Taibo: «El Ché fue el santo laico de toda una generación de jóvenes de izquierda»



Madrid. I. L.

El Ché de los «posters» y las camisetas ha recuperado su vida. Paco Ignacio Taibo II se ha encargado de contar la historia de este «tipo de verdad» capaz de repartir lo que tuviera en el bolsillo; aunque fuera un caramelo, «lo partía y cogía el pedacito más pequeño». Ernesto Guevara, exigente como era, supervisaba la operación desde la pared.

Seis años le ha costado a Paco Ignacio Taibo II decidirse a escribir la vida del Ché, «el gran símbolo de la revolución pospuesta en Iberoamérica, de la revolución imposible pero no por ello menos necesaria, además del santo laico de toda una generación de jóvenes de izquierda»; uno de los mitos de este siglo que iba perdiendo contenido a base de en carteles y camisetas. Necesitaba con urgencia «volver a tener cuerpo». Un cuerpo de casi novecientas páginas que le ha mantenido «mortalmente» ocupado durante dos años y medio y ha necesitado más de mil trecientas fuentes diferentes. «Era como montar un puzzle de diez mil piezas», siempre con el temor de no hacerle justicia al personaje. No ha querido hacer ni un manual ni un libro ideológico, sino «una historia ordenada del personaje» que reclamase conceptos con vagabundo, aventurero o romántico, «ideas que la vieja izquierda maltrató y que yo reivindico como parte del pensamiento de la nueva izquierda».

El principal problema con el que se ha topado Taibo en «Ernesto Guevara, también conocido como Ché» (Planeta), después de luchar «contra muchas versiones dulcificadas, contra mucho desconocimiento y leyenda negra», ha sido encontrar a la persona, porque el Ché, en vida, fue un hombre tímido, reservado, con pocos amigos, «al que es difícil entrarle», autoexigente y que «siempre requirió a los demás mucho más de lo que le podían dar». Así de duro ha sido con el autor, que ha escrito la biografía frente a cuatro retratos del Ché, uno de ellos ladeado por los efectos de un pequeño terremoto. «Yo le preguntaba “¿voy bien o no voy bien?”. Nunca me dijo nada; me miraba, así como era el Ché, “bah, bueno, bah”; tenía la sensación de que no me aprobaba».

Según Taibo, el Ché dejó marcada a la gente que le conocía; también a él. «Me produce fascinación, encanto y un amor progundo». El libro desvela datos y episodios novedosos de la vida de Guevara, algunos que al autor no le gustan tanto como sus pésimos hábitos higiénicos, su humor punzante o su concepción «naif» de la política en relación con la Unión Soviética. No falta ni Castro ni la muerte del Ché. Para Taibo la duda no tiene lugar. «Lo mataron los militares bolivianos y ellos saben dónde está el cadáver». La muerte era una posibilidad; el libro reproduce las palabras del Che cuando van a buscarlo: «A ver, ponte los pantalones y dispara».



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