OPINIÓN
16/12/96



El mal de las aulas

U N estudio sobre absentismo laboral del Ministerio de Educación y las estadísticas de la inspección médica en Cataluña coinciden en señalar que la depresión y las enfermedades mentales han experimentado un aumento en los últimos años en los maestros y profesores de secundaria. Es un problema que suele comentarse en los ambientes docentes, pero sobre el que hasta ahora habían trascendido pocos datos. Según el estudio del ministerio, las bajas por enfermedad entre los docentes preuniversitarios aumentaron un 15 por ciento desde el curso 1989-90 hasta el curso 1994-95. Y la enfermedad que más aumentó (en un 30 por ciento) fue la depresión, que al final de este periodo ocupaba el segundo lugar, después de la gripe, en la lista de motivos de baja.
Es cierto que hay otras patologías muy propias de la enseñanza, como las fónicas (vinculadas al uso forzado de la voz), pero las depresiones y el estrés, a parte de crecer en el conjunto de enfermedades que afectan al colectivo docente, tienen su origen en situaciones profesionales relacionadas con el marco social y los cambios que se registran en el mundo de la enseñanza. Los expertos admiten que entre las causas de estas enfermedades domina el menor reconocimiento social de la labor de los enseñantes, gratificación que antes compensaba la baja remuneración económica. Esta devaluación social de los docentes se refleja, consecuentemente, en la actitud de los alumnos en las aulas, y explica, en parte, determinadas manifestaciones escolares de violencia. Algunos especialistas temen que con la plena implantación de la educación secundaria obligatoria (ESO) se agudizarán los cuadros de estrés en los profesores. La escolarización obligatoria hasta los 16 años lleva a las aulas alumnos sin ningún interés por el estudio. Será necesario que las autoridades educativas hagan un esfuerzo para mejorar las condiciones de trabajo de aquellos en quienes la sociedad ha depositado la responsabilidad de formar a los jóvenes.


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