REVISTA
16/12/96

Una multitud de densidad líquida convirtió este fin de semana las calles y centros comerciales de la ciudad en una gran fiesta del consumo





CATEDRALES DEL COMERCIO Los cuatro centros de El Corte Inglés en Barcelona recibieron durante cada uno de estos dos últimos días unos 175.000 visitantes en total, de los que casi 80.000 acudieron al situado en la plaza Catalunya, reflejando una alegría en el consumo superior a la del año pasado


EL INFLUJO DE LAS GUIRNALDAS Las organizaciones de consumidores aseguran que la Navidad propicia la compra poco reflexiva pero que se puede ahorrar hasta un 30 % conjugando tres verbos: planificar, comparar y escalonar

Un río de clientes

Las compras navideñas abarrotan los centros comerciales de la ciudad

E n el mundo en que vivimos muy poca gente puede sustraerse al influjo de la Navidad. No resulta extraño pues que este fin de semana la mayoría formásemos parte de esa multitud de densidad líquida que convirtió las calles y centros comerciales de la ciudad en plácidos ríos de clientes potenciales, en torrentes de consumidores dispuestos a cumplir con el rito esencial de la liturgia navideña: regalar a las personas cercanas --y a uno mismo-- un pellizco de los sueños que la prosaica realidad ha hecho aparcar a lo largo del año.
¡Ahora sí!, parecen pensar los centenares de personas que cada 60 segundos se agolpan en el semáforo de la calle Fontanella con la plaza Catalunya de Barcelona, esperando con cara circunspecta la señal del hombrecillo verde. Los que bajan de montaña aparecen recortados por el titileo de un gigantesco mural luminoso que camina por la fachada de El Corte Inglés y que se refleja en las pupilas de los que suben por Portal de l'Ángel. Y mientras ambas corrientes aprovechan los 25 segundos de que disponen para cruzar, la sobria mole del edificio del Banco de España parece susurrar desde la esquina: inflación cero, el dinero es medio punto más barato...
Los cuatro centros de El Corte Inglés en Barcelona han recibido durante cada uno de estos dos días unos 175.000 visitantes, de los que casi 80.000 acudieron al de plaza Catalunya. "El comercio es el reflejo de la situación económica de un país y en esta campaña nos da la sensación de una alegría de consumo superior, aunque sin estridencias, a la del año pasado", explica Jordi Romañach, portavoz de estos grandes almacenes. "Básicamente hay una serie de productos cuya venta se dispara por estas fechas: los artículos de regalo, de alimentación y los de juegos y deportes, seguidos por el adorno navideño, la informática y la imagen y sonido. Los tres últimos años se ha detectado asimismo una tendencia al alza del regalo de moda y hemos asistido a la caída del teléfono móvil, que casi ha desaparecido a la vista de las numerosas ofertas que lo incluyen gratis."
Todos los comercios ofrecen estos días sus mejores galas para atraer a la multitud que colapsa aceras y zonas peatonales, dispuesta a rascarse el bolsillo para cumplir con el rito. José María Múgica, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) aconseja: "Hemos de escapar al influjo de las guirnaldas. Las luces, la música ambiental, los mensajes publicitarios que rodean de un 'ambiente festivo' la venta de productos nos hacen bajar la guardia y propician la compra impulsiva y poco reflexiva". Para evitar que las tarjetas de crédito comiencen a echar humo y que las alegrías de hoy se tornen penas en febrero, Múgica nos invita durante estas fiestas a practicar la conjugación de tres verbos: planificar, comparar y escalonar las compras. "Si lo hacen pueden ahorrar hasta un 30 por ciento en el presupuesto navideño."
El profesor Miquel Grau, jefe de estudios de Investigación y Técnicas de Mercado de la UB, cree que es una incongruencia emparedar al ciudadano entre las críticas que se hacen a la sociedad consumista al mismo tiempo que las autoridades económicas lo animan a incrementar su consumo privado. "Las compras navideñas se pueden considerar como la manifestación de una época de fiesta y alegría, yo diría que es una oportunidad de expresar a otros seres el afecto y la amistad que les profesamos. Posibilita además la creación de un ambiente cordial dentro de los hogares e incluso fuera de ellos. Propiciar unas compras adecuadas es bueno incluso para el país."
Por su parte, Pere Pla, uno de los 250.000 transeúntes que el pasado sábado vadearon el asfalto por este paso de peatones, va sólo a mirar, dice. Porque no duda de que hoy encuentre algo de la larga lista de necesidades que la Navidad propicia. Su mujer asiente y la niña tira de su brazo para poder acariciar unos cachorros recién nacidos que hay al pie del semáforo. La familia Pla se reconoce en las cifras del más reciente estudio de consumo: entre comidas, ocio, juguetes y regalos gastará una media de 50.000 pesetas por persona. La niña, Neus, agotará las 15.000 pesetas que cada chaval de nuestro país recibe, como promedio, de su entorno familiar. "Quizás un poco más", dice Pere Pla cruzando una sonrisa de complicidad con su hija. La madre aclara: "Están pensando en el CD-Rom".
