Lunes 8 de julio de 1996

Terremoto en el PSOE

ANABEL DÍEZ,

Los socialistas intentan desesperadamente hacer un ajuste de cuentas con el pasado que contrarreste los continuos escándalos que surgen a diario y no les invalide para ser oposición. Cuando los políticos no sabemos qué hacer con los problemas internos del partido decimos que hay que celebrar un congreso». Esta apreciación cínica de un veterano militante socialista pone de relieve el desconcierto que envuelve al PSOE desde principios de semana, cuando, sin apagarse los ecos del caso Otano en Navarra, surge con fuerza el presunto pago de comisiones ilegales a miembros de la Junta de Andalucía para hacer un favor urbanístico en Marbella a Jesús Gil. Un episodio de hace diez años. A un terremoto le sucede otro de mayor potencia. Y en el PSOE no hay respuestas. No hay soluciones. «¿Cómo se hace el ajuste de cuentas con el pasado sin destrozar el partido?», se preguntan los numerosos dirigentes socialistas consultados por este periódico.

La preocupación de fondo no es baladí. Se trata de saber si el PSOE tendrá o no capacidad de hacer oposición, o si los escándalos consumirán todas sus energías ante la convicción de que saldrán más casos de concejales, de alcaldes, relacionados con comisiones. Historias de hace un decenio que ahora saltan. A cuatro meses de las elecciones, la euforia de la derrota se ha disipado en pocos días y de nuevo todos los asuntos espinosos se airean por toda España. ¿Quién tiene que pagar las facturas por los platos rotos de los años ochenta? ¿Quién tiene que salir de la actual ejecutiva para mostrar que se rompe con el pasado y si Felipe González está capacitado para liderar la nueva etapa de la que se habla en los últimos días?

«¿Cómo podemos perder los nervios de esta manera?», se preguntaba en la noche del jueves Ciprià Ciscar, secretario de organización del PSOE, cuando en su mesa se agolpaban los cables de agencias informativas con borbotones de declaraciones de sus compañeros. No sólo opinaban sobre la necesidad o no de celebrar un congreso; de que en la próxima ejecutiva tendrán que estar algunos de los actuales miembros, la mitad o ninguno, sino que, además, metieron en el lío a Felipe González preguntándose si debía o no liderar «una nueva etapa». Inmediatamente dictó una circular, que llegó al momento a los secretarios provinciales y regionales, simple y llanamente para que se callaran.

Ciscar informó telefónicamente a Felipe González de la situación, y éste guardó silencio. «El lunes hablaremos», dijo González. Algunos ya están temiendo la regañina que les va a caer en la reunión de la ejecutiva federal por haberse sumado gozosos a la rueda de comentarios sobre dos cuestiones. En primer lugar, la necesidad de convocar cuanto antes un congreso, asunto reclamado por el dirigente vizcaíno Nicolás Redondo Terreros. Después, por haber entrado también de lleno a opinar sobre la drástica solución aportada por el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Toda la ejecutiva fuera, incluido Felipe González.

Callar la boca

El apercibimiento a Rodríguez Ibarra ha sido más contundente que al resto, ya que además de recibir como todos la misiva de la secretaría de organización, Ciscar le telefoneó para que se callara durante este fin de semana. Ibarra era ya consciente en ese momento del follón organizado y aseguró a Ciscar que había anulado «las veinte peticiones de entrevistas» que tenía para este fin de semana. Al día siguiente, viernes, Joaquín Almunia, presidente del Grupo Socialista, reunía en la localidad madrileña de Galapagar al grupo parlamentario español y europeo para preparar el trabajo del otoño. La ocasión fue aprovechada para pedir a todos que no dieran tres cuartos al pregonero de los asuntos internos. Su enfado era notable, según asistentes a la reunión.

Aunque hay enfado, también hay argumentos que justifican ese estallido de propuestas «alocadas», según un miembro de la ejecutiva. El panorama que se ha dibujado en estos días produce desesperación en la actual dirección del PSOE. En un dibujo teórico Felipe González quería celebrar el 34º congreso lo más tarde posible -hay tiempo desde marzo de 1997 a marzo de 1998-. Un congreso «de salida de legislatura», se decía. El ex ministro de la Presidencia Alfredo Pérez Rubalcaba afirma que si se hace un congreso llevado por los escándalos, se convertiría en algo indeseable: «El congreso de la limpieza, por cuanto que los salientes quedarían como culpables de algo que nunca querrían asumir». Este diputado madrileño se pregunta cómo zanjar esta etapa a sabiendas de que el orgullo que exhiben por la labor de gobierno tiene «lunares» como son los escándalos por presunta financiación irregular.

