Viernes
27 diciembre
1996 - Nº 238

El PAÍS de las Tentaciones
ROSANA
MEJOR ARTISTA ESPAÑOL DEL AÑO
MEJOR DISCO ESPAÑOL DEL AÑO



Texto: Ana Alfageme / Fotografía: César Urrutia
Llega 40 minutos tarde, con el gesto desencajado y pergeñando una queja, "estoy fatal, tengo una gripe horrorosa, mi niña", le dice a Marta, la encargada de prensa de su discográfica, mientras la besa. Realmente, Rosana Arbelo, la revelación de este año (o, para ser exactos, de los últimos seis meses), esa desconocida que vino hace más de 10 años de Lanzarote y que ha vendido desde junio medio millón de Lunas rotas (así se llama su primer disco), tiene hoy la cara color amarillo canario. Acude vestida de mujer anuncio, bajo la sombra de la gorra con el logotipo del disco (dos medias lunas aceradas, diminutas) y desmadejada dentro de un chándal gris.
Vuelve hoy para encontrarse con Tentaciones al bar donde se subió por primera vez a un escenario. El Libertad 8, un garito del corazón de Madrid, está vacío esta mañana lluviosa de diciembre, salvo por las mujeres de los cuadros (siempre hay exposiciones), la pátina del tiempo y los reclamos de los cantautores que tocarán los próximos días y ante los que Rosana se detiene. Luego pregunta al encargado, el hombre que ha abierto el bar para ella, "¿Recibísteis el disco?", y duda, hace un amago de querer sentarse en el escenario sobre una vieja silla alta, "¡qué silla!, ¡os la voy a robar!", amenaza en tono de broma y, finalmente, se acomoda en una de las mesas, mirando al diminuto rincón donde ella subió con su guitarra el 8 de noviembre de 1995.

No se quita la gorra que oprime su pelo recogido en una coleta, su voz suena nasal, arrastrada, muy lejana a la calidez epidérmica de sus canciones. Acaba de cumplir los 33 años, pero el aspecto, pese a estos achaques, puede corresponder al de la adolescente deportista y sanota que fue en el colegio de las Dominicas de Arrecife, gran delantera del equipo de balonmano, siempre presta a mostrar sus canciones. Una chavala devota oyente, explica, de Silvio (Rodríguez), Ana Belén, Víctor (Manuel) y Joan Manuel Serrat. "Siempre escuchaba Los amantes y eso fue porque una hermana mía me dormía cantándome un disco entero de Serrat, canciones como Mi niñez, Fiesta..., Si Los amantes era la quinta canción, pues me dormía a la quinta; si ella tenía prisa, me la cantaba la primera y yo me dormía igual". Acerca de Serrat, la cantante habla de sí misma -no será la primera ni la última vez- en tercera persona: "Serrat es el único monstruo para Rosana, sin dudarlo", dice.

Cuentan en su casa que Rosana inició sus pinitos musicales con la interpretación de El Danubio azul a la tierna edad de tres años, con un órgano de plástico y colorines que le regaló el padre. Con cinco años tuvo una guitarra y con ocho, después de ir a tocar a un asilo con unos amigos, compuso su primera crónica, porque lo que inventaba entonces eran canciones larguísimas, sin estribillo ni nada que relataban lo que ella veía. Sus siete hermanos mayores, su padre y su madre la escuchaban pacientemente. Su padre, el generoso, el reidor, su mejor recuerdo: "Para componer necesito un sofá, cualquiera, mi guitarra, y la memoria de mi padre". -Háblame de tu padre.

En el fin del mundo

Inicia entonces esta mujer una pelea que dura todo el encuentro, en el que trata de orillar cualquier interés que no sea el de sus canciones o su público: "Yo a la gente le quiero vender sólo y exclusivamente música, lo he dicho muchas veces, me puede presionar tanto que puedo decir, ‘fuera, se acabó’. A nadie le gusta que le atraquen a mano armada. Cuando quieres compartir tu vida creo que debes decidir con quien y con quienes, como yo no puedo entrar en esta historia, me tendré que ir y componer o, ¡yo qué sé!, hacer contrabando de alfileres."

