El País Digital
Sábado
21 junio
1997 - Nº 414

«Sigo disponible para
lo que queráis»

Texto del discurso de Felipe González ante el 34º Congreso del PSOE


Felipe González, en un momento de
su discurso (M. Escalera).
El secretario general del PSOE, Felipe González, pronunció ayer un discurso en la sesión de apertura del congreso de sus partido, cuyos pasajes más significativos se reproducen a continuación:

«Compañeras y compañeros: servir al partido y, sobre todo, a los ciudadanos que nos apoyan. No es un mérito que los dirigentes podamos esgrimir como un pedigrí, sino un honor que se nos hace y que tenemos que agradecer, sea cual sea el lugar que ocupemos, el lugar que se nos dé en la organización o en las instituciones; para eso estamos en el partido. Ello lleva a una abierta actitud de disponibilidad que Ramón Rubial expresaba hace más de 25 años con una sencilla reflexión: «Como presidente del partido o como portero de la Casa del Pueblo, estoy dispuesto a servir a este partido y a este proyecto en cualquier lugar».

Empezaré y terminaré dándoos las gracias por vuestra confianza y también agradeciendo, cómo no, a más de nueve millones de ciudadanos, casi nueve millones y medio, que nos acompañan en momentos buenos y malos, que nos apoyan cuando acertamos y nos soportan, a pesar de que nos equivoquemos.

Celebramos el congreso en un momento peculiar, en el momento en que se cumplen 20 años de las primeras elecciones democráticas, 20 años de democracia. Tras 40 años de dictadura, que se asentaron sobre una guerra civil cruel y una represión despiadada. Celebrarlo en estos días exige una reflexión, un balance, que nos permita comprender este pasado para intentar proyectar con sentido de la historia y el futuro.

En estos días surgen, ya se ha dicho aquí, nuevos e impúdicos propietarios de la transición. Como siempre, no son todos los que están ni están todos los que son. Pero sobre todo es preocupante que no se entienda, que no se comprenda o no se quiera comprender lo que ha pasado en España. Personalmente sentí un escalofrío especial cuando oí que alguien afirmaba, y creo que con convicción, que el problema que llamábamos de las dos Españas era una tontería, porque ya se había resuelto hacía 60 años. Pensé: hay quienes no han aprendido nada, hay quienes no han comprendido el profundo sentido de estos 20 años. El inmenso esfuerzo -discreto casi siempre, pero ampliamente mayoritario- de la sociedad española para superar un pasado secular de enfrentamientos cainitas. Para superar el enfrentamiento civil y el autoritarismo. Para recomponer la convivencia libre y pacífica. Para recomponer los trozos de amigos y de enemigos, de trasterrados y de exiliados del interior.

La transición, la historia de estos 20 años, tiene su clave. Conocerla ayudará a todos a proyectar hacia el futuro, la libertad y la democracia. La clave consistió en no vindicar el pasado, en concentrar los esfuerzos en reivindicar el futuro. Consistió en no quedar atrapados, una vez más, en el laberinto de una historia que no hicimos bien en el siglo XIX y una buena parte del XX. O, si lo prefieren, desde que aplastaron los absolutistas aquellos aires reformistas de Carlos III. Arrancadas de caballo y paradas de burro han acompañado, hasta la transición democrática, los intentos de reforma, de modernización, de convivencia democrática en España.(...)

¿Qué significó el 15 de junio? ¿Qué significó, teniendo en cuenta esta clave, no vindicar el pasado, reivindicar el futuro?(...)

El voto se repartió, como saben. Pero por si acaso alguno no lo sabe, se lo recuerdo. Porque fue ejemplar para definir las aspiraciones de nuestro pueblo. La Unión de Centro Democrático, que encabezó Adolfo Suárez dentro de esos reformistas que querían superar el pasado, se situó, con una minoría mayoritaria, por encima del 35% de los votos. El voto a nuestro partido fue de casi el 30%, 29 y pico, que, sumado al voto del profesor Tierno en el viejo PSP, situaba al socialismo democrático español a la par de la Unión de Centro Democrático. Los ciudadanos, sin un entrenamiento democrático previo después de cuatro décadas largas sin elecciones libres y con una brevísima campaña, dibujaron con sabiduría un mapa enormemente significativo. Mostraron una clara voluntad de cambio generoso con todos y para todos.

Fraga y los fundadores del actual Partido Popular, entonces AP, fueron identificados con el pasado; con un pasado que se quería superar, dejar atrás; y recibieron un voto de una cierta nostalgia autoritaria, bastante escaso.