«¿Nos quieren decir que Felipe González tiene que abandonar la política porque hace diez años unos concejales de Marbella cometieron no sabemos bien qué irregularidades?», se pregunta Rubalcaba, para mover la cabeza manifestando estupor.

Alguien con tantos recursos dialécticos como el ex presidente madrileño Joaquín Leguina reconoce que tampoco tiene soluciones. «El PSOE no tiene como principal problema haber perdido las elecciones, sino la limpieza de su pasado, y eso es casi una misión imposible». Leguina rememora: «Navarra, Marbella... Habrá otros, quién sabe cuántos, y eso nos golpea a todos en conjunto y al liderazgo».

Confiesa Leguina que al perder las elecciones pensó que el foco de atención sobre el PSOE sería menor. Comprueba que, efectivamente, es menor en cuanto a sus iniciativas políticas de oposición, pero que siguen siendo primera página cuando se trata de escándalos. «Aparecemos por los escándalos y no por nuestras propuestas políticas, creando la sensación de que no hacemos oposición, y no es verdad, pero la situación es imposible».

Corrupción y desánimo

En esta línea se manifiesta Abel Caballero. «¿Qué medida de gobierno no ha tenido respuesta meditada y rigurosa por parte de los socialistas?». Caballero asegura que en muchas federaciones, incluida la suya, Galicia, se han hecho hasta jornadas monográficas rebatiendo las medidas fiscales y de otro tipo del Ejecutivo. «Los casos de corrupción es verdad que nos desaniman, porque nos quitan credibilidad, pero no vamos a bajar la guardia; el tiempo pondrá las cosas en su sitio».

El diputado sevillano Luis Yáñez también pide calma. «No vamos a hacer un suicidio colectivo, una autoinmolación, no, no lo vamos a hacer». El secretario de Formación, Ludolfo Paramio, comprende lo que ha ocurrido. «No tenemos crisis por haber perdido las elecciones, sino porque los escándalos nos golpean en nuestra conciencia moral y nos deja inmovilizados para nuestra labor de oposición». ¿Quién tiene que pagar? «Las responsabilidades deben ser colectivas, no individuales», dice Paramio, que añade su convicción de que ya pagaron sus culpas perdiendo las elecciones el 3 de marzo.

Paramio utiliza su habitual estilo irónico para explicar su punto de vista contrario a que Felipe González o la dirección del partido tengan que dimitir por presuntos escándalos de concejales. «En el PSOE, si alguien ha infringido la ley, no comunica a la dirección del partido que va a abrir una cuenta en Suiza para lo que sea menester». Por tanto, nada de hacer un congreso para exigir responsabilidades.

La ejecutiva no tardará el lunes en ponerse de acuerdo en que no hay que precipitarlo. Lo dicen renovadores y guerristas. El responsable de Administración y Finanzas, Francisco Fernández Marugán, después de defender a Rodríguez Ibarra -«es un hombre generoso, comprometido hasta el sacrificio con este partido»-, describe dos formas de afrontar el próximo congreso: «Una purga interna o una asamblea para tener datos suficientes como para juzgar la labor del Partido Popular. Yo apuesto por hacer un congreso frente al PP, no para juzgar el pasado del PSOE».

Fernández Marugán recuerda que en 1991 le tocó hacerse cargo de la administración de los dineros del PSOE después de que estallara el caso Filesa. «He estado caminando sobre un terreno del que no tenía mapas ni planos. Hoy puedo explicar de dónde viene cada peseta y en qué se emplea». «El PSOE se financia con arreglo a la ley», concluye. Fernández Marugán contará con el apoyo mayoritario cuando defienda que el próximo congreso debe servir para reflexionar sobre el proyecto de futuro que el PSOE ofrece a la sociedad. Txiki Benegas, secretario de Relaciones Políticas, dice que «lo inteligente sería ver cómo avanza la legislatura y cuál es la política de la derecha, preparando con calma un congreso sereno».

Benegas, Marugán, Almunia y Ciscar hablan, sobre todo, del PP. No obstante, ha ocurrido justo lo que temían. El Gobierno, a través de su portavoz, Miguel Ángel Rodríguez, les ha deseado «suerte» para que resuelvan sus problemas internos. Según Ciscar, esos deseos no son verdaderos. «Aznar y el PP sienten la tentación absolutista de gobernar sin oposición. Ni al Gobierno le impide ser Gobierno el caso Baleares ni al PSOE le impide ser oposición el caso Marbella de hace diez años o las derivaciones del caso Roldán».

