El PP ya padece su mayoría insuficiente


Los nacionalistas acogen con frialdad la primera llamada a la colaboración de Aznar



JOSE MARIA BRUNET
El Partido Popular inició ayer los contactos para tratar de obtener los apoyos que necesita para la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno. Sin embargo, la acogida que tuvo entre las fuerzas nacionalistas esta apertura de conversaciones fue fría. El portavoz de Convergència i Unió (CiU), Joaquim Molins, reiteró la postura que la coalición nacionalista ya anunció durante la campaña electoral: no habrá respaldo del nacionalismo catalán a Aznar. Mientras, el Partido Nacionalista Vasco mantiene formalmente una actitud similar a la de sus correligionarios catalanes.
CiU propuso, en cambio, que tanto sus diputados como los del PSOE se abstengan y permitan que el líder del PP sea designado presidente por mayoría simple en la segunda votación, ya que para la primera necesita mayoría absoluta, y no hay fórmula aritmética alguna que le permita alcanzarla. Felipe González contestó inmediatamente con una negativa, alegando la necesidad de coherencia ante el electorado socialista. Fuentes del PSOE aseguran que esta posición no variará por mucho que se complique a Aznar la búsqueda de apoyos.
José María Aznar, en suma, ha comenzado a conocer los límites de su victoria electoral del pasado domingo desde el primer momento. El líder del PP compareció ayer por la mañana en una larga y multitudinaria rueda de prensa cuyo eje fue la apelación a la responsabilidad de las fuerzas políticas para que España pueda tener un gobierno "estable" durante los próximos cuatro años. Aznar dijo estar dispuesto a dialogar "con todos" y rechazó de plano la hipótesis de que el país tenga que volver a las urnas dentro de unos meses, ante la imposibilidad de que se forme gobierno por el dictado de una aritmética parlamentaria adversa.
El líder del centroderecha subrayó que el Partido Popular ha logrado abrir un nuevo ciclo político en España, e insistió en que todos los partidos deben tomar nota de ello y actuar en consecuencia. Aznar apareció más relajado que la noche anterior, al conocerse los resultados electorales, cuando se limitó a dirigir unas palabras a miles de sus seguidores con el cansancio y la tensión de un apretado escrutinio marcando su rostro. Quiso, en suma, dejar sentadas dos consideraciones: el PP ha abierto una vía de paso al cambio político, tras trece años de gobierno socialista, y ahora precisa de apoyos que completen la mayoría relativa obtenida, para dar estabilidad al país.
Unas horas después era Felipe González quien, con expresión casi exultante, comparecía en rueda de prensa para analizar los resultados electorales, al concluir la reunión de la ejecutiva federal del PSOE, en la que ya nadie se atreve a cuestionar públicamente a su secretario general tras la espectacular remontada electoral del domingo. El presidente del Gobierno en funciones lanzó un mensaje de confianza en la tranquilidad que presidirá la alternancia en el poder, si el PP consigue el respaldo necesario para formar gobierno.
El líder socialista se mostró en todo momento muy satisfecho por el grado de apoyo obtenido en las urnas, subrayando que sólo ha habido una diferencia de algo más de trescientos mil votos entre el PP y el PSOE. González se permitió, así, varias apreciaciones irónicas y consejos dirigidos a Aznar.
En la misma línea que la noche anterior --cuando dijo ante los eufóricos militantes socialistas que "sólo nos ha faltado una semana más o un debate más" para ganar las elecciones--, Felipe González exhortó a José María Aznar a tratar de dialogar con las fuerzas nacionalistas. Después de haber sufrido durante casi tres años la permanente acusación de ceder ante el "chantaje" de CiU y del PNV, el líder socialista manifestó que el Partido Popular no debe temer a los partidos que integran estas fuerzas políticas, porque siempre dialogan sin imposiciones, y sin poner precio al apoyo que prestan a la estabilidad de la acción de gobierno.
González, en suma, ha querido comunicar la idea de que, contra las imputaciones que se le dirigieron en el sentido de que se aferraba al poder, está dispuesto a garantizar un relevo elegante y sin trabas, aunque, eso sí, sin dejar de recrearse con delectación en las dificultades que ahora va a tener José María Aznar para recoger hilo y mantenerse con una mínima estabilidad en la Moncloa.
Los socialistas creen que el líder popular logrará, en efecto, ser investido como presidente del Gobierno. Pero esperan que CiU y el PNV se lo pongan mucho más difícil de lo que fue para ellos mantener el apoyo de los nacionalistas a su gestión. En palabras de Alfonso Guerra, a quien Felipe González citó, el PSOE considera "dulce" su derrota y "amarga" la victoria del Partido Popular.
Los socialistas estiman que CiU acabará votando en pro de la investidura de Aznar, en un nuevo ejercicio de responsabilidad política y por presión de los sectores sociales y de opinión que componen y apoyan al nacionalismo catalán. El PSOE, por otro lado, renunciará a la posibilidad de replicar ahora con un "¡Váyase, señor Aznar!" al repetido "¡Váyase, señor González!" que los populares han repetido machaconamente durante la última legislatura.
Los socialistas creen que podrían insinuar que si el candidato fuera otro distinto a José María Aznar facilitarían su investidura, absteniéndose, pero no quieren llevar hasta tal punto la explotación de su satisfacción por los resultados electorales.
La respuesta que el PP ha obtenido de CiU y el PNV en sus primeros intentos de entablar conversaciones ha sido sumamente fría. Prácticamente protocolaria. Los nacionalistas catalanes tomaron nota ayer de la afirmación de Aznar en el sentido de que no mirará al pasado, cuando se le preguntó si mantendría la tesis de que CiU y el PNV negociaron con el PSOE siempre a cambio de algo para las comunidades históricas donde gobiernan.
Lo que se espera en CiU no es que Aznar deje de interesarse por el pasado, sino que lo examine de forma distinta, y concluya que los nacionalistas no se han dedicado ni pretenden dedicarse a "chantajear" al partido gobernante, ayer el PSOE y mañana probablemente el Partido Popular. En todo caso, ni los nacionalistas catalanes de Jordi Pujol ni los nacionalistas vascos de Xabier Arzalluz quieren que la imposibilidad de formar gobierno lleve a una nueva convocatoria electoral.
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