Martes 22 de octubre de 1996

Alemán, virtual presidente de Nicaragua

MAITE RICO ENVIADA ESPECIAL, Managua
La derechista Alianza Liberal proclamó a su candidato, el abogado Arnoldo Alemán, ganador de las elecciones presidenciales de Nicaragua en la madrugada de ayer, cuando el recuento oficial de la votación del domingo no había hecho sino empezar. Las cifras, que llegan con cuentagotas, parecen confirmar el pronóstico. Con casi la mitad de las mesas escrutadas, Alemán había alcanzado el 48% de los votos, y su máximo contrincante, el sandinista Daniel Ortega, el 39%. El ex comandante guerrillero aseguró esta madrugada que no reconoce el escrutinio realizado por el Consejo Supremo Electoral (CSE).Pulse aquí para acceder a la página del Consejo Supremo Electoral Nicaragüense: http://www.cse.gob.ni

De mantenerse esta ventaja por encima de la barrera del 45% de los votos no será necesaria una segunda vuelta electoral y Alemán se convertirá en el nuevo presidente de Nicaragua.

«Hubiéramos querido reconocer los resultados, sentimos que no podemos hacerlo», declaró anoche Ortega en una conferencia de prensa. «No estamos poniendo en cuestión la autoridad del Consejo Supremo Electoral», añadió tras indicar que ha habido serias irregularidades y alteraciones en la transmisión de datos de los departamentos, que han hecho perder al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) 60.000 votos.

La coalición conservadora anunció su triunfo sobre las dos de la madrugada, cuando en muchos lugares del país ni siquiera se había comenzado el escrutinio por los graves retrasos que sufrió todo el proceso. Frente al jolgorio que se vivía en la sede de campaña conservadora, a base de salsa y otros ritmos tropicales, las oficinas del FSLN y los medios de comunicación afines a la antigua guerrilla mantenían un sombrío y significativo silencio.

El recuento del Frente

A primera hora de la mañana, Daniel Ortega rompió el mutismo: «Nos preocupa que la Alianza Liberal salga a cantar victoria cuando aún no hay elementos suficientes». Tras anunciar que el recuento del FSLN le situaba por encima de su contrincante, el ex presidente de Nicaragua denunció «anomalías encaminadas a perturbar el proceso», pero no quiso especificar a qué se refería. Ya en la tarde (madrugada en España) se negó a reconocer los datos del CSE.

Ortega recibió a una delegación de Estados Unidos encabezada por el enviado del Gobierno de Bill Clinton, Brian Atwood, y su embajador en Nicaragua, John Maisto. Es de suponer que acudieron a calmar los ánimos del Frente ante lo que parece su segunda derrota consecutiva en las urnas, tras los comicios de 1990, que pusieron fin a 11 años de régimen sandinista.

Alrededor de 200.000 personas (el 10% del padrón electoral) se quedaron sin votar por errores del censo. Los retrasos generalizados en la apertura de los colegios electorales y, sobre todo, la caótica distribución de las papeletas, que en muchas mesas, incluida la propia capital, no llegaron hasta la tres de la tarde, tiñeron de inquietud un proceso que concentraba seis votaciones: presidente, diputados regionales y nacionales, alcaldes, concejos municipales y miembros del Parlamento Centroamericano. «Es una absurda sobredosis de democracia que ha complicado mucho las cosas», comentaba un observador.

Incluso César Gaviria, presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA), dejó traslucir, en medio de sus habituales felicitaciones a todo el mundo, que el sistema articulado por la ley electoral nicaragüense es inviable, por su complejidad, para un país sin tradición de votación. No tenía siquiera padrón. Pese a todo, insistió Gaviria, «el resultado es legítimo y se corresponde a la voluntad del pueblo nicaragüense».

El pueblo nicaragüense, desde luego, ha demostrado ser inasequible al desaliento. La participación ha sido masiva. En el campo y en la ciudad, los vecinos se mantuvieron durante horas en largas filas, aunque los colegios no hubieran abierto por falta de papeletas. Y siguieron allá, caída la noche, sin luz eléctrica.

Un oligarca aupado por el voto popular

M. R. ,Managua
«¡Se impuso Gordomán!». Con abierta sonrisa, Arnoldo Alemán ponía ayer el The End a una serie de viñetas del diario La Prensa, sobre el duelo a muerte entre este abogado conservador y su oponente Daniel Ortega, caracterizados como el tripudo Gordomán y el maquiavélico Piñatín, en referencia al sobrepeso del primero y a la apropiación de bienes confiscados (o piñata) puesta en práctica por el segundo cuando dejó el poder en 1990.

