Fiestas * La 24 de Mayo convocó a lo popular

'El Chulla Quiteño' abre el jolgorio de la ciudad

Entre banderas colgadas en los balcones la ciudad vive su fundación. Pregoneros, músicos, saltimbanquis y retretas.

La avenida 24 de Mayo siempre parece estar de fiesta. En las cuatro cuadras (desde la Venezuela hasta cerca de la avenida Mariscal Sucre), se escucha la música que llega de varias de las 47 casas construidas a mediados del siglo pasado.

Esta vez la celebración tiene una razón: la fundación de San Francisco de Quito. Ayer, a pesar de que la mañana amaneció lloviznando y los actos organizados por el barrio se retrasaron dos horas, los vecinos no dejaron de festejar.

La retreta municipal fue la madrugadora. Antes de las 09h00, llegó la Banda Municipal y al ritmo del "Chulla Quiteño" despertó a los moradores. Nuevamente, el barrio festeja a la ciudad como hace medio siglo atrás, antes de que institucionalizaran las actuales fiestas; en cada uno se organizaban los bailes, las competencias, las comidas, las serenatas.

Ahora los aires no son los mismos, pero la comunidad se aferra a los viejos tiempos. Mario Cárdenas, que vive en la 24 de Mayo desde hace 39 años espera sentado en una banca de cemento a que asomen las bandas de pueblo, los danzantes, los canelazos y que las mujeres salgan discretamente a los balcones. "Así festejábamos antes, los voladores no dejaban de reventar".

La plataforma central -de cemento y acero- construida por el Municipio hace cuatro años, no solo transformó el escenario del siglo pasado (las bancas de madera y los jardines, las caminatas acompasadas de las parejas, casi siempre las mujeres llevaban una sombrilla); también, dividió la avenida: entre los vecinos que dejaron de saludarse de balcón a balcón y los 300 vendedores que se instalaron definitivamente en la construcción del sector.

El distanciamiento es marcado. En este año los organizadores de las fiestas son los comerciantes, quienes convocaron a las escuelas del sector, a los moradores a participar, pero "no hay mucha acogida", dijo Luis Costales, administrador de los comerciantes de la avenida.

Para la tarde, los jóvenes pedían que no llueva, para bailar con un disco móvil pagado por el Cabildo. El gesto de María Dolores Pradera, de 64 años, fue de desapruebo: "antes bailábamos con banda, y solo con pasacalles".

El centro vive las fiestas con banderas azul y rojo de plástico en los ventanales o en los balcones; las veredas están repletas de pregoneros de las ventas y de repente un caravana con dos carros atraviesa la Guayaquil con el grito de "Viva Quito".

En los 35 barrios del centro las fiestas se encienden en cada esquina y muy pocos se enteran. Mientras tanto, en San Francisco, aún se espera el repique de las campanas anunciando la fundación.

Arboles nativos

Ayer los niños del Centro Educativo Bilingüe fueron los encargados de plantar los árboles en el parque El Ejido. Es parte del proyecto de recuperación iniciado hace un año por la Dirección de Parques y Jardines. Además uno de los eventos por las fiestas de la ciudad, denominado "Arboles nativos retornan a Quito".

De 1.470 especies, entre cholán, aliso, chamburo, palmeras donados por la agrupación medioambiental, El Cruce de los Andes al Municipio, 10 árboles entre 8 y 12 metros fueron plantados a lo largo de cinco hectáreas del parque, ubicados frente a las avenidas 6 de Diciembre y Patria. El resto de plantas: guabos, palmeras, serán entregadas el próximo 24 de diciembre.

La idea es plantarlas en la avenida 6 de Diciembre y algunos parterres de la ciudad, donde circulan vehículos.

Invitado

Antonio Riva Palacio

EMBAJADOR DE MEXICO, EN QUITO

Quito en armonía con su pasado...

Al llegar por primera vez a esta ciudad y al ir deslizándose la aeronave que nos condujo: la noche estaba esplendorosa y la tierra semejaba a un río de luz, que corría de sur a norte. En el mismo sentido en el que la nave procedía a llevar a cabo su arribo al aeropuerto internacional; tal pareciera que nos íbamos a sumergir en el torbellino de luz para pasar a formar parte de él y adentrarnos en el ser de esta ciudad. El día siguiente, nos mostró un espléndido paisaje en el que una ciudad no muy grande se encontraba rodeada de cordilleras. Daba la impresión de que se ubicaba en la ladera de ellas para formar un conjunto tan singular que solamente la gentil paleta de uno de sus artistas fue capaz de plasmar.

Caminar la ciudad es el disfrute que permite ver cómo es factible que un conjunto urbano se desarrolle de forma armónica tal que preservando lo que era el Quito Colonial, el Quito de 400 años se integre al través de una liga de lo que podríamos pensar fue la arquitectura de la época de la República. Después se lanzaría hacia el norte en un modernismo tal que desconcierta y produce efectos visuales que solo es factible apreciar cuando uno pasa del sur al norte de esta hermosa ciudad, que nos presenta una arquitectura moderna acorde a los tiempos que corren. Esto acredita que ha sido capaz de pasar de la Colonia a la modernidad, sin perder ni ritmo ni fisonomía sino siendo Quito ciudad digna de ser vista, de ser apreciada, de disfrutarse, viviéndola e integrándose a ella, porque no hay algo más; Quito no es solo piedra y construcción, monumentos y paisaje, clima y prestancia señorial, Quito es algo más, Quito es su gente, sus habitantes, los quiteños y las quiteñas.

No es fácil describir la impresión solo visual, es capaz de darse cuenta de la belleza del conjunto, que hace que hasta las más modestas viviendas adquieran señorío y se integren a un todo de singular prestancia.

Quito y su gente son los feligreses que concurren a sus hermosos templos coloniales; que cruzan la plaza de San Francisco y se inmersan en el rito católico...

forma de vida, un estilo de ser, una calidad humana y al mismo tiempo de tener la grata satisfacción del sabor de los tiempos idos, pero presentes en nuestra cultura latinoamericana la esperanza siempre viva de América, de lograr objetivos que nos hagan, sin perder nuestra identidad y sentido de indoamericanos, proyectarnos en el mundo nuevo con la capacidad de seguir siendo nosotros mismos.

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