Negociaciones después del 3-M OPINION

La compleja investidura de Aznar


CUANTO HA OCURRIDO en los últimos días en materia de pactos políticos tiene, aparentemente, signo contradictorio. Por un lado, se ha comprobado hasta qué punto es complicado que el PP logre su objetivo de ser el eje del gobierno que encare la legislatura a partir del próximo mes de abril. Pero, por otro lado, se han dado pasos que llevan en esa dirección de forma clara.
La entrevista entre el presidente de la Generalitat y el presidente del Gobierno en funciones es uno de ellos. Algunos han considerado que, al verse primero con González, Pujol ha querido apretarle anticipadamente las clavijas a Aznar, con un gesto algo despreciativo, al dejarle en segundo plano. Se trata de una interpretación errónea. Pujol tenía que ver antes a González, porque el diálogo con el líder del PSOE podía condicionar en diversos aspectos las negociaciones que CiU tiene que mantener con Aznar. Pujol ha tratado de conseguir que el grupo parlamentario de CiU vaya acompañado por el socialista en la sesión de investidura. Pero su intento, en el que aún podría volver a insistir, ha resultado y resultará vano. Ni siquiera la proximidad cierta del riesgo de una nueva convocatoria electoral les llevaría a variar su actitud.
CiU tendrá que afrontar, pues, en solitario sus propias decisiones sobre la posibilidad de que el PP inicie su acción de gobierno. Si los diputados de CiU votan en contra o se abstienen, Aznar no logrará la investidura. Si le apoyan en la segunda votación podrá, al menos, echar a andar. Descartada, en principio, la abstención del PSOE y ante la escasa verosimilitud de un apoyo de IU al líder del centro-derecha, todos los focos están puestos de nuevo en los nacionalistas catalanes.
Lo lógico es, en esta situación, explorar las posibilidades de alcanzar acuerdos. El terreno es sin duda pantanoso. No están puestas las bases de un diálogo fácil. Todo lo contrario. Pero la negativa a negociar hubiera equivalido a negar el lema con el que CiU concurrió a las últimas elecciones generales. En ese lema se proponía ser clave en el Parlamento. Y ahora lo es, resulte cómodo o incómodo.
La celebración de nuevas elecciones no le garantiza a CiU una posición tan decisiva, y ése también es un argumento para que piense por dos veces si le compensa abortar ahora el inicio de esta legislatura. Por otro lado, Pujol se había quejado reiteradamente de que las campañas de los últimos años hubieran deteriorado la imagen de Cataluña en el resto del Estado. En este sentido, resulta ahora muy reconfortante comprobar hasta qué punto ha variado el criterio dominante en determinados medios de opinión. Círculos en los que el traspaso del 15 por ciento del IRPF era visto como el preludio de la fractura de la indisoluble unidad de España, analizan ahora la negociación sobre la corresponsabilidad fiscal como un asunto técnico digno del mayor respeto, por tratarse de una iniciativa que responde a la probada voluntad autonomista del Ejecutivo en ciernes.
No es mala ocasión, en suma, para que esos medios y círculos hagan un acto de contrición que borre, al menos, algunos tópicos que han podido dañar la convivencia en la sociedad española, al introducir en ella tensiones sin cuento, alimentando supuestos agravios comparativos. España no ha perdido cohesión interna en los últimos años, ni han aumentado las diferencias interterritoriales. Lo que ha emergido es una España plural donde la tolerancia y el respeto al prójimo han sustituido a las rancias uniformidades. Pero esa evolución también obliga ahora a la prudencia a CiU, que no puede poner al PP contra las cuerdas con exigencias imposibles. Estas provocarían, además, una reacción adversa del PSOE. De eso también hablaron González y Pujol en la Moncloa. CiU tiene margen para la negociación, pero ese margen no es ilimitado. JOSE MARIA BRUNET
Copyright La Vanguardia 1995
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