Un informe de expertos anti-ETA advierte que la banda vuelve al «terrorismo puro»



San Sebastián. J. M. Zuloaga / J. Pagola.

ETA está volviendo al «terrorismo puro de finales de la década de los 70 y principios de los 80, lo cual podría conducir a que el miedo se implantara otra vez en amplios sectores de la población vasca e incluso de las diferentes Administraciones públicas», según informaciones de expertos antiterroristas que ha conocido ABC y que basan su análisis en el «salto cualitativo» que han supuesto los últimos atentados con «el retorno a una audacia y a una agresividad que parecía haber sido abandonada». Subrayan que ETA tiene una situación financiera «suficientemente saneada» y que el secuestro de Aldaya tuvo fines «fundamentalmente ejemplarizantes para asegurarse el cobro del chantaje revolucionario».

Los citados expertos avalan sus informes en la estrategia de ETA de cometer atentados que, en principio, pueden provocar pérdida del apoyo social que aún le queda: «En los últimos atentados terroristas se ha constatado el retorno a una audacia y una agresividad que parecían haber sido abandonadas en los últimos años». Esta interpretación viene avalada por el hecho de que la banda haya decidido y asumido llevar a cabo acciones criminales que pudieran ir tan en contra del apoyo social de la población y de parte de sus bases como los asesinatos del sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goicoechea; del sargento de la Policía Municipal de San Sebastián Alfonso Morcillo; del teniente de alcalde de la misma ciudad, Gregorio Ordóñez; el atentado frustrado contra el presidente del PP, José María Aznar; la colocación de un coche bomba en la plaza del Callao, en el corazón comercial y turístico de Madrid; el secuestro de José María Aldaya, la preparación del asesinato de Su Majestad el Rey, y, más recientemente, el asesinato de Fernando Múgica y el atentado contra la patronal guipuzcoana. «Todos estos hechos, a los que habría que añadir atentados de envergadura llevados a cabo en Madrid, suponen la asunción de un salto cualitativo que acerca a los métodos de la banda al terrorismo puro de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, lo cual podría conducir a que el miedo se implantara otra vez en amplios sectores de la población vasca e incluso de las diferentes Administraciones públicas».

Buenos «sueldos»

Con respecto a la situación financiera de ETA, las citadas informaciones señalan que «está suficientemente saneada» y que la banda realizó el secuestro de Aldaya con «fines fundamentalmente ejemplarizantes» para asegurarse el cobro del llamado «impuesto revolucionario» en el futuro, más que por la necesidad de obtener dinero en la actualidad. Entre los numerosos indicios que demuestran esa situación financiera se puede citar la elevada cuantía de pagos efectuados a los «comandos», tanto «ilegales» como «legales»; el hallazgo de una importante cantidad de dinero en la fábrica de armas de Mouguerre (148 millones de pesetas), que, aparentemente, constituía una reserva; y el incremento que han experimentado los «sueldos» de los miembros de la banda cuando se encuentran en los «taldes de reserva», a la espera de ser llamados por los cabecillas para integrarse en los grupos operativos de la organización criminal.

La banda, por otra parte, está encontrando en los últimos tiempos dificultades para cambiar las pesetas en francos franceses, moneda con la que hacen todos los pagos que le permiten mantener la mayor parte de su infraestructura en suelo galo. A esta conclusión han llegado los expertos antiterroristas debido a que los cabecillas arrestados en los últimos tiempos, como Pedro Picabea Ugalde, «Larrun» y Félix López, «Mobutu», tenían pesetas encima y la pistolera Idoya López Riaño, según se supo al ser capturada en agosto de 1994, tenía que cambiar el dinero ella misma.

«Red Sarea»

Las citadas informaciones conceden una gran importancia a la «red Sarea» que constituye, de hecho, un «servicio de inteligencia» dentro de ETA. Entre la documentación encontrada en poder de Pedro Picabea figuraba una propuesta que trataba sobre la existencia de una nueva infraestructura, denominada «Sarea» (La red) que dependería del comité ejecutivo de la banda y que vendría a ser como un servicio de inteligencia. Se trata de un proyecto de ETA que incluye un sistema de comunicaciones internas y un plan para infiltrarse en las instituciones con el fin de recabar información y manipular su funcionamiento. «En relación con este hecho de trascendental importancia para la adopción de medidas defensivas por parte de toda clase de organismos públicos», las citadas informaciones subrayan, que, por la documentación encontrada en poder de los cabecillas José Luis Alvarez Santacristina, «Txelis» y del propio Pedro Picabea, la banda ya ha destinado determinadas cantidades de dinero para la formación de esta red cuyo proyecto «puede encontrarse muy avanzado o incluso pudiera estar funcionando efectivamente».

Por lo que respecta a la fabricación de explosivos y material electrónico, las referidas informaciones señalan que el descubrimiento de la fábrica de Mouguerre, con ser importante, no debió considerarse como un golpe definitivo ya que, por la posterior desarticulación de varios «comandos» se ha sabido que la banda cuenta con otras fábricas de explosivos y de armas. ETA denominaba la fábrica de Mouguerre como «equipo de electrónica E2» por lo que existe en la actualidad otra con la denominación «E1» a la cual se hayan vinculados al menos Julián Achurra Egurola, «Pototo» y José Luis Urrusolo Sistiaga.

Los referidos expertos antiterroristas destacan el hecho de que la banda cuenta al menos con dos «técnicos» encargados del proceso de elaboración de los explosivos y con un «químico» que les ha impartido un curso práctico. De hecho, ETA dispone de nuevos explosivos, algunos de los cuales son fabricados por los propios terroristas, y está probando continuamente nuevos materiales.

