Nicaragua: Liberales y sandinistas, condenados a entenderse después de las elecciones



Managua. Alberto Pérez Giménez, enviado especial.

En 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocó al dictador Somoza, el emblema del Partido Liberal. Diecisiete años después, ese mismo partido vuelve al poder en Nicaragua a través de las urnas en unos comicios marcados por los errores organizativos pero, también, por la limpieza y la ausencia de incidentes. El mérito es de Violeta Chamorro, que ha reconciliado a un pueblo dividido por más de una década de guerra civil.

Ahora, hecha la transición, aguarda la reconstrucción de un país hundido económicamente. El principal temor de los nicaragüenses este pasado domingo era saber si el FSLN y la Alianza Liberal mantendrían en el ámbito de las urnas sus odios indisimulados desde hace veinte años. El Gobierno de Violeta Chamorro, tan valorado en el exterior como denostado en las fronteras «nicas», había conseguido reunir en unas elecciones presidenciales a 23 candidatos de las más extremas tendencias. La libertad de Prensa ha sido total y absoluta. La campaña electoral, muestra de civismo. En fin, la jornada del domingo, un ejemplo de los nicaragüenses pese a las complicaciones técnicas que hicieron del ejercicio del voto poco menos que una aventura y un desafío a la paciencia. Sólo Daniel Ortega, cuando vio perdida la oportunidad de llegar a una segunda vuelta contra el candidato liberal, habló de irregularidades para sembrar las dudas en el electorado y presionar al nuevo Gobierno. Las organizaciones de observación internacional han sancionado la legalidad de los comicios.

Éste ha sido el gran mérito de Doña Violeta, una mujer que ha servido para el chiste de sus compatriotas pero que ha conseguido la reconciliación de un país amenazado por el fantasma de la guerra civil y que entregará el 10 de enero el poder al candidato liberal. Como la madre de los nicaragüenses, también ha reconciliado a su propia familia: Pedro Joaquín será el próximo ministro de Turismo liberal; Carlos Fernando, tras dejar «Barricada», órgano de expresión del FSLN, continúa ligado al Frente. «Pero yo les digo: hagan cada uno lo que quieran pero, por la noche, yo les voy a seguir llamando para ver si están bien».

Si Ortega hizo la revolución en 1979 y Violeta Chamorro la reconciliación, a Arnoldo Alemán le corresponde la tarea de la reconstrucción de un país con una situación económica penosa: el segundo Estado más pobre de Iberoamérica; con un índice de desempleo que fluctúa entre el 53 y el 78 por ciento; con una deuda pública de 4.000 millones de dólares; sin infraestructuras básicas; con una población marginal que aumenta día a día y con el tremendo problema de la propiedad. La «piñata» sandinista (expropiación de bienes muebles e inmuebles) provocó actos de rapiña que aún siguen abiertos y que afectan a los principales protagonistas de la vida política del país, pero también concedió posesiones a campesinos que ahora temen por su posible pérdida ya que la mayoría no tienen títulos de propiedad.

Iniciativa privada

El Gobierno de Alemán basará toda su política en la iniciativa privada, la descentralización y la inversión extranjera. Enrique Bolaños, vicepresidente electo, será también el ministro de Economía encargado de poner en práctica todas las medidas tendentes a la recuperación económica. Pero, tras las elecciones de este domingo, tendrá que haber un consenso con la otra gran fuerza política de Nicaragua: el FSLN. Alemán ha tendido la mano a Ortega porque sabe que no podrá gobernar contra él y le ha reconocido su liderazgo. El FSLN, hundido y dividido desde hace un año, ha recogido casi el 40 por ciento de los votos y ha consolidado su dominio en los lugares donde ya venció en 1990. Liberales y sandinistas están condenados a entenderse 17 años después. Nicaragua así lo ha querido.



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