Domingo 20 de octubre de 1996

El voto del miedo

Las elecciones presidenciales de hoy despiertan
el fantasma de la guerra civil que vivió Nicaragua

MAITE RICO ENVIADA ESPECIAL, Managua
«¡Viva Nicaragua libre!», gritaban el miércoles por la noche miles de simpatizantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) reunidos en la explanada Juan Pablo II de Managua para celebrar el cierre de campaña de su candidato a la presidencia, el comandante Daniel Ortega. El grito de la antigua guerrilla que derrocó en 1979 al dictador Anastasio Somoza revivía de nuevo en medio de un océano de banderas rojinegras. Pulse aquí para acceder a la página del Consejo Supremo Electoral Nicaragüense: http://www.cse.gob.ni


Violeta Chamorro es felicitada por el obispo
Obando, en su 67º cumpleaños (P.Ugarte).
Horas antes, muy cerca, miles de seguidores del candidato conservador Arnoldo Alemán, vestidos de rojo («pero rojo sin mancha», puntualizan) habían hecho su propia adaptación de la consigna: «¡Viva Nicaragua liberal!».

Alemán, antiguo alcalde de Managua, y Ortega, ex presidente nicaragüense, se repartirán, según los sondeos, el 70% de los votos en las elecciones generales que hoy se celebran en esta república centroamericana, las segundas auténticamente democráticas de su historia. En principio, las encuestas sitúan a Alemán cerca del 45% necesario para acceder a la presidencia. Pero Ortega parece pisarle los talones. Apenas quedará nada para los restantes 22 candidatos, que van desde los sandinistas renovadores y comunistas hasta los conservadores.

«Estamos como en 1990», comenta Tita con cierta congoja. Esta abogada recuerda el miedo que reinó en los comicios en los que el Frente Sandinista sufrió un voto de castigo que puso en el poder a la Unión Nacional Opositora, encabezada por Violeta Chamorro. «Otra vez la sociedad se polariza, otra vez la gente va a votar no para que gane su favorito, sino para que no gane su enemigo».

Y es que la campaña electoral ha reabierto las heridas de los enfrentamientos armados que sacudieron a Nicaragua entre 1978 y 1989, y que dejaron 50.000 muertos: primero en la insurgencia contra la familia Somoza; después durante la guerra contra el Gobierno sandinista, auspiciada por EE UU.

Las pretensiones de los candidatos de mostrarse como almas gemelas de la madre Teresa de Calcuta no han funcionado. Alemán escribe al Papa Juan Pablo II y dice que «barrerá las cenizas de la guerra». Ortega se viste de blanco y transforma su imagen de feroz guerrillero listo para exterminar a la burguesía en pacífico predicador proclive a un «Gobierno de todos». «Estoy asustadísima, se ha vuelto santo», decía la presidenta doña Violeta.

La reacción ha sido la contraria, y en ningún lugar se ha reflejado tan bien como en los medios de comunicación, que han retomado su viejo papel según su filiación. Alemán es un «engendro somocista» en el diario Barricada, mientras que La Prensa se encarga de recordar la «noche oscura» que trajo a Nicaragua la «dictadura sandinista».

Numerosos sectores empiezan a tener la incómoda sensación de la amenaza. Los sandinistas se sienten amenazados por el triunfo de Alemán: a los campesinos les dicen que les quitará las tierras que recibieron tras las confiscaciones que hizo el Frente (cuando en realidad se ha comprometido a terminar de entregar los títulos de propiedad que comenzó a repartir Violeta Chamorro). Y la antigua cúpula guerrillera, convertida en una burguesía boyante, se siente amenazada en sus privilegios.

Ahí está Alemán, en uno de sus gestos populistas, conminando a Ortega a devolver la casa donde vive por ser producto de la piñata (el reparto de propiedades confiscadas entre los dirigentes sandinistas antes de abandonar el poder).

Y el eventual triunfo del comandante Daniel hace sentir a los antisandinistas de nuevo la soga de las expropiaciones, la censura, el autoritarismo y la guerra. «Si ganan los sandinistas, me voy», dice Rubén, un joven profesional que regresó al país, con otras 200.000 personas, tras la derrota del Frente de 1990. «Ya los conocemos. No es tanto por la cúpula como por la militancia, que es terrible. Vienen con ganas de revancha. El país se va a volver a paralizar».

Los empresarios han sido claros: si gana Daniel Ortega, a pesar de su programa liberal, habrá de nuevo un impasse económico. Por eso la patronal recomienda ya abiertamente votar por Arnoldo Alemán, a pesar de no considerarlo uno de los suyos.

El clima tan polarizado lleva al «voto útil», que es en realidad el voto del miedo: los resortes de autodefensa, como dice el periodista Carlos Fernando Chamorro, hijo de la actual presidenta, se disparan: no se vota en conciencia, sino para parar a la amenaza, venga de donde venga.

«Alemán y Ortega son los líderes que ha generado la propia sociedad nicaragüense. Ellos no provocan la polarización, sino que son su consecuencia», asegura un funcionario latinoamericano.

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