La gran fiesta del consumo que celebramos durante estas fechas se nos presenta repleta de entrañables nostalgias que acaban girando en torno a objetos y productos estrella que varían de año en año renovando la ilusión y engrasando la economía. Tras las consolas de videojuegos y las bicicletas de montaña que reinaron durante las campañas pasadas, este año ha aparecido un nuevo astro en el firmamento de nuestros deseos: el ordenador multimedia.
A la entrada de la FNAC, la más reciente catedral de la cultura diseñada por Bofill en L' Illa Diagonal, que este fin de semana bulle también al límite de su capacidad, y expuesto como una obra de arte, un equipo con lector de CD-Rom muestra las posibilidades de tratamiento de imagen. Todo el mundo se detiene unos segundos ante su pantalla, fascinados ante el futuro. Los libros están al fondo y los televisores a la izquierda, mientras que la sección de informática y software ocupa el espacio central.
La coyuntura económica parece favorable, los precios de ordenadores y programas han bajado sensiblemente, pero: ¿ya está el horno para gastarse 200.000 en un juguete? "Va, papá, que así podremos aprender inglés", le dice el hijo preadolescente al padre indeciso ante el expositor de novedades informáticas. El chaval repasa de nuevo los juegos y cosas "alucinantes" que se pueden hacer con la maquinita, mientras el progenitor mira con atención la posibilidad de tener un fax integrado en casa, la conexión con Internet y el precio.
"Aunque muchos padres utilicen la excusa de los hijos para adquirirlo, como cuando antes compraban el tren eléctrico para su chaval de dos años, ya no se trata de un simple 'gadget', sino que su adquisición se plantea como un elemento de tecnologización del hogar, como una puerta de acceso a las nuevas tecnologías", explica Joan Seix, profesor de Psicología de Empresa en el Institut Químic de Sarrià. "Además, en un momento de presupuestos restrictivos en las economías domésticas en que nos hemos convertido en una olla a presión de deseos insatisfechos, la Navidad parece darnos permiso para estirar más el brazo que la manga. Y aunque cuando salimos a comprar acabamos adquiriendo un porcentaje alto de productos no previstos, la compra impulsiva sería como una válvula de escape para expresar nuestras emociones."
Consumo y emociones, estos parecen ser los dos pilares sobre los que se sustenta el imaginario de la Navidad actual.
"El año pasado el precio de los equipos multimedia era todavía muy alto, pero ahora ya se ha puesto al alcance de mucha gente", explica Juan Manuel Cuesta, jefe de la sección de informática de la FNAC, y pone el ejemplo para ilustrar el cambio el precio de la consola Play- station que la campaña anterior se situaba en las 60.000 pesetas y hoy cuesta 32.900 con un juego. Aunque para el año que viene ya anuncian la aparición de un nuevo tipo de disco conocido como DVD para el que no servirán los equipos actuales. El futuro se nos presenta, como casi siempre, vertiginoso.
A la busca de valores más seguros, miríadas de barceloneses se acercaron también ayer a las ferias y establecimientos que ofertan los más acendrados productos navideños. "Turrón, belén, cava y familia", resume Ángel Cuesta mientras está a punto de concluir la complicada operación logística que supone comprar un abeto de 2,40 metros en el centro de una ciudad rebosante de visitantes para los que parece haber desplegado sus galas más seductoras. La gente parece más dispuesta que nunca a ser feliz y disfruta mientras se arremolina en torno a una orquesta de Siberia que semanas antes no lograba unos aplausos tan cálidos ni una recaudación tan boyante.
El espíritu de la Navidad parece empaparlo todo, es tiempo de paz y solidaridad con los menesterosos. "Ahora es el momento de las buenas acciones", reza el cartel del sociólogo en paro que reclama caridad pública apoyado en un escaparate de Telefónica. El cartel muestra su formación racional: "Con dos turrones que dejes de comprarte podré dormir esta noche en una pensión y si me das 3.000 pesetas llevaré el saco a desinfectar". Pero la calderilla de su cazo indica que algo ha fallado en el análisis de los resortes de la solidaridad actual. Por ello se queja amargamente a un colega que toca la guitarra de rodillas al otro lado del semáforo.
--¿Sabes cuánto se ha sacado ayer el de los perros?
Se lo dice uno al otro refiriéndose a un tercero, sentado en el suelo en la acera y acompañado de una perra de la que maman cuatro cachorros y un gato, mientras una chinchilla come pipas dentro de su chaqueta.
--¡78.000 pesetas! ¡Y estas Navidades se sacará dos kilos!
Los especialistas en ventas saben que un mensaje cognoscitivo es insuficiente para quebrar la apatía de un comprador bombardeado por toda clase de estímulos. Y estos días de ternura a flor de piel, una camada de cachorros llega mejor a la fibra sensible de la gente que un licenciado en caída libre. La publicidad ya ha tomado nota.
Los dos pobres se separan, como todos, deseándose feliz Navidad.
--Y próspero Año Nuevo.
--¡Sobre todo eso, tú!
MANUEL DÍAZ PRIETO / JOSÉ M.ª ALGUERSUARI (fotos)


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