El partido comunista, que tal vez no se renovó a tiempo, a pesar del esfuerzo inteligente y tenaz de sus dirigentes y del sacrificio de muchos de sus militantes en favor de la reconciliación, de la mano tendida, se situó en el 10%. Aquí tienen el espectro político en el nivel de toda España. Sin duda fueron notables los votos nacionalistas donde los había, en el País Vasco y en Cataluña.(...)

El resto de las instituciones, incluso de otros poderes del Estado, del aparato del Estado en su conjunto -por esa idea de no vindicar el pasado y reivindicar el futuro-, se mantuvo íntegramente. No se pedían cuentas a la historia y mucho menos se tenía la tentación de depurar responsabilidades.(...)

En ese balance hay que recordar que, de esos 20 años, a nosotros nos tocó estar seis y medio en la oposición y trece y medio en el Gobierno. Si alguien quiere hacer un balance de los 20 años y le parece positivo, es difícil que al mismo tiempo pueda argumentar que trece años y medio de esos 20 años estando en la responsabilidad del poder no han contribuido a ese cambio positivo del que hoy se reclaman protagonistas.

Entre el 77 y el 82 estuvimos en la oposición con Gobiernos presididos por Adolfo Suárez y Calvo Sotelo.(...)

Entre el 82 y el 96 estuvimos en el Gobierno. Teníamos un proyecto de cambio para España, y la condición previa era superar una crisis económica que veníamos padeciendo desde la mitad de los setenta, lo que se llamó aquel shock del petróleo.

Fue duro y difícil, pero lo conseguimos, y en el 85 ya se veía claramente que la situación económica había cambiado. Despegaba la recuperación. ¿Qué identificaba nuestro proyecto?

Queríamos asentar la democracia frente a la violencia terrorista y a la tentación involucionista. No sólo completamos aquella operación de acordeón, que supuso cerrar las responsabilidades del 23-F, sino que, con discreción y con prudencia, seguimos durante años tratando de combatir -repito, con discreción y prudencia, mientras los ciudadanos vivían tranquilos- las tensiones, las tentaciones involucionistas.

Duró varios años, y se mezcló esa involución con la presión en la lucha terrorista. Y os quiero decir algo para que no se olvide, no aquí, sino aquí y fuera de aquí. Cuando se vea con perspectiva histórica el inmenso esfuerzo de autocontención de las fuerzas de seguridad desde la muerte del dictador hasta que desaparecieron brotes de acciones antiterroristas, al margen de la legalidad, a finales del 85 o del 86; cuando se vea históricamente el esfuerzo de autocontención y la mezcla entre involución, terrorismo y lucha antiterrorista, algunos de los que hoy padecen una injusta persecución por su tarea serán saludados por este pueblo como los grandes contribuyentes a la democracia.(...)

Es verdad que nuestros márgenes se fueron estrechando. Escándalos reales y una buena orquestación político-mediática y algo más, que poco a poco se va sabiendo, fueron minando la confianza de una parte de los ciudadanos y la nuestra propia. Desavenencias, desacuerdos con las organizaciones sindicales, con responsabilidades que asumimos, pero que podríamos compartir, también fueron mermando nuestro margen de maniobra. Renació en la oposición de los últimos años un afán vindicativo, desconocido en la transición, que aún perdura después del 3 de marzo, y que amenaza con hacernos retroceder en décadas en este clima de convivencia en libertad y en paz con reglas de juego.

Compañeras y compañeros. Más que ganarnos las elecciones el año pasado, lo que ocurrió es que las perdimos nosotros. Ya di cuenta en el Comité Federal, y lo dije como se dicen algunas cosas en mi tierra -las más serias se dicen intentando hacer alguna broma o utilizando la ironía-: «Nos costó mucho esfuerzo perderlas y al fin lo conseguimos, aunque fuera por poco, aunque fuera por 300.000 votos». Y aun así, una vez más, 9,5 millones de ciudadanos confiaron en nosotros más que nosotros mismos. Bueno, pasó el 3 de marzo. Si hemos de ser sinceros, el 3 de marzo fue percibido, en buena parte, como un alivio, por muchos de nosotros -desde luego, por el que os habla- y también por algunos de nuestros votantes. Nos votaban, tenían lealtad, pero también -y lo digo para algunos de los que puedan aprovechar esta frase, cortándola, en el No-Do- el alivio que sentían no estaba exento de prevención o de temor- por la reaparición de la derecha, era un alivio y un cierto temor, ése era el estado de ánimo. En mi tierra, alguna gente sencilla decía, entre comillas, una frase muy expresiva: «Han vuelto ellos». ¡Qué sabiduría de siglos! Lo decían en la primera foto, han vuelto ellos. ¿Quiénes serán ellos? (...)

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