Suárez pide renovar cada día el pacto de concordia en torno a la Constitución

JAVIER CUARTAS, Oviedo
Adolfo Suárez, retirado de la actividad política desde 1991 tras pilotar la transición española a la democracia entre 1976 y 1981 como presidente del Gobierno, recobró ayer la voz y la palabra en el ovetense teatro Campoamor para ratificar su convicción en la necesidad de «renovar cada día» un «pacto fundamental de concordia» entre los españoles «en torno a la Constitución y su cumplimiento, en torno a la Monarquía y a esa realidad común que se llama España».


Suárez saluda al príncipe, en la audiencia
previa a la entrega de los premios. (EFE)
Así se expresó Suárez, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que, junto con el canciller alemán, Helmut Kohl, Premio de Cooperación Internacional, capitalizó en Oviedo la ceremonia de entrega por el príncipe de Asturias de los galardones que llevan su nombre.

«En algún momento he llegado a pensar que yo fui víctima política de la práctica de la concordia. Si así fue, me enorgullezco de ello».

Suárez, con semblante serio y adusto y con muy breves pero expresivas concesiones a la emoción, cosechó en el coliseo ovetense una de las más cálidas y prolongadas ovaciones de los más de 1.300 invitados del mundo de la cultura, la política y los negocios que ayer asistieron al acto de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, y fue objeto de un afectuoso gesto de reconocimiento por parte del canciller alemán. Era el homenaje a un proceso histórico que reunificó a los españoles para superar viejos enfrentamientos.

Con el mismo tono sereno y a la vez grave con el que se dirigía a los españoles en los momentos cruciales del delicado proceso de transición de la dictadura a la democracia, Suárez hizo ayer una defensa entusiasta de la concordia, la tolerancia y la convivencia entre los españoles y apuntó un esbozo de confesión velada sobre el episodio más enigmático de su carrera política: su dimisión en 1981 y su retirada de la vida pública diez años después. «En algún momento he llegado a pensar que yo fui víctima política de la práctica de la concordia. Si así fue, me enorgullezco de ello».

Pero su discurso no fue sólo un recuento de éxitos pasados, sino también una advertencia sobre el presente y sobre el futuro y sobre la necesidad de mantener una actitud que garantice el respeto de los derechos humanos : «Hoy, sobre todo, los españoles somos conscientes de que cualquier violación de los derechos humanos o de la dignidad de la persona que se produzca en nuestro país o en cualquier otro lugar del mundo constituye asimismo una violación que se hace a nuestros derechos y a nuestra dignidad personal. Y debemos actuar con la solidaridad debida y la eficacia necesaria».

Frente a versiones que relativizan el papel de Suárez en la restauración de la democracia, el ex presidente del Gobierno se atribuyó «la responsabilidad» de esa magna tarea de reconciliación y reclamó su mérito para el Rey y para el conjunto de los españoles: «Se premia en mí la obra de todo un pueblo: la forma y el talante con que se llevó a cabo la transición española a la democracia». «En esta empresa participaron todos los españoles, empezando por Su Majestad el rey don Juan Carlos I, que la propició y la amparó ». El galardonado rememoró como «ardua y difícil» la consecución de la concordia. Pero «cuando se logra», dijo, «alcanzamos los momentos estelares de la historia».

Suárez advirtió ayer en Oviedo que «con frecuencia se confunde la concordia con el conformismo y la uniformidad. Nada tiene que ver con ello. Su raíz estriba precisamente en el pluralismo, la libertad y la solidaridad. La lucha política, la controversia, el debate, el disentimiento, el conflicto, no constituyen una patología social. No son acontecimientos negativos. Al contrario, reflejan la vitalidad de una sociedad».

Esa legítima confrontación de discrepancias, dijo, no debe eximir a los ciudadanos de lograr «el consenso de la inmensa mayoría» como «cimiento de la sociedad».

«Este consenso», prosiguió, «se ciñe a muy pocas y esenciales cuestiones. Tal vez sólo a una: la voluntad firme y profunda de convivir en libertad». Eso fue lo que se logró en una transición que hizo posible, recordó, «acabar con el mito de las dos Españas, siempre excluyentes y permanentemente enfrentadas».

Por ello reclamó la necesidad de «renovar cada día un pacto fundamental de concordia» en torno a la Constitución, a la Monarquía y a España.

