Martes 25 de junio de 1996

Párvulos informáticos

Ensayo para que niños de 3 y 4 años usen el ordenador como útil didáctico. Se llama Proyecto Grimm y nació en 1994 después de que Antonio Bartolomé, profesor de Pedagogía de la Universidad de Barcelona (UB), ensayara una experiencia educativa con sus hijas.

TERESA CENDRÓS, Barcelona
Se llama Proyecto Grimm y nació en 1994 después de que Antonio Bartolomé, profesor de Pedagogía de la Universidad de Barcelona (UB), ensayara una experiencia educativa con sus hijas. Tras obtener la autorización de la escuela a la que asistían, La Marinada de la localidad barcelonesa de El Masnou, introdujo en el aula de parvulario un ordenador. Bartolomé consiguió que la UB cediera el equipo informático y que la maestra de los párvulos se implicara en la prueba. Arrancaron con un programa de aprendizaje de lengua con el método globalizado, consistente en relacionar imágenes y palabras. En concreto, al alumno se le mostraban unos dibujos con sus correspondientes nombres. Después, se les presentaban sólo los nombres y el pequeño tenía que señalar en una pantalla táctil el dibujo asociado.

El ensayo fue un éxito. Los peques se entusiasmaron con su nuevo colega electrónico y la maestra dispuso de más elementos para hacer el seguimiento de los párvulos, ya que la informática le proporcionó unos datos muy valiosos. Como el tiempo que empleaba cada niño en ligar palabra e imagen, los errores que cometía y las correspondencias que se les resistían más.

Después de esta experiencia, en el curso 1994-95, la UB se comprometió con el Proyecto Grimm , bautizado así porque los hermanos Grimm a principios del siglo pasado desempeñaron un papel muy importante al plasmar en papel la tradición oral de los cuentos. El objetivo del proyecto es también ayudar a un nuevo cambio, en este caso en el soporte de la educación infantil, al pasar de los libros y fichas al ordenador.

La empresa Apple facilitó la compra de los equipos informáticos y proporcionó los materiales y la formación inicial, y otras universidades se sumaron al proyecto. Este curso, el segundo de rodaje del Grimm, han participado en él, además de la Universidad de Barcelona, las de Málaga, Navarra, Rovira i Virgili (URV) de Tarragona y la UNED. En Cataluña, donde el Comisionado de Universidades e Investigación de la Generalitat financia la experiencia, hay nueve escuelas y un millar de alumnos que colaboran en el proyecto.

La pedagoga Núria Martorell, coordinadora de los centros catalanes comprometidos con el Grimm, subraya que el ordenador es «muy útil en el parvulario, porque enseña a los niños a pensar». Martorell asegura que es una herramienta que ayuda a desarrollar «la observación, la percepción y la memoria visual» de los alumnos. Además, añade, «una de sus cualidades es que no se enfada nunca, como puede hacerlo la maestra; eso ayuda a que el niño no le tema y facilita su autoaprendizaje».

Àngels Martínez, también pedagoga y coordinadora técnica del proyecto junto a Mariona Grané, explica que los alumnos se han familiarizado tanto con el ordenador «que ya lo ven como un instrumento habitual en clase, como la pizarra». Las maestras usan programas informáticos didácticos comercializados, pero también desarrollan su propio software , de acuerdo con sus necesidades y las de sus alumnos y, para ello, tienen el respaldo del equipo de la UB que hace el seguimiento del programa.

Además del aprendizaje del lenguaje, gracias al ordenador los niños pueden, por ejemplo, realizar operaciones matemáticas sencillas, practicar idiomas, inventar cuentos y grabar sus voces. «Una de las cosas que más les gusta es oírse; se quedan sorprendidos... algo así como si fuera un juego de magia», comenta Martorell. Los usuarios tienen otro aliciente: la posibilidad de recuperar dentro de unos años los trabajos realizados, ya que se guardan en la memoria del ordenador.

Tortugas de lunares

La escuela privada Airina, cuyo titular es la Institución Familiar, está en Terrassa, localidad a unos 25 kilómetros de Barcelona, y es uno de los centros que participan en el Grimm. Sus párvulos están ya muy familiarizados con el ordenador a estas alturas del curso. «Han aprendido a manejar el ratón con más soltura que nosotras, las educadoras», dice Martorell. Uno tras otro, y a menudo en grupo, los alumnos se plantan ante la computadora con una tarea u otra. Mientras, el resto de la clase sigue con sus actividades habituales: dibujar, hacer trabajos manuales, comer, enredar...

Frente la pantalla, Natalia, muy modosa, está ocupada en pintar una tortuga. Con el ratón sitúa el cursor sobre el color que quiere usar y después lo desplaza hasta el caparazón del animalito. En un momento, la tortuga ha quedado vestida de lunares. Natalia, satisfecha con su obra de arte, vuelve a su sillita y deja paso a una compinche. En otra aula, María y Arturo construyen un rompecabezas en el ordenador. Un grupo de pequeños se arremolinan junto a ellos. «El método es también muy útil para el trabajo en equipo», explica Martorell. «Los niños se relacionan; se ayudan y comparten la tarea».


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