Sábado 29 de junio de 1996

Las fuerzas tradicionales dominicanas se unen para evitar que un negro ocupe la presidencia del país

F. ORGAMBIDES ENVIADO ESPECIAL, Santo Domingo
Un histórico acuerdo entre los dos ancianos caudillos de la República Dominicana, el actual presidente Joaquín Balaguer y su eterno opositor Juan Bosch, amenaza seriamente la posibilidad de que el negro Juan Francisco Peña Gómez, el candidato socialista que ganó la primera vuelta de las elecciones, se haga mañana, domingo, con el poder presidencial. El acuerdo arrastrará un alto porcentaje del voto balaguerista hacia Leonel Fernández, candidato del Partido de Liberación Dominicana (PLD), la segunda fuerza más votada en la primera vuelta celebrada el 16 de mayo último. De ser así, Fernández, un joven profesor universitario formado en Estados Unidos, podría convertirse en el nuevo presidente dominicano.

Flanqueado por Bosch y Balaguer, Fernández, de 43 años y divorciado, elevaba el viernes ante miles de personas sus manos con la señal de victoria. Era su mitin de fin de campaña, en el que concurrían, por primera vez en la historia reciente de este país, las banderas de dos partidos irreconciliables meses atrás, los reformistas de Balaguer (eliminados en la primera vuelta) y los peledistas de Bosch, hoy unidos en una alianza que han llamado «patriótica» y cuyo fin inmediato es evitar la llegada por primera vez de un negro al sillón presidencial dominicano.

Borrar la historia

En el mitin del viernes, celebrado en una de las principales avenidas de Santo Domingo, se había borrado la historia. Codo a codo estaban allí los casi nonagenarios Bosch y Balaguer, enconados protagonistas políticos de la historia dominicana antes y después de la caída del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Pero también allí, junto a estos dos ancianos de piel blanca y de origen catalán, se encontraba Donald Read Cabral, el político que expulsó a Balaguer del país en 1962 y quien, tres años después, permitió el derrocamiento de Bosch tras la invasión de EE UU.

Pero no sólo se estaba borrando la historia pasada, sino la más reciente. Todavía se recuerda cómo en mayo, y en un mitin, como el del viernes, el propio Leonel Fernández sacaba el dedo acusador contra el anciano y ciego Balaguer, a quien recriminaba tantos años en el poder y de quien advertía que estaba influido por un anillo palaciego formado por militares y políticos que se estaban enriqueciendo a costa del Estado.

De hecho, estas elecciones que llegan ahora a su segunda vuelta tienen carácter extraordinario y fueron convocadas expresamente para desalojar del poder a Balaguer después del monumental fraude detectado en los comicios de 1994, lo que le hubiera permitido seguir al frente del país otros cuatro años más. De hecho, a Balaguer se le ha prohibido constitucionalmente presentarse a la reelección y en agosto, cuando se produzca el relevo presidencial, se irá a casa.

El mitin del viernes, según este nuevo Leonel Fernández que ha surgido con la segunda vuelta, tuvo, entre otros objetivos, desagraviar a dos líderes -Balaguer y Bosch- que, en su opinión, habían sido vapuleados desde el exterior por la prensa extranjera y algunos Gobiernos enemigos. Éste sería el caso de Estados Unidos, a cuyo Gobierno el partido de Leonel Fernández ha acusado de estar tomando parte a favor de Peña Gómez en los comicios dominicanos. «Nuestra neutralidad es incuestionable», ha advertido la embajadora estadounidense en Santo Domingo, Donna Jean Hrinak.

De no ser por el tinte racista que destila con cierto descaro la alianza en que se apoya Leonel Fernández en esta segunda vuelta, lo que se está viendo estos días en la República Dominicana sería ejemplar porque desde hace mucho tiempo se le está exigiendo tanto a Balaguer, de 89 años, como a Bosch, que mañana domingo cumplirá 88, una retirada digna del escenario político que permita el paso, en transición amistosa, a una nueva generación. Jamás se pensó que Bosch, aquejado de arterioesclerosis, y Balaguer, ciego y sordo, se fueran de la política de la mano.


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