Adolfo Suárez: «El pacto es un valor político positivo, porque no impide el ejercicio crítico desde la libertad»



Madrid. Isabel San Sebastián.

Cada mañana, me cuenta, repasa la actualidad del día y se hace, por escrito y con toda precisión, una composición de lugar de los problemas, sus posibles soluciones y sus desenlaces previsibles. Dibuja «escenarios», que diría Jaime Mayor Oreja, propios del político de raza que es y ha sido siempre Adolfo Suárez, aunque ahora esté voluntaria -y dolorosa- mente alejado de la vida pública para dedicarse por entero a su familia.

Esa es su deuda pendiente con quienes le apoyaron incondicionalmente en los tiempos en los que no podía siquiera recibir la paz en misa porque sus vecinos de banco le miraban como un apestado (cuando la democracia española no había visto lo que ha tenido que ver a estas alturas) y le necesitan ahora que, tal vez demasiado tarde, tal vez no, España empieza a reconocer a esta figura. Es conmovedor ver la entrega con la que se entrega a esa tarea y acepta una renuncia que, me consta, le cuesta la misma vida. Por ello, comparto plenamente la legítima alegría con que el ex presidente del Gobierno recibe este Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, desde su autoimpuesto destierro de las candilejas públicas y cuando, según me dice con una enorme sonrisa, puede permitirse esos reconocimientos ya que, carente de poder o de ambición, ya no representa peligro alguno para la ciudadanía...

–¿Qué consejos de concordia daría así, a «botepronto», a los españoles de hoy y, concretamente, a nuestros dirigentes?

–Yo no esoy en disposición ni en posición para dar consejos. Sí creo que la concordia, el acuerdo, en última instancia, es un valor político de primera magnitud. Yo estoy convencido de que en un sistema democrático nadie está en posesión de la verdad absoluta, el pluralismo político es absolutamente imprescindible y uno de los valores más importantes de la vida política es la confrontación de los programas y las ideas. Pero creo también que debe haber un campo muy especial en el que la inmensa mayoría de las fuerzas políticas, económicas y sociales pueden y deben llegar a acuerdos. Hay que sondear esos campos todos deben estar en disposición de hacer ese ejercicio, porque un acuerdo, aunque no sea perfecto, es mucho mejor que el desacuerdo permanente. Hay facetas de la vida pública en las cuales la propia demanda social te indica hasta qué punto son aconsejables entendimientos.

–¿Por ejemplo?

–En grandes temas como la Defensa, la política económica y social, la política de seguridad... En esas tareas, a mi juicio es muy bueno que se alcancen acuerdos.

Pactos

–¿Y el pacto parlamentario entre distintas fuerzas políticas para hacer posible el Gobierno, también es un valor político positivo?

–Es un valor político positivo, porque eso no impide el ejercicio crítico desde la libertad. No lo impide, entre otras cosas, porque hay sectores de la vida española que ya se encargan de hacer esa crítica. Por ejemplo los medios de comunicación y otros sectores que pueden no estar en el Parlamento. El pluralismo se manifiesta de forma espontánea en la vida nacional. Es posible que los que tienen la responsabilidad de gobernar y los que están en partidos políticos en la oposición acaben entendiendo que es necesario de vez en cuando llegar a acuerdos políticos, económicos o sociales que marquen las grandes líneas maestras de la acción política y tengan permanencia en el tiempo.

–¿Usted sigue ejerciendo buenos oficios en esa dirección?

–Yo he sido presidente de Gobierno y tengo una cierta experiencia. Si me piden mi opinión, creo que es mi deber darla, aunque no me considero en absoluto en posesión de la verdad.

Del infierno al cielo

–¿Los españoles debemos llevar a los infiernos a nuestros personajes públicos, en especial a nuestros gobernantes, para luego elevarles a los altares?

–No.! Basta con que me lo hicieran a mí! Ya es suficiente con que me llevaran a mí a los infiernos. No deben pagar los demás un precio como ese.

–Pero, de hecho, ocurre ¿no? Tenemos una cierta tendencia a encumbrar o arrastrar por los suelos...

–Si ambas posturas se manifiestan con exceso o defecto, son malas. Si están medidas, son lógicas, porque es bueno conocer los aciertos que se tengan y también los errores.

–¿España es justa con sus gobernantes?

–¿El pueblo español es justo con sus gobernantes? ¿Los periodistas son justos?... El pueblo conforma su opinión a través de muchos procedimientos y luego ejerce su derecho en las urnas. Pero no es un problema de justicia. Uno puede tener un altísimo concepto de sí mismo y estar equivocado.

–¿Es severa?