Pues bien, para componer sus canciones, esos cócteles con la proporción justa de pasión y poesía envueltos en ritmos latinos. Rosana necesita el sofá, la memoria de su padre, un ruido de fondo, el de la gente pululando por su casa o el de la tele… y mucho papel. "Eso sí, gasto muchas hojas, porque escribo en una y como no me guste, en vez de escribir abajo, tiro la hoja y empiezo con otra. Yo soy condenadamente perfeccionista, he estado a punto de tirar muchos temas de este disco". Se refiere, claro, a su primer álbum, Lunas rotas, lanzado el 10 de junio. Si salió un lunes, el miércoles ya estaban llamando los grandes almacenes para pedir más.

La compañía (MCA) tuvo que sacar del horno 15.000 discos en 24 horas, discos que luego ni se llegarían a poner en los estantes, porque la gente los arrebataba de las cajas. En un mes, ya era disco de oro (50.000 copias) y cuando organizaron la fiesta para entregárselo, ya había vendido otros 50.000.

Mercadotecnias aparte, hoy Rosana es la música de fondo de bares de barrio, tiendas de 24 horas, discotecas bacaladeras y, !hasta de un antro del fin del mundo! Palabra. Hace unos días, una mujer hacía strip-tease en uno de los dos bares de la ciudad más austral del globo, un lugar llamado Ushudia, en Argentina. Allí, en el invierno eterno, la chica se desnudaba a los compases de A fuego lento.

El hombre del autógrafo

—Desde el 10 de junio han pasado seis meses y medio millón de discos vendidos. —Tengo amigos que me han dicho que iba a ser más que eso. Mis amigos siempre me han dicho que se iba a armar. Pero a los amigos y a la familia no se les hace caso. Cuando estás tanto tiempo con los tostonazos éstos dándote la vara, cuando te llega, parece que dices, "pues tenían razón".

Y han pasado 28 recitales en toda España llenos hasta la bandera, incluido el colosal Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid y sus 1.800 butacas. Lugares donde las pandillas de muchachos con vitola de pijos se mezclan con chicos duros de barbilla cuadrada, coleta y rústico jersey. Con matrimonios que aún se toman de la mano y hombres de 50 años que no habían pedido un autógrafo en su vida porque en su vida les había gustado tanto un disco. Todos moviendo la boca con la misma estrofa de la misma canción y alguno piropeando a voces a esa mujer vestida de blanco que se esconde tras la guitarra:

—¡Guaappaaaaa!

—¡Ciegooooo!, contesta invariablemente ella.

La muchedumbre se ríe y ella sonríe al explicar que no es precisamente una mujer atractiva: "Encima, como soy canaria y deportista, pues mido cuatro por cuatro…".

Rosana vende felicidad, asegura que se puede estar triste pero no ser desgraciado; que quien no te quiere, no te merece y que cuando algo le hace sufrir, se va, eso sí, peleándoselo antes. "Lo único que me podría matar de tristeza es dejar de componer, quedarme sorda, sería una locura absoluta".

Pero hace medio año que no compone, seis meses hace que vio la última película —Toy Story (Juguetes)— y cerró el último libro, una novela sobre ajedrez titulada El ocho. Le han ocurrido demasiadas cosas. Un año atrás, Rosana era Rosana Arbelo, con apellido, le daba vueltas a los 12 temas del disco incansablemente en su piso compartido de Madrid y aún vivía de su familia. Acababa de pisar el escenario y jugaba a diario al tenis o al squash.

"Mi vida era trabajar el disco y compaginarlo con el deporte, algo que empiezo a hacer ahora después de cinco meses de locura", explica ante un café con leche que se ha quedado frío.

