospechar que por muchas, antes de que llegara a las de Imanol Uribe y Andrés Santana, que (estos sí) supieron leer el manuscrito de Armendáriz y llevaron a la pantalla las hermosas imágenes que presagiaba. Y el cronista vuelve por enésima vez a preguntarse: ¿Qué ocurre en nuestro cine? ¿Cómo es posible que copias y más copias de aquel primoroso embrión de película fueran a parar a más y más papeleras? ¿Cómo digerir que en España (y no nos consuela que también ocurra en Hollywood) hay quienes se llaman productores y cifran su tarea en el montaje del tinglado financiador, mientras ignoran que el verdadero acto de producción, su intransferible parcela creadora, consiste en saber deducir y en hacer crecer de unos papeles la película que esconden? ¿Qué tipo de ceguera de antiproducción o de intrusismo de antiprofesionalidad ha mantenido durante los últimos cinco años a esta maravillosa película en la inexistencia? Son preguntas que llevan en su simple formulación la respuesta.

Pero Secretos del corazón está ya aquí, en esta gran Berlinale, y en ella ocupa un lugar en la cumbre. Fue clamorosamente ovacionada, pero lo de menos es ya que la premien o la dejen de premiar, porque lo de más es que existe. Armendáriz nos hace volver en ella al mismo cálido rincón de los piconeros del bosque de Tasio, donde surgió su cine, y de un salto nos ha encaramado a su (por ahora y con mucha diferencia sobre el resto) más bella, generosa y libre película, a la que hay por suerte que volver dentro de unas semanas ahí, en España; y ojalá que también (pero hay jurados tan obtusos como muchos productores y no hay que hacerse demasiadas ilusiones) dentro de unos días aquí, en Alemania.

A lo que, en cambio, no hay en modo alguno que volver es a la intrusa y vulgar mediocridad del -dicen que es filósofo, pero si lo es, ¿qué demonios pinta en una pelea de cineastas?- analfabeto profundo, que es aquél que ignora su ignorancia, Bernard- Henri Levy, y su literalmente espantosa Le jour et le nuit, de la que el cronista -ofendido por la pretenciosa inanidad de su anticine y humillado por el tedio que sudan los sobacos de este cadáver de película- huyó sin sentir el menor escrúpulo, pues para colmo el pensador vino a pensar, no a competir; vino a lucirse, no a arriesgarse; y encima con guardaespaldas de lujo, auténticos iconos vivientes del cine moderno: Rabal, Bacall, Delon, el eminente músico Maurice Jarre. Pregunta, que también lleva consigo la respuesta, de quien no puede como yo contar (pues no lo he visto) el final de la película: ¿de qué modo termina una película que nunca empieza?

El reflejo del mundo adulto
en la mirada de un niño

J. C. , Bonn
El director navarro Montxo Armendáriz, de 48 años, realizador de Secretos del corazón, primera película ovacionada en esta Berlinale, declaró que trató de servirse de la mirada de un niño para reflejar el mundo de los adultos en la España de los años sesenta.

La película sitúa la acción en Navarra pero, según el director, podría haberse localizado en cualquier otro punto de España. Niega Armendáriz haber hecho una película autobiográfica, aunque reconoce haber recreado los ambientes de su infancia, «las pasarelas en el río que son un símbolo de hacerse mayor, cuando se pueden saltar, y adonde se iba a fumar el primer cigarro o reunirse con la primera chica». Armendáriz; el productor, Imanol Uribe, y los protagonistas, Charo López y Carmelo Gómez, con el niño Andoni Erburu, de nueve años, incluido, comparecieron ante la prensa en Berlín, cuando todavía se palpaba el buen sabor de boca que dejó la película, reflejado en los aplausos en el gigantesco Zoo Palast, lleno hasta los topes.