–Severa en sus juicios con los políticos, sí. Pero el tiempo todo lo va colocando en su sitio. En España está plenamente consolidada la democracia...

Alternancia democrática

–¿Está concluida la Transición?

–Desde hace muchos años.

–Es que había una teoría según la cual hasta que no llegara al poder mediante elecciones democráticas un partido de la derecha democrática, no estaría culminado el proceso...

–En mi época se decía que hasta que no llegara al poder el partido socialista no se podría cerrar el círculo... lo cual nos llevaría a estar cerrando círculos permanentemente. No. Yo creo que para decir que la derecha es plenamente democrática no hacía falta que ganara las elecciones; era algo que estaba claro y se percibía en todas las manifestaciones de sus líderes. ¿Que la alternancia política es un valor en sí misma? Sí; eso es bueno. ¿Que muchas actitudes pueden cambiar a partir de ahora? También eso es bueno. Ahora, por primera vez en España, el líder del principal partido de la oposición ha sido catorce años presidente del Gobierno. No puede hacer la oposición que me hizo a mí. Tiene la experiencia suficiente para saber cuáles son las responsabilidades del gobernante y cómo se puede colaborar desde la oposición para lograr el mayor nivel de bienestar para el conjunto de los españoles, el mayor nivel de influencia económica en Europa y en el mundo, el más alto nivel de seguridad nacional e internacional para nuestro país, y un largo etcétera. De la misma manera, cuando pasen los años, los que quieran los españoles, y el actual presidente del Gobierno, señor Aznar, vuelva a la oposición, la experiencia acumulada desde el poder le permiritá ver con mayor claridad los fallos y aciertos del Gobierno, buscar acuerdos y apoyar o no determinadas decisiones.

–¿Se conjurará definitivamente en España después de este Gobierno del PP el fantasma de la «derechona»?

–Ese fantasma está conjurado. Si ha continuado hasta ahora será porque lo han dicho algunos...

–Salió de nuevo a relucir en la última campaña electoral.

–Sí, pero el electorado se manifestó como se manifestó. Quiero decir que esa sí que no es una percepción de la sociedad española en términos generales. Puede ser un argumento para la descalificación de un político de un partido en un debate parlamentario, como lo puede ser la descalificación de la izquierda. Yo creo que eso son aspectos de una actitud que probablemente debiera cambiar hoy y para siempre, porque carece de sentido. La derecha está gobernando en muchas comunidades autónomas en España, la izquierda en otras, ambas estupendamente en unos sitios y menos estupendamente en otros. Todos cometemos errores. Lo que pasa es que, al parecer, en la historia democrática española el único que los ha reconocido soy yo.

Fantasmas del pasado

–Hablando de fantasmas, ¿nos van a perseguir eternamente a los españoles algunos espectrso como el del GAL, la corrupción, etc? Porque podía pensarse que con las elecciones cambiaría el discurso, pero aparentemente no es así.

–La verdad es que no lo sé. Yo no quiero decir nada que no pueda avalar con pruebas y no tengo ninguna que me permita emitir un juicio definitivo sobre esta materia, pero sí creo que, si existen responsables concretos, eso tiene que saberse y han de asumirse las correspondientes responsabilidades políticas y las responsabilidades que sean necesarias.

–¿Las urnas depuran responsabilidades políticas?

–Las urnas lo que manifiestan es la voluntad de los ciudadanos y de los diferentes sectores de la sociedad. La responsabilidad política se asume cuando se presenta la dimisión. El pueblo juzga de una manera global, pero no los aspectos concretos de la actividad de Gobierno; ese es un juicio que está reservado desde un punto de vista general a la Historia, pero que en algunos puntos concretos es exigible a los medios normales de funcionamiento del sistema.

–¿No va a volver Adolfo Suárez a la política?

–Nunca más. Ya lo he dicho muchas veces.

–¿No la echa de menos?

–Todo. Yo soy un político de raza y la echo de menos todo lo que puede echarse. Lo que pasa es que mi familia es ahora lo más importante y es difícil compatibilizar ambas cosas. Yo ahora estoy dedicado plenamente a que mi familia afronte el presente y el futuro con alegría, con optimismo, con ganas de pelear...

–Pues no le vendrían mal a España hombres como Adolfo Suárez, defensores de la concordia...

–Nadie es imprescindible. En España hay gente de concordia.

+–¿Sí?

–Por lo menos debe haberla, porque es una gran virtud. Yo veo la concordia como algo que engrandece hasta las cosas pequeñas, como probablemente sea mi caso, mientras que la discordia empobrece y destruye hasta las causas más elevadas.



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