Pisadas y voces en el castillo de Gala



Barcelona. Dolors Massot.

A los treinta primeros días de apertura al público, el castillo de Púbol, donde se encuentra enterrada la esposa y musa de Dalí, Gala, ha superado con creces las expectativas de la Fundación Gala-Salvador Dalí. El inmueble registró unas 25.000 visitas de personas que han podido adentrarse en el universo daliniano y descender a la intimidad y la vida cotidiana de Gala. Un paso más en la creación del «triángulo daliniano», que se completa con Figueres y Cadaqués.

El pasado día 26 Gala hubiera cumplido 102 años. Helena Ivanovna Diakonova ya no pasea por el jardín del castillo de Púbol. Sus restos yacen en la cripta desde su fallecimiento el 10 de junio de 1982, junto a un nicho vacío donde debía reposar Dalí de no ser por la audacia del alcalde de Figueres, quien consiguió que el pintor fuera enterrado en el Torre Galatea, a pesar de no respetar así la voluntad del difunto.

Gala parece, sin embargo, condenada irremediablemente a ser el atractivo de miles y miles de personas dispuestas a estar cerca de todo aquello que tenga algún vínculo con Salvador Dalí. Así lo demuestra el elevado número de visitas que ha experimentado el castillo de Púbol desde que se abrió al público el pasado 1 de agosto. Hasta el día 29, se habían registrado 22.121 entradas, cifra que ayer se vio aumentada hasta alcanzar las 25.000. Según explica Jordi Artigas, coordinador de las actividades que la Fundación Gala-Salvador Dalí ha comenzado a desplegar en el castillo de Púbol, el lugar reclama la atención de unas 800 personas cada día, aunque como es lógico los fines de semana esta cifra varía considerablemente.

La Fundación espera que la apertura de Púbol no sea un capítulo cerrado en la promoción de la figura de Dalí sino que sirva para motivar al mismo tiempo la reapertura de la casa del artista en Port Lligat, junto a Cadaqués, donde Dalí residió desde 1984 hasta su muerte, debido a que si bien desde el fallecimiento de Gala quiso vivir junto a los restos de su esposa en Púbol, un incendio en 1982 le produjo graves quemaduras y consideró que era imprudente seguir allí. En ese momento quedó truncado el sueño del pintor, que había encargado a su secretario y amigo Robert Descharnes la creación de un mausoleo similar a la Tumba de los Carmelitas que se encuentra en la catedral de Nantes, en Francia. Dalí había pensado en las esculturas que representarían al matrimonio, adornadas con cadenas de ADN y motivos propios del surrealismo. Todo eso se evaporó tras el incendio. Dalí se marchó y decidió distribuir su tiempo entre Port Lligat, donde residiría en primavera y otoño, Torre Galatea para los inviernos y Púbol sólo en verano.

Gigantomaquia

Pero los recovecos de Púbol dan hoy motivos para una mitología completa, con teogonía y gigantomaquia completa. La visita permite andar por las habitaciones de la planta superior del edificio, donde se encuentran las dependencias privadas que utilizaba Gala. Mientras ella residió allí, Dalí se comprometió a no acercarse al castillo a no ser que ella se lo permitiera por escrito, lo que permitió a Gala llevar al mismo tiempo una vida independiente.

Gala y Dalí se habían casado muy cerca del castillo, en el santuario de Los Angeles, en 1958. Tanto un edificio como otro se encuentran en el término municipal de La Pera, un pueblo que siempre ha reclamado la categoría «daliniana», puesto que su alcalde era consciente de que ahí debería estar hoy enterrado el artista.

De este modo, el recorrido para el visitante quiere ser un complemento a todo lo que puede verse en Figueres –donde se encuentra la colección de obras de Dalí más importante del mundo–. La imagen de Gala es aquí omnipresente: sus fotografías aparecen en cualquier rincón, con aquella mirada penetrante, llena de fortaleza como corresponde a la musa que dirigía los pasos de un genio artístico. La sala que mayor interés despierta es la de los vestidos de Gala. Bajo el epígrafe «Las galas de Gala», quien quiera puede contemplar los conjuntos que ésta adquirió en las casas de los mejores modistos de París y Nueva York.



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