Sábado 15 de junio de 1996
Otro periódico muere

EDUARDO HARO TECGLEN

Cuando la República estaba cercada, el Ya apareció, de un costado de El Debate, para ayudar a su caída. Se sabe cómo eran entonces los obispos: de cruzada. Cuando llegó la guerra, fueron durísimos, implacables. Enemigos mortales. La prensa de izquierdas se enfrentaba con la nueva aparición del enemigo: aprovechaba hasta sus erratas -tenían fama de ser más que en los otros: quizá por la novedad del taller- y la primera grande fue un titular sobre «el problema de los carbones»: saltaron la erre y la be, y los rojillos decían: «Es, sin duda, un problema que nuestros colegas conocen bien...». Pero tras la guerra fue apaciguador: las gentes de la Editorial Católica (Fernando Martín Sánchez-Juliá, en su silla de ruedas: le llamaban «el secretario de Dios») se quedaron con la cultura de las prisiones, y con la fundación del periódico de los presos, Redención. Para un periodista es difícil este tipo de trabajo en la cárcel del enemigo. No es como lavar ropa o picar piedra: hay que escribir, hay que opinar, hay que obedecer, hay que comulgar. Muchos no quisieron. Uno, el dibujante Bluff, aceptó: encontraron que en uno de sus dibujos había puesto un cielo tachonado de estrellas de cinco puntas, y le aplicaron la pena que tuvo en primer lugar, antes del indulto: la de muerte. Le mataron. Don Nicolás González Ruiz, crítico de teatro y traductor de Shakespeare, se ocupaba de ese periódico doloroso, y ayudaba a sus presos. (Un día fui a ver a dos encarcelados en Zamora: pregunté qué leían y me dijeron: «El Ya, pero le recortamos la parte pornográfica»).

Luego el Ya evolucionó con la Iglesia. Aun siendo cerril y armada, la Iglesia española era obediente -quizá por eso-; aceptó el concilio, aceptó los nuevos esfuerzos de los Propagandistas de la Fe, no amó al Opus, se acogió a la democracia cristiana: el Ya era un reposo. Augusto Assía escribía desde Londres crónicas democráticas, como Lucientes desde Estados Unidos (luego, Josefina Carabias): no digo que fueran de la izquierda, pero odiaban el totalitarismo, el nazismo: hasta a Franco. Quizá demasiado: la Iglesia empezó a abandonar su periódico: debió encontrarlo rojo. Volvía a la cruzada: la hacía en la COPE, y allí está. El Ya empezó a dar tumbos, a pasar de mano en mano de empresa, y a perder todas las del público. Dejó, prácticamente, de vender. Las especulaciones han fracasado: y mañana, muere. Ya está la portada del último día asomando a las televisiones.

EL PAIS DIGITAL, 15 de junio de 1996


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