Lunes 2 de septiembre de 1996

Las relaciones entre PNV y HB pasan por momentos de máxima tensión

PEDRO GOROSPE, Vitoria
Las relaciones entre el Partido Nacionalista Vasco y Herri Batasuna atraviesan un momento de máxima tensión. Los ataques a las sedes del partido de Arzalluz, a sus alcaldes y concejales en determinados municipios, y los atentados mortales contra significados miembros de la Ertzaintza muy próximos al PNV, como Joseba Goikoetxea y Ramón Doral, han crispado al máximo el discurso. El portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, Iñaki Anasagasti, asegura, categórico, que con HB «no hay relaciones, sino enfrentamientos».


Si el año 1992 fue el del diálogo entre las dos formaciones, oficializado en encuentros más o menos públicos, los últimos meses, incluso años, son los de la resaca. El PNV tiene todo lo que desea HB: mayoría para articular el País Vasco, poder económico, ideología compacta y una policía propia. Sin embargo el mosaico de ideas que convergen en HB no soporta el pragmatismo con el que el PNV utiliza esas herramientas -pactos con PSOE y PP-, jamás le perdonará los intentos que ha realizado directamente con sectores de ETA para buscar una tregua, y considera un ataque frontal las visitas que han cursado sus miembros a los presos de la organización terrorista para tantear el terreno e impulsar la reinserción.

Desde hace muchos meses, el PNV ha sido situado, progresivamente, en el centro de la diana de ETA y de todo su entorno. La dualidad del partido de Xabier Arzalluz, capaz de mantener un idilio con el Ministerio del Interior de un Gobierno de derechas, y de tener vigente el discurso de pacificación del tándem Egibar-Ollora -proponen el diálogo con HB incluso aunque haya atentados, la negociación política y un cambio de marco jurídico que dé cabida a la autodeterminación- no sirve para aplacar las iras del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV).

Son constantes los ataques a los batzokis (sedes sociales del PNV), la presión en los ayuntamientos a alcaldes y concejales llega a ser insoportable y alcanza hasta sus familias, y sus portavoces tienen que soportar concentraciones y pintadas frente a sus domicilios. Sin embargo, en 1992 el panorama estuvo a punto de cambiar. El año que cayó la cúpula de ETA en Bidart, los del PNV y HB oficializaron en Bilbao un marco de conversaciones. En pleno proceso, que fue duramente criticado por el PP, Arzalluz llegó a comentar: «En un año se pueden sentar las bases para acabar con la violencia».

Ese mismo año, el de los Juegos Olímpicos y la Expo, uno de los de menor actividad de ETA, el entorno de la violencia lejos de suavizar sus formas decidió trasladar el conflicto a la calle para contrarrestar la disminución de los atentados. Unos meses después, en enero de 1993, HB responsabilizó al PNV de conspirar a sus espaldas para que ETA ofreciera una tregua.

Activistas de ETA confinados en suelo francés y antiguos miembros de la banda estaban promoviendo un debate con el propósito de encontrar una salida dialogada para acabar con la situación de estancamiento y falta de perspectivas. En ese intento estaban José Luis Arrieta Zubimendi Azkoiti y José Manuel Pagoaga Gallastegi, Peixoto .

Si en HB y KAS ese intento fue entendido como una intromisión inaceptable, el siguiente paso del PNV enervó los ánimos hasta el límite. Una comisión designada por la ejecutiva del partido nacionalista inició en febrero de ese año una visita a las cárceles para entrevistarse con los presos de ETA. Para HB, el PNV había intentado puentearle estableciendo lazos directos con «los que mandan». La respuesta fue una sentencia. El miembro de KAS y parlamentario vasco José María Olarra atribuyó la responsabilidad de esa campaña al consejero de Interior, Juan María Atutxa: «Es un chivato, un confidente de la policía».

El último intento conocido por asesinarle se produjo en Vitoria. El comando Araba iba a recibir un rifle con mira telescópica para matarle en un acto de apoyo al empresario, entonces secuestrado por ETA, José María Aldaya.

En 1995, el Movimiento Social por el diálogo Elkarri les reunió en torno a la primera Conferencia de Paz. HB conoció entonces la vía Ollora-Egibar, un camino hacia la paz que no les desagradó, pero del que desconfían.

Entre intento e intento, conversación y desencuentro, el denominador común es la violencia en la calle. Ataques de los radicales contra personas y bienes, de los que no se excluyen los militantes y las sedes del partido de Arzalluz.

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