Viejos fantasmas

Aunque en estos días han saltado todos los viejos fantasmas del PSOE, falta uno: el que les llevó casi a la ruptura. La batalla entre guerristas y renovadores. Según Joaquín Leguina, se debería hablar de «ex guerristas y ex renovadores». Benegas señala que, ante todo, las heridas tienen que estar bien cerradas. Una vez que los guerristas han dejado de funcionar como bloque organizado es imposible reproducir la lucha fratricida de antaño, pero con ello no se disipa el peligro de la pelea.

Desde la dirección federal empiezan a preocuparse por algunas reacciones que han visto a raíz del caso marbellí. Luis Yáñez ha visto deseos de saldar viejas rencillas locales, provinciales y regionales a cuenta de las irregularidades. «Podemos pasar de la presunción de inocencia a toda costa a la presunción de culpabilidad», avisaba preocupado el ex ministro Pérez Rubalcaba después de haber estado con sus compañeros andaluces.

La intención de la dirección del PSOE en la reunión de mañana lunes es preparar a la organización para que no sea tan impresionable ante los acontecimientos, que aguante el tipo porque van a necesitar fortaleza si es verdad que todavía quedan media docena de escándalos por saltar como les dicen sus informadores secretos. Estar preparados para nuevos terremotos. Felipe González pasea por los jardines del palacio de la Moncloa días antes de las elecciones del 3 de marzo.

Acabar con González

ANABEL DÍEZ

Hace un mes se decía en cenáculos y en corrillos minoritarios. Ahora lo dicen a gritos. El Partido Popular quiere «acabar con Felipe González». Tienen ya el discurso elaborado. Ciprià Ciscar enfatiza que es evidente. «El mayor activo del PSOE es Felipe González, como se ha demostrado en las elecciones del 3 de marzo. Por eso, José María Aznar, su partido y sus apoyos mediáticos quieren combatir a Felipe González». La coletilla de «los apoyos mediáticos del PP» se repite por doquier en los ámbitos socialistas, sin precisar nombres y apellidos o cabeceras periodísticas que están en esa supuesta operación.

«Es evidente», aseguran. Recomiendan los interlocutores socialistas que se lea y escuche con atención. «Repiten una y otra vez que el PSOE no hace oposición, y concluyen en tono conmiserativo que no puede porque está maniatado por los escándalos, sobre todo Felipe González». Lo cuenta Pérez Rubalcaba, Ciscar, Fernández Marugán, Paramio, Benegas...

Luis Yáñez lleva más lejos el dibujo que supuestamente tiene hecho el PP. «La derecha busca echar a Felipe González porque ha quedado muy vivo, les vamos pisando los talones y les resulta muy peligroso». «Si consiguieran expulsar a Felipe, prevén una radicalización por la izquierda del PSOE, y con ella, su descenso electoral».

La risa del PP

Por ello, a la dirección del PSOE le resulta tan impertinente el debate abierto por ellos mismos. «Estamos haciendo el juego a la derecha», dice contrariado el presidente del grupo socialista, Joaquín Almunia.

Mientras tanto, González sigue manejando el tiempo político según sus planes. No quiere hacer oposición en primera línea hasta mitad de septiembre, y sigue dedicado a preparar su entorno de trabajo en el partido y en el grupo parlamentario. Sólo ha incumplido uno de sus anuncios formulado a los suyos después de que el PP ganara las elecciones. Aseguró que iba a tomarse tres meses de vacaciones. Han sido 15 días, y no se espera que vuelva a marcharse hasta el mes de agosto.

Ahora acude todas las mañanas a su despacho de las afueras de Madrid, donde sólo cuenta con un equipo de secretaría. A pesar de que muchos aspiraban a tener despacho junto a González, las cosas han quedado como estaban cuando esas instalaciones, conocidas como Gobelas por estar en la urbanización de ese nombre, sólo eran utilizadas por Alfonso Guerra y Ciprià Ciscar. Sólo ellos tienen despacho.

El líder socialista recibe todos los días propuestas de participar en actos de su partido por toda España, y se empiezan a agolpar invitaciones de universidades extranjeras para que dicte conferencias sobre su experiencia de gobierno. Algunas las atenderá durante el mes de agosto. Pero su tarea fundamental es hacer que la dirección de su partido diseñe estrategia política, estudie cada medida de Gobierno y prepare alternativas. Después, la ejecución corresponde al grupo parlamentario.

Entre tanto, recibe a personas y colectivos de todos los ámbitos. Todos los ministros que ha tenido desde 1982 están pasando por su despacho, así como altos cargos que han tenido relación con él. Empresarios, sindicalistas, representaciones de ONG, delegaciones extranjeras, artistas, intelectuales, figuran en la agenda del secretario general del PSOE. Con su familia tiene un compromiso que hasta ahora cumple inexorablemente: hace la cena todas las noches.


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