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Domingo
6 julio
1997 - Nº 429

Benedetti: «El pasotismo de los jóvenes
es sólo parcialmente cierto»

MIGUEL MORA , Madrid
«El pasotismo de los jóvenes es sólo media verdad», dice un Mario Benedetti que anda en plena «epidemia de doctorados» y teme que «tal vez eso sea un síntoma de vejez». Pero ya se sabe que la juventud es un estado de ánimo, y a los 76 años, «cumplidas las bodas de oro con el asma», el novelista, cuentista y poeta uruguayo parece especialmente contento.


Mario Benedetti (S. Burgos).
Existen varias razones para que Benedetti se sienta satisfecho: Andamios, su última novela, está siendo un gran éxito en América Latina; él acaba de pasar tres semanas de descanso en Uruguay y ha aprovechado, explica, «para adelantar mi nuevo libro de poesía -tengo ya unos 60 poemas-, leer 14 o 15 libros y dormir como loco». Además, el jueves, en Valladolid, Benedetti recibe su segundo doctorado honoris causa español en dos meses.

El pasado 16 de mayo, en la Universidad de Alicante, Benedetti agradeció el primer síntoma de su «epidemia de doctorados» con un poema inédito, lleno de subversión y crítica, titulado Zapping de siglos. El viernes por la noche, en su modesta casa del barrio de Prosperidad de Madrid, hogar de un exilio que duró casi 30 años, el autor uruguayo preparaba sus palabras de agradecimiento al doctorado que se le impondrá el jueves en Valladolid. «Los reconocimientos de la universidad española siempre alegran», dice, «porque son galardones que están menos infuidos por los medios y los mercados que los premios literarios».

Y ya que, «sorprendentemente», fue propuesto para la distinción por la Facultad de Urbanismo, Benedetti hablará de Montevideo: «Pero no hablaré mucho de arquitectura, claro. Montevideo ha sido siempre el centro de mi literatura, casi mi única inspiración literaria, y aunque la dictadura la cambió para mal, levantando monumentos y mausoleos espantosos, al más puro estilo del realismo socialista que tanto criticaban, no la cambio por ninguna otra ciudad».

Su última estancia allí ha sido una especie de traslación del regreso del protagonista de su última novela, Andamios: en una casa en la playa, Benedetti ha aprovechado para leer -«a Manuel Vicent, Muñoz Molina y otros españoles de ahora»- y escribir todo lo que no puede durante la frenética actividad paralela que le exige su oficio en estos tiempos de cultura espectáculo. «No llevo nada bien esa dictadura del mercado, que no es sólo culpa de las editoriales, sino de la prensa, los jurados, las ferias... Me niego muchísimo, el médico me dice que me niegue mucho más, y casi creo que a las ferias no voy a volver, cada vez me gusta menos que midan mis colas y participar en cifras mentirosas».

Más de 70 libros

Pero de ese moderno gaje lo que más angustia a Benedetti «es no tener tiempo para escribir». Aunque sus amigos le pinchan diciéndole que si con poco tiempo ha escrito más de 70 libros, teniéndolo habría acabado con todo el papel del mundo, él sigue añorando el momento de ponerse ante la página en blanco, instante dramático para muchos que en Benedetti es puro relax: «No tengo problema. Si no hay tema, me pongo a leer». Además de intentar seguir todo lo que hacen los latinos de hoy, sucumbe algunas veces a la relectura: «Vallejo, Machado y Pessoa, sobre todo, porque fueron muy importantes para mí».

Tras dos años y medio de trabajo en Andamios, novela -mezclada con cuentos, poemas y artículos- que parece la obra definitiva sobre el tema de su vida -el exilio, que se abre como un paraguas a otros subtemas: el terror de las dictaduras, el desexilio, la nostalgia, la soledad o «la solidaridad concreta» de la gente-, Benedetti ha recibido el éxito del libro publicado por Alfaguara con una mezcla de escepticismo -«yo no escribo nunca pensando en vender, no me parece honesto»- y de ilusión renovada: «¡Claro que es agradable y estimulante que la gente compre tus libros! Y para un viejo de casi 77 años es una gran noticia que lo lea sobre todo la gente joven».

Benedetti cree que los jóvenes «se acercan cada vez más a la poesía, y eso quiere decir que todo lo que nos cuentan del pasotismo es sólo parcialmente cierto. Hay un mecanismo globalizador que trata de hacernos pensar que todos los jóvenes son pasotas, pero yo creo que muchos no lo son y quieren estudiar, saber, entender las cosas extrañas que nos pasan».

El autor de Gracias por el fuego imagina que los jóvenes de este fin de milenio viven «llenos de dudas y perplejidades», y que «se acercan a los poetas mayores y a la canción que dice cosas tratando de encontrar respuestas. Luego ven que los poetas tampoco las tenemos, pero se quedan, tal vez porque saberse acompañados por los viejos les hace sentirse menos solos, o porque creen que las respuestas hay que buscarlas entre todos».

Ahí está, una vez más, el Benedetti comprometido, aunque sospeche que ésa es «una etiqueta que ayuda a descalificar, sobre todo el compromiso de izquierdas, y que un libro no sirve para derribar ninguna dictadura». Pero, a pesar de todo... «La globalización de la economía es la globalización de la corrupción y la frivolidad. Un sistema dirigido especialmente a los jóvenes. Ésos que Leotard llama los decididores (las multinacionales, especialmente) tratan de frivolizarlo todo porque saben que la rebelión viene de la juventud». Y así, «el pasado no vale, el futuro no existe y el presente es cada día más chiquito: un instante no más».

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