¿Qué estudian los niños de la nueva secundaria?

Las humanidades ceden terreno a la economía,
el segundo idioma extranjero y la tecnología

CRUZ BLANCO , Madrid
La ESO (Educación Secundaria Obligatoria) es la estrella de la reforma (LOGSE) que entró en vigor en 1990. Es la etapa que vivirá los cambios más importantes. Que no se asusten los padres si el niño viene pidiendo un ordenador o contesta a las preguntas en inglés o francés, o se interesa apasionadamente sobre la vida sexual de sus papás. Aplicada entre los 12 y los 16 años, la ESO adelanta la entrada de los escolares en los institutos, ofrece un mayor abanico de asignaturas, prolonga la educación obligatoria de los 14 a los 16 años, permite alumnos más activos, una mayor participación paterna en el seguimiento escolar e introduce cambios de contenido en las materias a estudiar.

Se acabaron el BUP y la FP. Ahora se llama secundaria o ESO, esta última impartida en los IES (Instituto de Enseñanza Secundaria), sustitutos de los anteriores institutos de bachillerato y de los de FP. Los dos cursos de bachillerato comienzan a partir de los 16 años y dejará de existir el COU.

Los contenidos

Todo esto representa cambios de estructura y nomenclatura, pero la ESO pretende dejar su huella en los contenidos de las materias y la filosofía del aprendizaje. Las novedades en el primer ciclo (12-14 años; sustitución del 7º y 8º de EGB) hacen que la tecnología le quite el puesto a la somera pretecnología que se cursaba en 7º y 8º de EGB; la música y la educación artística tienen un área específica, enseñanzas que estaban muy diluidas anteriormente. El segundo idioma extranjero (normalmente el francés, siendo el primero el inglés) aparece como una optativa que antes no existía. Y todo esto, en aulas de 30 alumnos en lugar de los 35 del plan antiguo, medida que afecta a los centros de enseñanza privada y privada concertada.

Las novedades en el 2º ciclo (14-16 años, sustituye a 1º y 2º de BUP) hacen que el latín obligatorio de 2º de BUP se convierta en dos optativas: cultura clásica I y II. Las actividades técnico- prácticas (EATP) en las que se diluían enseñanzas como la fotografía devienen en una asignatura de tecnología. La historia y la geografía se repartían uno de cada uno de los dos cursos de BUP. Con la reforma, en 1º y 2º de ESO hay una asignatura: ciencias sociales, historia y geografía que incluye nociones de economía y derecho. La ecología se consolida dentro de las ciencias naturales. También en 4º de ESO se ofrece una optativa de segundo idioma extranjero y las matemáticas se desdoblan en A y B, en función del bachillerato que vaya a elegir el alumno, de letras o ciencias. Además, hay dos horas a la semana de formación ética para todos los alumnos y la educación física incorpora a la gimnasia conocimientos sobre salud y anatomía.

Por primera vez, en el apartado de lengua española se incluye la de las comunidades con lengua propia y las llamadas asignaturas transversales vienen a añadirse a la oferta de toda la etapa: materias como educación para la paz, sexual, vial o integración racial recorrerán horizontalmente las demás asignaturas sin tener un horario específico.

El nutrido programa de optativas ha rebajado la importancia de la filosofía y las lenguas clásicas y queda suprimida la FP1 (14-16 años) donde los alumnos cursaban del orden de 12 materias «pero de poco peso», según Álvaro Marchesi, ex secretario de Estado de Educación.

Con la reforma, todos los alumnos entre los 12 y los 16 años estudian los mismos planes, con la única diferencia de que les permite la elección de optativas, oferta que varía según los centros, aunque el francés como segundo idioma y la informática están prácticamente generalizados. Para Marchesi, «la ESO representa una mayor flexibilidad».

Las críticas a todos estos cambios alegan que se trata de una formación más técnica y economicista, con un retroceso de la presencia de las humanidades. Desde que se comenzaron a diseñar los nuevos planes, los profesores de filosofía y de latín y griego están llevando a cabo una lucha intermitente por conseguir que estas materias recobren su importancia. Con el pastel del horario escolar ya repartido, el nuevo equipo ministerial proyecta devolver una parte del papel sustraído a la historia, las lenguas clásicas y la filosofía.

En cuanto a la filosofía del aprendizaje, se pretende que el alumno participe más y haya más prácticas. La lengua y la literatura están más orientadas a destrezas básicas, con mayor agilidad, y no tanto a empollarse a los autores: «Menos leer La Celestina», comenta el profesor Jesús Martínez, «y más trabajo de campo».

«Lo que necesita el sistema», afirma Carmen Maestro, directora general de centros escolares en la etapa socialista y en la actualidad profesora de historia y geografía, es asegurar el triunfo del reto que representa la ESO». Aunque para ello «los profesores son la madre del cordero», añade el profesor Guillermo Alonso del Real, que critica el hecho de que no haya habido una formación actualizadora del profesorado.

«Aquí los profesores llegan, sueltan la lección como antes y se van»

C. B. , Madrid
«Yo no quiero estudiar. Quiero ser albañil como mi padre y como mi abuelo», protesta un alumno de 12 años desde un aula de 1º de secundaria. Otros se quejan de que no ven los cambios de la ESO por ninguna parte. «El profesor de cultura clásica, como antes era de latín, no nos da cultura clásica, sino latín», dicen. Y todos están decepcionados porque les habían hablado del gran abanico de oferta de asignaturas optativas «y la realidad es muy distinta: se queda en segundo idioma extranjero y poco más», comentan.

«Yo pedí taller de teatro y me han dado informática», dice María Teresa González, en 4º de ESO (15-16 años) que, junto con varios compañeros señalan: «Aquí llegas, no todos los profesores pasan lista, sueltan la lección como hacían antes y, después, se van. Estamos estudiando como si fuese el BUP». «Pues yo pedí Procesos de Comunicación Audiovisual y me dieron taller de artesanía. Es como una lotería». Existe una insistencia pertinaz, sobre todo entre los profesores, en poner ejemplos de optativa llamándola «macramé».

Marta recuerda que se introdujo en los códigos de la reforma gracias a un papelito explicativo: «Nos iban a enseñar a razonar, a recapacitar, y el problema es que los profesores están preparados para dar BUP, pero no secundaria. Muchos no te dejan ni preguntar, sólo vale su opinión. Pensábamos que la cosa consistía en menos chapar y más enterarte». Al vuelo, salta una voz positiva: «Aunque hay profesores que explican tan bien que no te hace falta estudiar en casa. O que te sacan del centro para hacer investigaciones y recorridos fuera».

Aunque el paso de la enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años equipara a nuestro sistema educativo con otros de la Comunidad Europea, muchos chavales se quejan de tener que seguir estudiando a partir de los 14 años pese a que se dé el caso de no superar las evaluaciones. El hecho de que quede suprimida con la reforma la FPI (14 a 16 años) no es tolerado por los alumnos y aceptan todavía menos que el sistema no permita ingresar en los módulos de formación profesional del nivel II o grado superior desde la formación de ciclos formativos de garantía social que se dan a partir de los 14 años a los alumnos que no pueden con la ESO.

«Ahora», afirma un alumno, «el cien por cien estudiamos lo mismo hasta los 16 años y muchos lo que queremos es aprender un oficio y trabajar». © Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid
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