Rosana conversó largo y tendido con Tentaciones, con una mesa de por medio. No hubo otra opción, en aras a la salvaguarda de su privacidad. Se negó a enseñarnos sus rincones favoritos de Lanzarote, a que le acompañásemos en una minigira, se negó incluso a pasear con nosotros por el Madrid que ella prefiere y eso sí, se sometió al temido objetivo del fotógrafo. Por las mismas fechas se dejó retratar vestida de Papá Noel para acompañar un villancico con el que su discográfica felicita las navidades.

—¿Te consideras cambiada?

—No, a mí sólo me lo ha dicho una persona y no me conoce demasiado. Yo duermo muy tranquila. La gente que me quiere y me conoce está ahí. Mis amigos, con mayúsculas, ninguno me ha pegado un bofetón todavía y estaban avisados, antes de empezar les dije, ‘!por Dios!, si ven algún resquicio de cambio, si se me va la olla, avísenme’, que haya tanta gente avisada y que ninguno me haya dado ningún toque de atención… Cambiar, lo que se dice cambiar, ha cambiado de teléfono. "La gente tenía buena intención, pero, ¿tú sabes lo que era el teléfono sonando las 24 horas del día?". Y se quiere comprar una casa. "Busco un lugar de paso, porque vivo entre Lanzarote y Madrid, me da igual la zona, o si es un piso o un chalé. Quiero que tenga luz".

—Los lectores de Tentaciones te han votado como mejor intérprete del año y tu disco como el mejor. Están familiarizados con el rock, el pop y cosas así. ¿Dónde encajas tú?

—Yo encajo en el corazón de la gente, es el único sitio que me queda. Yo desde luego no creo que sea la mejor intérprete del año, ojalá. La gente ha sentido una complicidad muy fuerte con este disco. En un diario se decía que yo podía ser como la vecina del quinto, alguien normal que hace canciones pero que podía trabajar en cualquier cosa. Rosana hojea con un aparente desinterés el Tentaciones que le damos y sólo se detiene en la página de las ventas. Sonríe y espeta: "¿Ves? siempre estamos ahí". Lunas rotas, está efectivamente, en el número dos de las listas, tan sólo superado por Julio Iglesias.

Pellizcos

Rosana desgrana con suavidad, en frases largas interceptadas por un "¿sabes?", cosas como que ella cree que le roba las canciones a la gente y que luego se las devuelve de alguna manera; o que las regala, las regala constantemente a los mismos amigos de los que absorbe el grueso de sus historias. Que ella vive su vida y que la de los otros la convierte en canciones.

—Y, ¿de dónde salen?

—No lo sé. Eso forma parte de los secretos del alma… Mis amigos me dicen que hay que ver, con lo bruta que eres y luego te salen esas letras…

Desde que llegó a Madrid con 20 años y le enseñó sus primeros temas a Teddy Bautista, ya no escucha música de otros en su casa, para que nada ajeno se la meta dentro. Fue cuando empezó a estudiar composición. Explica que es muy permisiva con su libertad de expresión, "soy permisiva con que las cosas sean simples o complicadas. Soy perfeccionista en la sensibilidad. Si a la tercera vez que canto una canción no me llega, la dejo, si a mí no me está pellizcando, no me sirve". Mantiene que sus melodías están dirigidas al niño que todos llevamos dentro. Ella suele cantar el tema nuevo a cualquier crío. Por eso sabe que los niños adoran su A fuego lento, la canción de las mariposas: "A fuego lento revoltosas, caricias que parecen mariposas…".

Sólo es una canción de las 200 que ha compuesto, una de las 18 que estaban en la cinta que alguien enseñó a la discográfica, "mis amigos me insistían en que cantara, así que les dije: ‘¿si movemos la maqueta me dejáis en paz?’; me dijeron que sí y coincidió que a la primera le gustó, mis amigos se divirtieron como condenados…". Y empezó a sonar Lunas rotas, un territorio emotivo y caliente en el que no parece sobrar ni una coma ni una nota, tejido con palabras como mar, piel, cielo.

—Imagínate que tu vida, tus 33 años, son una canción. Ponle título.

—Alegre optimismo.

Y te quedas pensando si puede ser cierto.

© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid
digital@elpais.es | publicidad@elpais.es