El País Digital
Miércoles
12 marzo
1997 - Nº 313

Aznar afirma que el escenario autonómico «está bien diseñado y la obra casi a punto»

LUIS R. AIZPEOLEA, Madrid
«Tenemos el escenario bien diseñado y la obra casi a punto. No estropeemos los últimos ensayos con muecas excesivas». El presidente del Gobierno, José María Aznar, vaticinó así el cierre en breve del modelo autonómico en el discurso con el que abrió en el Senado el debate sobre el estado de las autonomías. Una hora más tarde, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, le aguó la previsión: Cataluña no encuentra encaje en el actual Estado de las autonomías, afirmó. La discrepancia entre socios dejó en segundo plano el que se preveía como tema estrella de la jornada, la financiación regional.

Aznar no sólo no consiguió convencer al lehendakari José Antonio Ardanza de que asistiera al debate. Tampoco Pujol acudió al almuerzo al cuál el presidente del Senado, Juan Ignacio Barrero, había invitado a todos los presidentes regionales. Optó por el pragmatismo y comió con el ministro de Trabajo, Javier Arenas, para abordar el candentes asunto de la reforma laboral y los traspasos a Cataluña del Inem (Instituto Nacional de Empleo).

El jefe del Ejecutivo trató de marcar el debate con un balance del cumplimiento de sus compromisos autonómicos de hace 10 meses, durante el discurso de investidura. No hubo novedades. Destacó los 90 traspasos por valor de 60.000 millones a las comunidades; la aprobación de la LOFAGE (Ley Orgánica del Funcionamiento de la Administración General del Estado); y la puesta en marcha de la corresponsabilidad fiscal, plasmada en el nuevo modelo de financiación autonómica. Fue tan detallada y carente de novedades su intervención que el coordinador de IU, Julio Anguita, calificó en los pasillos el discurso del presidente como el de «un profesor de Derecho Administrativo».

Aznar intentó compensar su balance sobre el amplio desarrollo autonómico en sus 10 meses de mandato con una apelación a un próximo cierre del modelo y a una firme voluntad de mantener la fórmula de financiación que pactó con CiU, con un doble mensaje dirigido, por un lado, a los nacionalistas y, por otro, a los presidentes de comunidades controladas por los socialistas: el andaluz, Manuel Chaves; el castellano-manchego, José Bono; y el extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra.

A los nacionalistas les dijo: «No estropeemos los últimos ensayos. No tiene sentido que reescribamos el guión continuamente». A los del PSOE les pidió responsabilidad, y no les ofreció otra alternativa que la aceptación del nuevo modelo de financiación aprobado por las Cortes a finales de 1996. «No es razonable un modelo para cada comunidad», aclaró, y justificó estas advertencias en «la importancia del empeño» de la construcción del Estado autonómico, que «debe sacudir cualquier tentación de maniobrar con fines particulares o de utilizar una cuestión tan trascendental como arma para disputas estériles».

En un terreno más concreto, Aznar puso el énfasis en una reforma del Senado que «pueda dar frutos en un plazo cercano». Situó el eje del debate sobre dicha reforma en alcanzar un mayor equilibrio entre las dos Cámaras legislativas. También destacó la necesidad de completar el proceso de reforma de los estatutos de las comunidades de vía lenta, así como de culminar en las próximas semanas la reforma del concierto económico y del convenio navarro. El impulso a la cooperación entre comunidades, tras el importante desarrollo autonómico, fue la guinda final de sus propuestas concretas.

Pujol marcó el contrapunto y el sobresalto con un discurso muy reivindicativo, en el que llegó a denunciar que el desarrollo del Estado autonómico, desde el anterior debate en el Senado, hace más de dos años, funciona «en dirección opuesta» a lo previsto entonces. Denunció la falta de un encaje de Cataluña en España, aunque expresó la voluntad expresa de integración. Y trató de reivindicar para sí el protagonismo de la reclamación autonómica en España, al abrigo de la ausencia de Ardanza. «Les diré que creo que Cataluña ha sido y es líder del autonomismo».

Cambio de papeles

Chaves y Bono llevaron el peso de la crítica al nuevo modelo de financiación. El andaluz pidió un nuevo pacto autonómico, rechazado por adelantado por Aznar. El castellano-manchego denunció las contradiciones entre el PP en la oposición y el PP en el Gobierno, y recordó cómo los populares decían, antes de llegar al Gobierno, que nunca aceptarían una fórmula sin consenso de todas las comunidades.

El debate de ayer también puso de manifiesto el cambio de papeles de los presidentes autonómicos en función del cambio de Gobierno de hace un año. No sólo los socialistas, sino también los del PP. Estos últimos, sin excepción, apoyaron el modelo actual, y atribuyeron algunas deficiencias a la herencia dejada por el PSOE.

El presidente catalán rompe el protocolo

A. D., Madrid
La obligación antes que la devoción o la diversión. Esto debió pensar ayer el presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, al verse ante la disyuntiva de aceptar la invitación a almorzar del presidente del Senado, Juan Ignacio Barrero, junto al resto de los presidentes autonómicos, o comer mano a mano con el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Javier Arenas. El político catalán optó por irse a comer con el ministro andaluz.

La tentación era fuerte: si almorzaba con Arenas podía conocer de primera mano la opinión del Gobierno y, sobre todo, los datos de la marcha de las negociaciones entre patronal y sindicatos sobre la reforma laboral. El presidente Pujol planteó a Arenas la posibilidad de que a medio o corto plazo la Generalitat reciba su demandado traspaso del Inem.

Entre tanto, el presidente del Gobierno, José María Aznar, sí compartió el almuerzo de Barrero con todos los presidentes autonómicos, incluidos los socialistas Manuel Chaves, José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Del comedor elegido por Barrero no sólo hubo que retirar la silla que dejó vacía el presidente Pujol, sino también la del presidente del Gobierno vasco, José Antonio Ardanza. «Claro, no es lo mismo hablar en un batzoki que en el Senado; esto último es algo más complejo», ironizó Txiki Benegas, secretario de Relaciones Políticas e Institucionales. El secretario general adjunto de los socialistas en el Senado, el alavés Javier Rojo, mostró un estado de ánimo compungido: «Ardanza ha dejado sin voz a la mitad del pueblo vasco».

La ausencia de Ardanza fue la nota de pesar de este debate de las autonomías, como pusieron de manifiesto en extraña coincidencia el secretario general del PSOE, Felipe González, y el coordinador general de Izquierda Unida, Julio Anguita. Ambos políticos siguieron coincidiendo en la evaluación del discurso del presidente Aznar: «Sin consistencia», dijeron.

La estrella

De nuevo, como en la edición de 1994, la estrella rutilante fue Jordi Pujol. El presidente catalán se las ingenió para que un discurso fuertemente reivindicativo y quejoso en el fondo, ni ofendiera ni disgustara, gracias al suave envoltorio del que lo rodeó. La explicación guasona de algunos senadores era la de que el auditorio, incluyendo a los miembros del Gobierno, no le había entendido ni una palabra. Ciertamente sólo tres ministros, Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y José Manuel Romay, hicieron uso de los auriculares de traducción simultánea. El resto, incluido José María Aznar, le escucharon sin intermediarios en catalán.

La primera jornada concluyó con aplastante normalidad. Los jefes de gobierno de la España de las autonomías, esta vez sí con Pujol pero sin el presidente del Gobierno, terminaron la velada con una cena que les ofreció el presidente madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón, que extendió el agasajo a las esposas de sus compañeros.

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