Explicó Armenáriz el proceso seguido para seleccionar a los niños que intervienen. Para ello recorrieron colegios e ikastolas y vieron entre 3.000 y 3.500 niños, hasta llegar a una selección final de una docena, de la que salió ese hallazgo de Andoni quien ayer, ante los flashes de los fotográfos, comentaba: «Muchas fotos». Le preguntaron a Armendáriz por qué no hablan vasco los protagonistas y respondió que la película podía haberse localizado en cualquier lugar de España, pero además, en ese tiempo, el euskera «era una lengua maldita que no se hablaba y muchos padres incluso no querían que sus hijos la hablaran».

La localización en Navarra la explica Armendáriz por conocer el sitio, porque él procede de esa región, y, además, «ciertos comportamientos de los adultos corresponden más al carácter vasco o navarro que al de otros lugares del Estado». El niño Andoni dijo que hacer la película no le había enseñado nada, que le resultó interesante conocer actores y que la experiencia fue «como vivir la vida de otro chico». El protagonista la vio ayer por primera vez en Berlín y dice que le gustó.

Para rodar con niños, se necesitaron dos meses previos de ensayos, dijo Armendáriz. «A los niños no les contábamos el guión, sino lo que les sucedía a las personas». Añadió el director que suponía una dificultad hacer sentir miedos de los años sesenta que no sienten los niños de hoy. La explicación de los 60 a los niños resultaba laboriosa, «a Andoni le asusta Fredy Krugger». A Charo López le impresionó «la pasividad y convulsión interior que muestra el niño». Carmelo Gómez dijo que le costó mucho la escena en que abofetea al niño, que tenía que llorar, pero se reía, porque no lo hacía con fuerza. «Pero al fin le pegué bien y se emocionó y lloró», contó el actor. «Me parece que mereció la pena, porque la escena ahí queda y me gustó muchísimo».

'Asalto a los cielos' despierta interés y aplausos

JOSÉ COMAS , Berlín
El documental español Asalto a los cielos , de José Luis López Linares y Javier Rioyo, sobre la biografía del asesino de Troski, Ramón Mercader, llenó la sala, recibió fuertes aplausos y provocó un animado coloquio, tras su proyección en la Berlinale dentro de la sección Panorama documental.

El público, joven en su mayoría, que llenaba la sala pequeña del Zoo Palast, donde se proyectan las películas en competición, siguió la proyección con interés y se advertía en las risas que captaba la componente tragicómica de muchas intervenciones de viejos revolucionarios, entre resignados y desengañados, pero todavía con inusitada energía verbal y gesticuladora. Así ocurrió cuando, en Moscú, una anciana comunista de más de 90 años se refiere al ex dirigente del PCE Santiago Carrillo con un simple ruido de la boca, un «yaaa», equivalente a «¡a mí me vais a contar!»

Al final de la proyección hubo muchos aplausos para los directores y la actriz Charo López, quien lee el texto del documental con voz intensa y atractiva. Después siguió el coloquio y la moderadora se mostró entre ignorante y conmovida. Ignorante, porque reconoció que ella no tenía ni idea de quién había asesinado a Troski y creyó que los autores de la película habían resuelto el misterio. Conmovida, porque la mujer estableció un paralelismo entre los niños españoles transportados a la Unión Soviética durante la guerra y las deportaciones en Alemania.

Flores para Lenin

Rioyo explicó el trabajo de investigación desarrollado para el documental y calificó los archivos rusos de «bastante caóticos», aunque «contienen infinidad de imágenes inéditas» y citó como ejemplo las que muestra el documental de Carrillo y Pasionaria al depositar coronas de flores ante la tumba con la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. Contó Rioyo la negociación con un ex agente del KGB que posee material filmado de Mercader, pero no se pudo incluir en el documental por el precio desmedido que pedía por su venta.

Una pregunta del público se interesó por el papel del poeta chileno Pablo Neruda en el asesinato de Troski. Respondió Rioyo, voz cantante del dúo de realizadores, que existen muchos rumores sobre el tema, pero la posible implicación del poeta sería más bien del tipo de seducción por el estalinismo, en la que cayeron muchísimos intelectuales de aquella época.


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