Santiago expone la mayor colección privada de arte precolombino

XOSÉ HERMIDA , Santiago de Compostela
Los especialistas dicen que «más que una colección, es un museo». Reúne 1.500 piezas representativas de casi todas las culturas amerindias continentales, que constituyen la colección privada de arte precolombino más importante del mundo. Su propietario, el costarricense Leonardo Patterson, empleó 35 años en reunirlas, y por primera y última vez ha accedido a mostrarlas juntas al público en una exposición inaugurada ayer en el Auditorio de Galicia, en Santiago de Compostela.


Las piezas se muestran por primera
vez juntas al público. (Lalo R. Villar)
La inauguración contó con la presencia de la líder indigenista y premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, como embajadora de los descendientes de aquellas civilizaciones extinguidas.

El afán divulgativo de la muestra, El espíritu de la América prehispana: 3.000 años de cultura podría resumirse con un cuento que ironiza sobre el desprecio y la ignorancia de los colonizadores de las Indias occidentales: perdido en la jungla de Guatemala y a punto de ser sacrificado por los que creía salvajes, un fraile español recordó que para ese día se esperaba un eclipse total; «si me matáis, puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura», amenazó; después de arrancarle el corazón, los indios recitaron todas las fechas de los eclipses anotadas en los códices mayas.

Esta historia y su moraleja pertenecen al escritor guatemalteco Augusto Monterroso, cuya compatriota Menchú define la exposición como una «manifestación viviente» del legado de aquellas civilizaciones que podían predecir los eclipses con tanta o mayor precisión que sus arrogantes invasores. «Queremos que la gente», explica Xosé Denis, gerente del Auditorio de Galicia, «se olvide de los prejuicios del etnocentrismo europeo y descubra que antes de la llegada de los españoles a América existían allí culturas tan avanzadas como la nuestra».

Patterson nunca había accedido a mostrar al público su colección completa y asegura que no desea «volver a repetirlo». Su gigantesco fondo artístico es el producto de una larga búsqueda por toda América y de compras a otros propietarios privados de Europa y Estados Unidos. Hasta ahora sólo había cedido algunas piezas para ocasiones especiales, como la Expo de Sevilla.

Pero el coleccionista costarricense visitó Santiago hace un año, invitado por el nuncio del Papa en España, Mario Tagliaferri, y entre los muros de granito de la ciudad gallega descubrió «el lugar soñado» para enseñar su tesoro. «La colección había alcanzado además», explica Patterson en el catálogo de la muestra, «el grado de exclusividad que yo requería, el punto culminante que anhelaba».

Las 1.500 piezas proceden de América Central y la cordillera andina, y abarcan épocas muy distintas. Una de cada diez es única en el mundo. Hay máscaras olmecas, vasos mayas, jades e incensarios aztecas, atavíos funerarios, aras para sacrificios humanos, juegos de pelota, representaciones de escenas eróticas... «Pero como gran atracción para el público», subraya Denis, «la estrella va a ser la sección que hemos llamado El Dorado, en la que se podrá ver un centenar de piezas de oro».

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