Destrozo interno

Ya fuera del protocolo, Suárez hizo referencia, en declaraciones a Onda Cero Radio, a los últimos conflictos autonómicos: «No tiene sentido que juguemos a la supranacionalidad y que dentro nos destrocemos internamente». Y añadió: «Los españoles somos como somos, diferentes en cada comunidad, pero no tenemos por qué ser enemigos».

«Tampoco sería lógico», prosiguió el ex presidente, «que se produjera un proceso de ruptura entre las comunidades cuando estamos jugando plenamente la baza de la integración europea».

«Puso la vida en el empeño»

J. C., Oviedo
Adolfo Suárez «puso la vida en el empeño». Así juzgó ayer el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, la tarea política del ex presidente y que le hizo acreedor al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1996. «Los españoles vivimos a mediados de los años setenta un delicado y fundamental proceso de transición política que llevaba consigo una profunda transformación social (...) Es preciso superar las diferencias del pasado y neutralizar viejos recelos para abrirse a un futuro de ilusiones compartidas».

«Una tarea de esta índole», aseguró ayer el heredero de la Corona, «exigía un esfuerzo de concertación al que constribuyó decisivamente una persona dotada de flexibilidad, de diálogo y de entendimiento, amor a la libertad, respeto a las ideas ajenas, mucho coraje y no poca capacidad de persuasión. Hacía falta alguien que, además de reunir estas infrecuentes virtudes, pusiera la vida en el empeño. Ésa fue la obra de Adolfo Suárez».

«Encauzando los anhelos de libertad del pueblo español, con la generosa y entusiasta colaboración de otras personas y grupos políticos, y con el decidido aliento de la Corona», agregó don Felipe, «Adolfo Suárez hizo posible lo que muchos tratadistas políticos, basándose en su conocimiento de España tras la experiencia de otros pueblos, habían considerado imposible».

Don Felipe: «Europa es una convicción
y una esperanza»

JAVIER CUARTAS, Oviedo
El Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, expresó ayer viernes en Oviedo «su emoción y esperanza renovadas» en «un día gozoso que confirma nuestra fe decidida en el ser humano y en su aventura». El heredero de la Corona sintetizaba así su reconocimiento a los méritos de las nueve personalidades de Europa y América galardonadas con los premios que llevan su título. En una ceremonia, que cada otoño se repite en el teatro Campoamor, de Oviedo, desde hace 16 años, con renovada emotividad, don Felipe reiteró su fe europeísta: «Europa es una convicción de la que participamos y una esperanza por la que trabajamos. Hacerla realidad constituye una honrosa tarea».

Don Felipe expresó también su apoyo y solidaridad hacia la región asturiana en el momento difícil de un declive industrial al que ha de enfrentarse y que acaba de ponerse de nuevo de actualidad con el anuncio de un posible cierre de la empresa minera Hunosa. También tuvo un recuerdo de «profundo dolor» por la muerte de tres misioneros españoles en la región africana de los Grandes Lagos. El Príncipe reclamó una intervención internacional para pacificar esa zona de África.

Con Cecilia Rodrigo y Juan Antonio Samaranch -que representaron al compositor musical Joaquín Rodrigo y al atleta Carl Lewis, respectivamente- subieron al escenario del teatro Campoamor para recibir sus galardones el cardiólogo catalán Valentín Fuster -premio de Investigación Científica y Técnica-, el hispanista británico John Elliot -Ciencias Sociales-, el escritor madrileño Francisco Umbral -Letras-, el periodista italiano Indro Montanelli y el filósofo vallisoletano Julián Marías -premio ex aequo de Comunicación y Humanidades-; el ex presidente del Gobierno español Adolfo Suárez -Concordia- y el canciller alemán Helmut Kohl -Cooperación Internacional-, en una ceremonia presidida por don Felipe y a la que un año más asistió, discretamente, desde un palco, la reina doña Sofía.

Para las ocho personalidades citadas fueron los galardones que cada año concede la Fundación Príncipe de Asturias, constituida en 1980 para estrechar los vínculos entre el heredero de la Corona española y el Principado de Asturias, cuyo título ostenta y cuyo origen se remonta al año 1388. Cinco millones de pesetas, un diploma y una escultura de Joan Miró de ocho kilos de peso es la dotación de estos premios, cuyo principal atributo reside sin embargo en el prestigio que han consolidado en tres lustros.

Antes de acudir a la ceremonia, don Felipe recibió a los escolares premiados en el II Concurso de Pintura y Redacción de la Fundación Oso, y tuvo que consolar a una pequeña, de 5 años, asustada por los flash de los fotógrafos. © Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid
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