Domingo 22 de septiembre de 1996

La Escuela de las Américas enseñó a militares latinoamericanos a torturar y asesinar

ANTONIO CAÑO, Washington
Décadas después de que los movimientos de izquierda de todo el mundo lo denunciasen, Estados Unidos ha reconocido ahora que su célebre Escuela de las Américas sirvió para adiestrar en la tortura, el chantaje y el asesinato a miles de militares latinoamericanos. Entre ellos, según documentos secretos dados a conocer por el Pentágono, 19 de los soldados salvadoreños que tomaron parte en la muerte en 1989 del padre Ignacio Ellacuría y otros cinco sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana.


Los más siniestros sistemas de entrenamiento enseñados en la Escuela de las Américas, de acuerdo a los documentos oficiales, están recogidos en un plan de los años sesenta denominado Programa de Asistencia en Inteligencia a Ejércitos Extranjeros, pero más conocido como Proyecto X. En él, según el resumen que consta en un texto del Departamento de Defensa, se enseñaba a usar «el miedo, el pago de recompensas por la muerte de enemigos, la tortura, las falsas detenciones, las ejecuciones y el uso del suero de la verdad».

Entre los ex alumnos de la escuela figuran el mayor Roberto D’Aubuisson, responsable de la creación de los escuadrones de la muerte en El Salvador, el general Manuel Antonio Noriega, actualmente preso por narcotráfico en Estados Unidos y el coronel Julio Roberto Alpírez, acusado de innumerables asesinatos de guerrilleros y presuntos colaboradores de la guerrilla en Guatemala, incluido un norteamericano. A lo largo de sus 50 años de existencia, por esa institución pasaron también miles de militares de 11 países de Centroamérica y Suramérica.

La Escuela de las Américas permaneció en las bases norteamericanas en Panamá hasta su traslado, en 1984, a Fort Benning, en Georgia. El jueves por la noche, poco después de que el Pentágono hiciera públicos los documentos citados, el congresista Joseph Kennedy, un duro crítico de las actividades de la Escuela, pidió su cierre inmediato.

«Los datos revelados», afirma una nota hecha pública por el congresista, «prueban lo que durante tanto tiempo se ha venido sospechando: que el dinero de los contribuyentes ha sido utilizado para adiestrar en el abuso físico ».

Los documentos conocidos ayer son el fruto de la filtración de una investigación interna que el Pentágono hizo en 1992. El viernes por la noche el Pentágono hizo públicos los resultados de esa investigación, en la que se afirma que la escuela utilizó sistemas «que no habían tenido la necesaria aprobación doctrinal», así como algunos de los manuales usados en el adiestramiento de los militares latinoamericanos.

Uno de esos manuales, titulado El manejo de las fuentes, afirma que «los agentes de contrainteligencia pueden proceder a la detención de los padres de los empleados (término con el que se refiere a los informantes), la detención del propio empleado o a su apaleamiento para obtener información». Otro manual, el que se refiere a Terrorismo y guerrilla urbana, enseña lo siguiente: «Una de las funciones de los agentes es la de recomendar objetivos de contrainteligencia para su neutralización. Algunos ejemplos de esos objetivos son funcionarios del Gobierno y líderes políticos». Un funcionario del Pentágono consultado por el diario The Washington Post aclaró que la palabra «neutralización» equivale en esos manuales al asesinato de una persona.

El Departamento de Defensa ha asegurado que, como fruto de la investigación de 1992, todos esos manuales han sido retirados de la escuela que hoy opera, según el Pentágono, conforme a estrictas normas de respeto a los derechos humanos.

Pese a que la investigación de 1992 descubrió el uso de métodos tan brutales, el informe oficial asegura que no se han encontrado pruebas de que eso formara parte de «un intento deliberado de violar las normas de conducta» de las Fuerzas Armadas de EE UU.

El manual sobre El manejo de las fuentes recomienda que algunas de las actividades de contrainteligencia sean realizadas de forma «clandestina», lo que parece ser la base sobre la que actuaron las Fuerzas Armadas de Argentina, Chile y otros países del continente en la creación de escuadrones de la muerte y en la práctica de hacer desaparecer a los detenidos políticos. Miles de personas desaparecieron en América Latina en las décadas de los regímenes militares después de haber sido secuestradas por personal del Ejército.

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