El País Digital
Martes
11 febrero
1997 - Nº 284

ETA asesta el mayor golpe desde la llegada
del Partido Popular al Gobierno

EL PAÍS , Madrid

Sanitarios del Samur atienden en el suelo al
magistrado Martínez Emperador. (Contifoto)
El día se abrió en Granada con una sacudida de muerte, metralla y pánico. La fachada del bloque número 9 de la urbanización Jardín de la Reina, donde viven militares, reventó y dejó al aire cuatro plantas del edificio. El cadáver de Domingo Puente quedó en la calle junto a ocho heridos. Dos muchachos de 12 y 16 años, hijos de un comandante que habitaban el edificio, resultaron con lesiones.

El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, además de la condena introdujo los primeros elementos políticos en una mañana siniestra: no al documento del PNV que pide negociación con ETA, y exigencia de una policía especializada a la vista de los atentados que han sacudido Andalucía.

En Madrid, el mundo judicial reaccionó con incredulidad y firmeza ante el asesinato del magistrado del Supremo Martínez Emperador, que ejercía en la sala cuarta, de lo Social. Emilio Olabarría, miembro del Consejo del Poder Judicial y ex diputado del PNV, explicó al borde del llanto que era un atentado contra toda la magistratura en la persona de un hombre de gran altura técnica y talante progresista. Otros dieron seguridades de que el atentado no doblará la firmeza de los jueces.

En el lugar del crimen, ocurrido a las dos y media de la tarde, todo fue confusión. Sonó un disparo y alguien vio a un hombre correr mientras gritaba «¡asesino, asesino!», pero el delegado del Gobierno, Pedro Núñez Morgades, no descarta que fuese el propio pistolero, en un alarde de fría crueldad, para confundir.

En medio de estos zarpazos terroristas, la policía vasca acudía al desván del caserío Bengoa , en Mallabia (Vizcaya), para atender la llamada de un cuñado de Eugenio Aranburu, miembro de la Mesa Nacional de HB y comprobar que su cadáver pendía colgado de una viga. Según la Ertzaintza, Eugenio Aranburu, de 42 años, se suicidó. Apenas 72 horas después de que José María Aranzamendi, preso preventivo acusado de colaborar con ETA, se ahorcase en la prisión madrileña de Alcalá-Meco, el entorno terrorista volvía a conmoverse con la muerte de este sindicalista de LAB conocido por Txo entre sus compañeros y del que algunos aseguran que se trataba de una persona «superfuerte». Ayer, precisamente, Aranburu tenía que comparecer ante el Supremo.

Varios dirigentes de HB acudieron al lugar. José Luis Elkoro, conocido por la radicalidad de sus comportamientos, no pudo contener los sollozos al ver el cadáver. Una trágica coincidencia servía para igualar las reacciones de un dirigente de HB con las de los familiares de las víctimas de ETA.

Los terroristas habían estado a punto de provocar una matanza en Granada y alcanzaban a la cúpula judicial el mismo día en que el lehendakari José Antonio Ardanza se entrevistaba en Madrid con el presidente del Gobierno, José María Aznar. En plena conversación les llegó la noticia del atentado de Madrid. Aun así, el dirigente vasco animó al jefe del Gobierno a impulsar la Mesa de Ajuria Enea en busca de la pacificación de Euskadi y aludió al documento del PNV en el que se propone a Aznar dialogar con ETA.

Al menos formalmente, esta última cuestión no pudo resultar más inoportuna. Francisco Álvarez Cascos, vicepresidente del Gobierno, acudió al hospital Gregorio Marañón, donde estaba el cadáver de Martínez Emperador, y aseguró que «el Estado de derecho no puede ceder ante el terror, ante la violencia y ante la muerte» y que «el Gobierno mantiene la misma actitud frente a los terroristas los 365 días del año».

El ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, que se encontraba en Jerusalén, avanzó más en el análisis político y esperaba -informa Lino Ventosinos - que de la entrevista entre Aznar y Ardanza pudiera salir «un clima de mayor acuerdo». «Aunque la solución a corto plazo no viene por ahí», reiteró, «a largo plazo es importante la creación de un consenso político y social». Para Mayor, con los atentados de ayer se confirma que «existe un reto de ETA contra toda la sociedad, sembrando indiscriminadamente terror y pánico».

El titular calificó la jornada como «el momento más crítico» desde que dirige el ministerio. Mayor suspendió su visita oficial tras el primer atentado, pero no pudo regresar antes de que se cometiese el segundo. Se mostró abatido y aseguró que «cuando se producen estos hechos sobran las palabras. Sólo cabe reiterar que tenemos que estar con el dolor de los familiares de las víctimas».

Mayor tuvo noticia del atentado de Granada cuando depositaba en Jerusalén una corona ante el monumento a las víctimas del holocausto. No pudo evitar una asociación de ideas entre el nazismo y el terror de ETA.

Muestrario siniestro

JOSÉ LUIS BARBERÍA


La maquinaria que rige el pensamiento colectivo de HB y sincroniza los movimientos de sus dirigentes se quebró ayer en Mallabia (Vizcaya) mientras ETA mataba en Granada y se disponía a hacerlo en Madrid. El eslabón más débil de la cadena terminó por romperse ante la perspectiva del ingreso en prisión, cuando la figura del preso ahorcado en la celda de Alcalá Meco José María Aranzamendi seguía estando omnipresente en ese mundo. Lo repitieron los desconcertados familiares del dirigente de HB que siguió ayer los pasos del recluso de ETA: nada hacía presagiar que Eugenio Aramburu estuviera jugando con la idea del suicidio, nada permitía suponer que ayer él fuera el eslabón más débil.

Ciertamente, dadas las circunstancias, quizás no resulte gratuito suponer que la presión política y social que conlleva pertenecer a la dirección de HB en estos momentos, la tentación de emular el sacrifio del preso de ETA y el miedo y el cansancio mismo hayan tensado la soga en Mallabia.

Con su muestrario de imágenes siniestras, diabólicamente concatenadas, la jornada de ayer ofreció la prueba de cómo la dinámica que exige la inmolación de los demás en el altar de los objetivos propios arrastra también a ese mundo hacia su propio despeñadero personal y colectivo. Sin necesidad de establecer un nexo orgánico común, el asesinato del magistrado del Tribunal Supremo muestra, simplemente, que los activistas del comando Madrid han leído rápidamente los mensajes en su deformado prisma de la realidad y se han puesto manos a la obra.

Ayer, pese a su papel de verdugos en Granada y Madrid, las gentes de ETA-HB interiorizaron a fondo su condición de víctimas, un ejercicio subjetivamente imprescindible porque les permite exonerarse de toda culpa y equiparse en el sufrimiento. El dolor, sincero, por la muerte del preso de ETA y del dirigente de HB, se funde con el alivio de la responsabilidad propia y como tantas otras veces estalla enardecida en gestos y actos de reafirmación colectiva.

La concatenación de muertes producidas ayer es, claro está, resultado de una trágica combinación circunstancial pero ese hecho no impide atribuirle el carácter de sintomático. El suicidio del preso José María Aranzamendi y el de Eugenio Aramburu, sin precedentes en la Mesa Nacional de HB, pueden ser significativo del vértigo que provoca la actual ofensiva emprendida por ese mundo. La suma de asesinatos y suicidios es, desde luego, sintomática del grado de enfrentamiento anunciado por aquellos dirigentes de HB que presagiaron «un año muy duro».

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