La operación de Tolón, en noviembre de 1994, cuando fue arretado Félix López, «Mobutu», proporcionó importantes datos sobre el funcionamiento del «aparato de captación e información» que hasta ese momento había desarrollado una gran actividad lo que, en opinión de los citados expertos, «demuestra la voluntad de ETA por reforzar todas sus estructuras y su clara y decidida apuesta por el futuro».

En este sentido, se subraya que ETA «realiza una incesante labor de captación de nuevos militantes llevándola a cabo de una forma metódica y sistemática». A este respecto, gracias a la documentación encontrada a José María Olabarrieta, alias «Iparla», responsable del citado «aparato», se pudo saber que un solo miembro de ETA llegaba a tener hasta veinte citas de captación mensuales, de acuerdo con un programa «perfectamente planificado y coordinado». Las citadas informaciones revelan también que, al igual que los demás «aparatos» de la banda, el de «captación» estaba «duplicado» por lo que actualmente se encuentra con una total operatividad.

Asimismo, se destaca que los cabecillas de ETA «otorgan una gran importancia a la formación integral de sus militantes dedicando un gran esfuerzo a impartir cursillos tanto en Francia como en España. Además, la banda ha llevado a cabo una actualización de sus técnicas y procedimientos que se ha reflejado en sus manuales», en los que se recogen aportaciones y críticas realizadas por miembros de «comandos» sobre la realización de atentados, lo que, en opinión de los expertos antiterroristas, «es un claro exponente del esfuerzo que hace ETA para tratar esta cuestión de una forma seria y rigurosa».

«Adoctrinamiento»

Asimismo, ha crecido la importancia que la banda da al «adoctrinamiento político» de los pistoleros para que, no sólo sepan «qué hacer, sino por qué luchar. ETA concede una gran importancia a la convicción moral de sus militantes. Por ello el responsable del “aparato político”, Miguel Albizu Iriarte, “Mikel Antza”, intercambia opiniones con los integrantes de los “taldes de reserva” y con los miembros de ETA que asisten a los cursillos en Francia». De esta manera, Albizu ha recuperado una de las actividades que en su día realizaran los responsables del «aparato político» y que José Luis Álvarez Santacristina cuando tuvo estas responsabilidades dentro de ETA, había descuidado de alguna manera.

Las citadas fuentes subrayan la importancia que dentro de todo el entramado etarra tiene Albizu, al que se atribuye no sólo la «dirección política» sino la elaboración de la estrategia global de todo el «complejo ETA» que ha permitido a los terroristas salir del «impasse» que supuso la operación de Bidart.

Por lo que respecta al «modus operandi» de los «comandos ilegales» (formados por miembros fichados por la Policía) se ha observado un cambio radical en su actividad: alquiler de pisos sin apenas usar los de infraestructura (especialmente fuera del País Vasco y Navarra); robo de vehículos en circunstancias normales y utilización de estos con placas falsas o robadas; vuelta al robo de vehículos para emplearlos en la huida tras la comisión de atentados mediante disparos; gran movilidad geográfica, sin circunscribirse a las zonas de actuación clásica de cada «comando» e incremento espectacular del apoyo económico.

Duplicidad de responsables

A este respecto, se subraya que pese a las desarticulaciones de «comandos» de los últimos dos años, «no debe de ignorarse que ETA siempre ha demostrado una asombrosa capacidad de recuperación y una flexibilidad sorprendente que puede llevar a la rápida introducción de algún nuevo “comando” en alguna zona e incluso que determinados “comandos” lleven a cabo atentados fuera de su ámbito habitual de actuación».

Los expertos antiterroristas autores de las mencionadas informaciones ponen de relieve el incremento de las medidas de seguridad que adoptan los cabecillas de ETA en Francia. «En los últimos tiempos se ha detectado una duplicidad de los responsables de los distintos “aparatos” de la banda al objeto de evitar el vacío que pueda producirse en caso de que sea detenido alguno de ellos. A estos efectos se ha observado un desplazamiento de los responsables orgánicos de la banda hacia fuera del País Vasco francés, particularmente hacia el norte, alejando de la frontera franco-española a los miembros más importantes de la dirección –en la medida de lo posible– así como a los responsables de los “aparatos” con menos relación directa respecto a las actividades terroristas de los “comandos” operativos en España. Igualmente se aprecia un cambio notable en lo referente a las medidas de seguridad que rodean la actividad de los cabecillas: en cuanto a sus contactos, durante algunos años han preferido enviar “liberados” dinamizadores al País Vasco y Navarra (como ocurrió con Pedro Picabea, que, junto a Jesús María Mújica Insausti, “Karpov”, formó varios “comandos” en Guipúzcoa) que mantener citas periódicas con los integrantes de los “comandos legales” en el sur de Francia, con lo que reducen el riesgo de que las fuerzas de seguridad puedan llegar hasta un cabecilla a través de la vigilancia de un miembro “legal” de la banda».

También se destaca que los cabecillas «en sus desplazamientos no reparan en gastos y hacen gala de una enorme movilidad, utilizando con profusión taxis, trenes, hoteles y vehículos robados con documentación falsa, con lo que reducen el riesgo de ser detenidos por el control al que pueden ser sometidos sus colaboradores franceses susceptibles de servir como conductores o de realizar labores de infraestructura; en cuanto a sus comunicaciones, cada vez recurren más frecuentemente al empleo de claves y contraseñas, utilizando técnicas criptográficas y aplicaciones informáticas de ese tipo, con lo que reducen el riesgo de que la detención de un cabecilla arrastre consigo la de otros militantes o cause cualquier otro tipo de daño grave a la estructura banda a partir de la documentación que pueda ser incautada».



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