Domingo 16 de junio de 1996

La lucha por la paz en Euskadi también está en las calles

EVA LARRAURI, Bilbao
Sucedió hace diez años. Unas pocas decenas de personas decidieron mostrar en las calles del País Vasco su rechazo a la violencia. Eran tan sólo cinco grupos, surgidos espontáneamente de parroquias y de la Universidad de Deusto (Bilbao), que replicaban cada muerte violenta con una concentración silenciosa.

En medio de una sociedad incapaz hasta entonces de formular una respuesta contra el terrorismo, unos pocos empezaron a trabajar en la Coordinadora Gesto por la Paz. En el camino recorrido desde la primavera de 1986 han multiplicado su organización hasta llegar a los 1.000 voluntarios y conseguir que miles de personas secunden sus movilizaciones. Los fines que establecieron en su primer documento siguen siendo válidos: «Servir de cauce de expresión para el rechazo a la violencia».

Los prolegómenos del nacimiento de la coordinadora se encuentran en pequeños grupos que se concentraban en el Casco Viejo de Bilbao y en la protesta silenciosa de estudiantes de Deusto por el asesinato del capitán Alberto Martín Barrios, en 1983.

El germen de la asociación creció poco a poco en los ambientes de los pacifistas y grupos cristianos de Bilbao y en 1986 se constituyó Gesto por la Paz. Dos años más tarde confluyó en la coordinadora el grupo pacifista creado en San Sebastián por Cristina Cuesta, hija de una víctima del terrorismo.

«Los primeros años fueron un tiempo de dudas. Teníamos dudas sobre si la gente iba a reaccionar», afirma María Guijarro, miembro de Gesto desde hace nueve. «Pasaban por delante de nuestras pancartas y se quedaban tan frescos».

La coordinadora llegó a la mayoría de edad en 1993 con la campaña por la liberación de Julio Iglesias Zamora y la creación del símbolo del lazo azul. El reconocimiento de su labor, su capacidad de convocatoria y de sensibilización de la sociedad y su presencia pública crecieron significativamente. Gesto recibió ese año el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.

El secuestro por ETA de José María Aldaya volvió a poner en marcha dos años más tarde toda la maquinaria de movilización para exigir su libertad. Y fue en condiciones más difíciles: las organizaciones de la órbita de ETA reaccionaron convocando contramanifestaciones.

El volumen de personas implicadas en la coordinadora pacifista sigue creciendo. Ahora, de forma automática, Gesto por la Paz reúne 160 concentraciones en las comunidades vasca y navarra en respuesta a las muertes y para exigir la liberación de José Antonio Ortega. La mitad de los 1.000 voluntarios son menores de 26 años. Toda la organización se mueve sobre una estructura de escasos medios. Gesto sólo cuenta con dos personas con dedicación a tiempo completo.

La reacción de los partidos políticos vascos fue por detrás de los ciudadanos que salían a la calle para mostrar su oposición a los caminos violentos. Los grupos de Gesto por la Paz ya llevaban casi dos años organizados cuando, en enero de 1988, los partidos lograron suscribir un pacto para la pacificación del País Vasco.

«La formación de Gesto pudo ser una acicate para que los partidos avanzaran hacia el Pacto de Ajuria Enea», opina Javier Madrazo, coordinador de Izquierda Unida (IU) en Euskadi. «Había ya un consenso social y no era lógico que no lo hubiera entre políticos».

Los partidos coinciden al elogiar la labor desarrollada por los pacifistas. «Se han mantenido firmes en sus posiciones a favor de de la paz y los derechos fundamentales y han salido a la calle en condiciones difíciles. Han defendido con valentía sus posiciones y han sido coherentes al valorar otros temas, como la dispersión de los presos de ETA o los atentados de los GAL», dice Igone Martínez de Luna, portavoz de la ejecutiva de Eusko Alkartasuna.

Para el peneuvista Joseba Egibar, lo más positivo de Gesto radica en que constituye una aportación de jóvenes comprometidos con los valores fundamentales. Pero Egibar precisa que los pacifistas tienen su techo en la movilización y la concienciación social y les reprocha la falta de propuestas concretas. «¿Por qué no pueden proponer iniciativas políticas?», se pregunta el portavoz del PNV.

El secretario general de los socialistas vascos, Ramón Jáuregui, aprovecha el aniversario para analizar la situación del movimiento pacifista. «Requiere una reflexión, una fuerte sacudida, para superar el parón y la incertidumbre en la que se ha sumido por el contraataque de la violencia», opina. «Al igual que en la política, hay confusión sobre lo que hay que hacer».

Apoyo al acercamiento de los presos de ETA

AITOR GUENAGA ,Bilbao
La Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria ha mostrado su preocupación por el anuncio realizado por el ministro del Interior, Jaime Mayor, de trasladar selectivamente a lo largo de este año a un total de 150 presos de ETA a las prisiones de Euskadi o a otras cercanas a esta comunidad.

Los pacifistas, al igual que otras fuerzas vascas, como Eusko Alkartasuna (EA) e Izquierda Unida (IU), consideran que «el acercamiento debe ser generalizado». En la actualidad hay 503 activistas de la organización terrorista encerrados en diferentes prisiones españolas.

Gesto por la Paz reitera que la demanda de reagrupamiento de estos reclusos responde a razones éticas y humanitarias, al espíritu de la ley penitenciaria y a motivos políticos, ya que fue solicitada en un acuerdo del Parlamento vasco de 28 de diciembre de 1995. La Cámara respaldó por mayoría el principio de cumplimiento de las penas por parte de estos presos en los centros penitenciarios de su lugar de origen. Por otra parte, portavoces de Senideak, la asociación de familiares de presos de ETA, ha calificado la nueva política penitenciaria de la Administración central como «cruel». Según Senideak, la dispersión se mantiene pese a ser ilegal y se pretende «vender el acercamiento como un favor a los familiares».


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