El País Digital
Lunes
28 abril
1997 - Nº 360

Alemania reconoce su culpa en el bombardeo de Gernika por la Legión Cóndor hace 60 años

JUAN MIGUEL MUÑOZ, Gernika
Un millar de personas, entre ellas 150 supervivientes del bombardeo de Gernika, asistieron ayer en esta localidad vizcaína a un acto de desagravio largo tiempo esperado. El embajador de Bonn en España, Hening Wegener, leyó un mensaje del presidente alemán, Roman Herzog, en el que asume en nombre de su país la responsabilidad del ataque aéreo de la Legión Cóndor el 26 de abril de 1937. Herzog reconoció «la culpa de los aviones alemanes» y pidió perdón.


El embajador alemán en España,
ayer en Gernika (F. D-Aldama).
Entre gestos emocionados de los presentes y ante diputados de izquierdas y ecologistas del Parlamento alemán (Bundestag) y Europeo, que se felicitaron por la iniciativa de Herzog, el alcalde de Gernika, Eduardo Vallejo, subrayó antes de comenzar los discursos: «No queremos que nadie se arrodille. Sólo que se desmonte la gran mentira de Franco y que la Historia diga la verdad» sobre el primer ataque masivo aéreo contra una población civil indefensa.

Tras ser escuchado el reconocimiento de la responsabilidad germana -en alemán, euskera y castellano-, los organizadores del 60º aniversario del bombardeo reclamaron una declaración similar de «un Gobierno español» que rechace la posición oficial de la dictadura franquista. «La España de Franco no incendia», sostuvo hasta su ocaso el régimen franquista, que acusó a los lugareños y a los rojos de haber incendiado la emblemática villa vasca. Vallejo señaló que un gesto del Estado español «sería bien recibido por los vascos». De momento, cada uno de los supervivientes recibirá la declaración de Roman Herzog por escrito.

La lluvia impidió que la lectura de las palabras del presidente alemán se realizara en la plaza de Los Fueros, tal como estaba previsto. La plaza del Mercado fue el escenario donde Herzog ofreció, a través del embajador alemán en España, su «mano abierta en ruego por la reconciliación». Los aplausos no se hicieron esperar. Acto seguido, Ute Vogt, diputada del opositor Partido Socialdemócrata (SPD), expresó su satisfacción por la decisión de Herzog de reconocer la culpa de Alemania por colaborar con el Ejército de Franco en la atroz matanza.

Una década de espera

Se logra así lo que había resultado imposible desde hace una década, cuando la diputada de los Verdes, Petra Kelly, fallecida hace casi cinco años, comenzó su batalla en el Bundestag para que esa Cámara asumiera una petición de disculpas por la participación del régimen de Adolf Hitler en el brutal ataque de la Luftwaffe a Gernika. Los partidos que sostienen al Gobierno del canciller Helmut Kohl -democristianos, liberales y socialcristianos de Baviera- rechazaron la semana pasada discutir una moción en este sentido. «Es una propuesta poco preparada», terció ayer el embajador alemán. «Lo que importa», añadió, «es que el presidente ha tomado la iniciativa en un asunto de trascendencia moral».

Flanqueados en el improvisado estrado por el alcalde de Gernika, Eduardo Vallejo (PNV) y por Wegener, Miren de Gomeza y Luis Iriondo, supervivientes de la masacre, escuchaban con atención. Fue la voz de Iriondo, entrecortada a medida que avanzaba en su lectura, la que desató más emoción. «Posiblemente desde su altura, (los aviadores alemanes) nos veían como hormigas que huían desesperadamente. Y no pudimos hablarnos. Los hombres y las hormigas no pueden hablarse... Hoy tenemos otra visita... Ya no hay unos arriba y otros abajo y por eso, aunque en distintas lenguas, podemos entendernos. Y ahora sí. Ahora podemos hacer lo que entonces no pudimos. Abrir nuestros brazos y decirles: 'Bienvenidos a Gernika, marchemos juntos en paz'».

La cerrada salva de aplausos, de un minuto de duración, no pudo ser secundada por algunos de los ancianos que vivieron aquél 26 de abril porque tuvieron que echar mano de sus pañuelos para secarse unas lágrimas que no pudieron contener.

