Un óptimo naufragio


Z enón se negó a llevar una olla de lentejas como le había encomendado Crates, aduciendo que era un filósofo y no un esclavo, así que su maestro le rompió de un bastonazo la cazuela de barro y le dejó la túnica perdida de legumbres. Pero del incidente obtuvo la prudencia necesaria para ser uno de los padres del estoicismo, tanto que luego escribiría de aquella jornada: "Hice un pésimo viaje de mar y un óptimo naufragio". Anoche Felipe González pensó que han sido casi tres años de insoportable navegar por aguas turbulentas, pero que el naufragio no podía resultar mejor.
Los socialistas estaban que no se lo creían. De saber que las cosas iban a ir de esa manera, seguro que no hubieran perdido la paga y señal en el hotel Palace, que por primera vez no fue cuartel general del PSOE en una campaña. Y eso que González lo había advertido desde que pisó Cornellà: "El olfato me dice que vamos a dar la vuelta a las encuestas". No se ganó, pero el resultado supo a los socialistas a victoria y, desde luego, de la derrota por goleada a perder en la prórroga y de penalti hay un abismo. En cualquier caso, este país que ha hecho la reconversión de la siderurgia o del textil quizás tendría que emprender la de las empresas de estudios de opinión. Y es que no dan una, aunque siempre pueden decir como Borges, pero sin su ironía, que "el original es infiel a la traducción".
A las ocho de la tarde, la soledad escasamente acompañada de la sede del PSOE en Ferraz, donde esta vez los socialistas convocaron a periodistas y simpatizantes, contrastaba con la fiesta en Génova, donde los populares estaban celebrando con cava "las israelitas", es decir, el resultado de las encuestas a la salida de los colegios. Sorprenden los cocineros que hacen el sofrito cuando todavía los cazadores no han salido por las perdices. Así que, a medida que avanzaba la noche, el tomate se chamuscaba e incluso ese microondas de la información que es Internet introducía un elemento suplementario a la cocción, al dar por delante a los socialistas con el 30 % de los votos escrutados. Y entonces Ferraz empezó a llenarse de caras conocidas y rostros por conocer, mientras los enviados extranjeros no sabían qué contar en sus medios.
Poco después de las 11 llegó González, que nunca pensó en perder casi ganando, y ya en la calle le cantaron el "Cumpleaños feliz", que ayer el hombre se había situado en los 54. Los presidentes nunca sonríen tanto cuando pierden y menos cuando además cumplen años. Pero es que España se había despertado socialista y se fue a dormir hecha un lío. "La nueva mayoría" era sólo la pírrica mayoría y la "España en positivo" había salido movida, pero no se había velado el carrete, como los vates de la caverna anunciaban desde una determinada prensa, que no es que haya perdido la brújula, sino que busca el norte mirando el reloj.
González dijo pocas cosas: que había felicitado a Aznar y que si no le salen las cuentas a don José María, pues ahí está él para lo que haga falta. Los periodistas que durante veinte días nos hemos tirado a los montes para perseguir frases de los candidatos entre el sudor de los mítines nos temimos lo peor. Cualquier día nos vuelven a subir al autocar. O a esos "fokker" que bailan en el aire como los escaños en las encuestas. Horror. Hasta entonces. MARIUS CAROL
Copyright La Vanguardia 1995
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