La definición que todo el mundo da del virtual nuevo presidente de Nicaragua es que es un «nicaragüense típico». A pesar de la imagen que le han creado sus enemigos, como representante de las rancias oligarquías, Alemán llega a la presidencia por el voto popular. Representa a los sectores golpeados en un país ahogado en una crisis que parece haber tocado fondo. Por eso las «buenas familias» nicaragüenses lo miran con cierto desprecio.

No obstante, Alemán ha aglutinado el rechazo al sandinismo. Frente a un eventual retorno de Daniel Ortega al poder, los prejuicios se han dejado de lado, y el voto destinado a los conservadores tradicionales ha ido a parar finalmente a este populista espontáneo. Lo mismo ha sucedido con los centristas.

La gestión pública de este abogado de 50 años, viudo y padre de cuatro hijos, radica en la alcadía de Managua, que ocupó entre 1990 y 1995. Su paso por la regencia no ha despertado pasiones, pero tampoco grandes polémicas: su fuerte han sido las obras públicas, lo que en esta ciudad, que conserva las huellas del terremoto de 1972 como si hubiera sucedido hace dos años, es lo menos que se puede pedir.

Su programa electoral no dice demasiado, como casi ninguno. Ha prometido crear 100.000 puestos de trabajo en su primer año de gestión a base de potenciar el sector productivo con la creación de zonas francas y de ayudas a la pequeña y mediana empresa. Esa es su prioridad. Algo que parece un sueño en un país con un 70% de paro o empleo informal, que ocupa el segundo lugar de los países más pobres de América Latina, después de Haití.

Alemán, es cierto, ofrece más confianza a los inversores que Daniel Ortega, por mucho que éste se haya convertido a la fe del libre mecado.

Pero su llegada a la presidencia ha despertado el temor de que se inicie una era de restauración del estilo somocista, rumor alimentado por sus enemigos políticos y, según personas próximas a Alemán, carente de fundamento. El Frente Sandinista ha anunciado que el nuevo mandatario quitará a los campesinos las tierras entregadas durante la reforma agraria. En realidad Alemán ha afirmado lo contrario.

La llegada de Arnoldo Alemán a la presidencia de Nicaragua repite patrones que ya se han visto antes en Centroamérica: los jefes de Gobierno de El Salvador y Guatemala, Armando Calderón y Alvaro Arzú, también conservadores, fueron antes alcaldes de las capitales de sus países. En estos pequeños países, sacudidos por años de enfrentamientos armados y sumidos en profundas crisis económicas, los ciudadanos siguen los discursos que prometen una gestión honrada más allá de las banderas políticas. Lo que queda es que cumplan.

El triunfo del cardenal Miguel Obando

M. R. ,Managua

La victoria electoral del conservador Arnoldo Alemán es también el triunfo del cardenal Miguel Obando, arzobispo de Managua. Desde su púlpito, el prelado se lanzó en picado en los últimos días para poner en su sitio, a golpe de parábolas, al líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega, cuya nueva imagen beatífico-religiosa le había impulsado en los sondeos de opinión.

Pero el monopolio de Dios, debió pensar monseñor, es para quien se lo trabaja. Y ni corto ni perezoso, comparó a Daniel con una víbora venenosa, permitió a Alemán leer los Evangelios en su misa y bendijo cuantas veces hizo falta a un candidato conservador todo contrito, imagen profusamente difundida por los medios de comunicación.

Claro que el Frente Sandinista tampoco se quedó corto. El diario Barricada, que preside el antiguo ministro del Interior sandinista Tomás Borge, intentó esquivar las limitaciones impuestas por la jornada de reflexión con recursos tan imaginativos como publicar la incomparable carta astral del ex presidente Daniel Ortega o bien dedicar el periódico a «la magia y las connotaciones especiales del número 12» (el número del Frente Sandinista en las papeletas electorales), todo ello aderezado con bellas señoritas ligeras de ropa.

La tranquilidad de los ciudadanos nicaragüenses ha contrastado en todo momento con la histeria de los medios de comunicación partidarios, especialmente las emisoras de radio (Radio Ya, prosandinista, y Radio Corporación, proarnoldista), que no han salido de las trincheras.

Locutores de radio en estado de indignación permanente desgranan irregularidades cometidas por el enemigo con las sintonías electorales de fondo: el Himno de la alegría, que ha enmarcado la transformación del cadidato Daniel Ortega en santo, y Yo tengo fe, del cantante argentino Palito Ortega, cuyo ritmo pegadizo y blando ha acompañado los trotes electorales del orondo Alemán por todo el país durante su campaña presidencial.

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