«Les ofrezco mi mano abierta»

EL PAÍS, Bilbao

Gernika, bombardeada por la aviación
alemana en 1937 (Sygma).

Mensaje a Gernika del presidente de Alemania, Roman Herzog, leído por el embajador en España:

«El 26 de abril de 1937, Gernika fue víctima de un ataque aéreo del escuadrón de la Legión Cóndor que convirtió el nombre de esta ciudad en el emblema de una beligerancia que cogió a la población indefensa por sorpresa, convirtiéndola en víctima de las más terribles atrocidades. El día de Gernika y el sufrimiento humano que simboliza este nombre forman parte desde entonces del recuerdo colectivo de nuestros pueblos.

Sesenta años después del bombardeo han crecido nuevas generaciones. Pero ustedes, como víctimas del ataque, todavía llevan inscrito en el corazón el recuerdo de este día y sus consecuencias. Para ustedes sigue siendo presente lo que para la mayoría de nosotros es pasado a pesar de que todos nosotros debemos sentirnos apenados por el sufrimiento que cayó sobre Gernika.

Yo quiero asumir ese pasado y reconocer expresamente la culpa de los aviones alemanes involucrados. Les dirijo a ustedes como sobrevivientes del ataque y testigos del horror vivido mi mensaje conmemorativo de condolencia y duelo.

Evoco el recuerdo de aquellas personas a las que aquel día en Gernika les fue quebrada la felicidad de su vida, destrozada su familia, destruido su hogar, robada su vecindad. Comparto con ustedes el luto por los muertos y heridos. Les ofrezco a ustedes, que todavía llevan en las entrañas las heridas del pasado, mi mano abierta en ruego por la reconciliación».

Un gesto que tardó 60 años

A. G., Bonn
Lunes, 26 de abril de 1937. Día de mercado. Hacia las cuatro y media de la tarde cuatro bombarderos Heinkel 111, tres escuadrillas de Junker 52 y dos unidades de cazas Messerschmidt, en total 43 aviones, encuadrados en la Legión Cóndor, enviada por Hitler en auxilio de Franco, arrojaron sobre Gernika no menos de 10.000 kilos de bombas explosivas, las poderosas bombas minas SC 250 y otros 30.000 kilos de bombas incendiarias, que lo arrasaron todo.

Los cazas, volando a baja altura, ametrallaban a los vecinos que huían aterrados por la vega del río o en dirección a los montes cercanos.

El ataque se inició con la aparición de un solitario bombardero Heinkel 111 que lanzó su cargamento de bombas sobre la estación del pueblo. Una vez pasado este ataque, los habitantes salieron de los refugios antiaéreos, momento en el que hicieron su aparición el resto de los aviones de la Legión Cóndor.

Los objetivos habían sido seleccionados previa y ordenadamente. La operación se inició por el este de la Casa de Juntas, donde sólo quedó indemne el histórico árbol símbolo de las libertades de Euskadi. Durante tres horas, y cada 20 minutos, llegaban escuadrillas de aviones nazis.

Era la primera vez que se bombardeaba una ciudad abierta, sin especial significación militar. El espanto de la acción, conocido en el mundo gracias sobre todo al relato del corresponsal de The Times George L. Steer, convirtió a la villa foral, símbolo de las libertades de los vascos, en símbolo también de la barbarie humana. Hubo 2.000 muertos y un millar de heridos.

Reconciliación

Ayer, sesenta años después, llegó el mensaje de reconciliación enviado por el presidente federal alemán, Roman Herzog, y leído por el embajador Henning Wegener en Gernika. Durante los últimos diez años, los diputados democristianos y liberales -que forman la actual coalición de gobierno- bloquearon sistemáticamente toda iniciativa parlamentaria en ese sentido y se habían conformado con ofrecer ayudas económicas a la ciudad.

La semana pasada, los Verdes y los socialdemócratas presentaron un proyecto de resolución para que el Parlamento se disculpara en nombre del pueblo alemán por el bombardeo. Sin embargo, los diputados de la coalición de gobierno se negaron incluso a rebatir la resolución.

En vista de la negativa de su propio partido -los democristianos y su socio de coalición- a formular un mensaje de reconciliación, el presidente Herzog decidió hacerlo él mismo, lo cual fue saludado por diputados de la oposición como un gesto que libraba a Alemania de una nueva «vergüenza histórica».

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