Bárbara Jiménez, una muchacha gitana de 19 años, ha sido elegida dama de honor de las fiestas de la localidad asturiana de Cancienes, en el municipio de Corvera. Aunque este Ayuntamiento se declaró hace escasos meses «concejo mestizo», como expresión de repudio de las prácticas xenófobas y racistas, no pudo evitarse que un muy reducido núcleo de vecinos trataran de oponerse a la designación. Pero ha sido la excepción, y el sentido común ha acabado por aplastar la discrepancia insolidaria. «Aquí estamos perfectamente integrados, nunca hemos tenido ningún problema, ni creo que los vecinos sean racistas en absoluto», ha señalado Bárbara, cuya familia se asentó en Cancienes hace 14 años. «Me han apoyado todas mis amigas, y la mayoría ha venido a casa a animarme». La decisión de nombrar a una chica gitana como dama de honor -la reina de las fiestas se eligió por sorteo- surgió como la más natural y conveniente de las iniciativas: «Nunca nos hemos planteado hacerlo porque seamos un concejo mestizo, sino porque nos pareció una de las muchachas más guapas y simpáticas de Cancienes y sin darle más vueltas lo hicimos», manifesto Julia León Campo, tesorera de la comisión de festejos. — JAVIER CUARTAS, Oviedo
El primer ministro británico, John Major, ha pedido a la princesa Diana de Gales que acepte un «generoso» acuerdo de varios millones de libras esterlinas y se divorcie rápidamente del príncipe Carlos de Inglaterra, señalaba ayer el diario The Sun, que informaba del encuentro entre el premier y Lady Di celebrado el lunes en Kensington Palace y que duró unos 45 minutos. Major desea ver «el acta final de la saga real antes de que la maquinaria electoral se ponga en marcha», afirma el rotativo, ya que las elecciones generales deben convocarse en el Reino Unido en 1997. El periódico londinense precisa que Buckingham Palace comunicó a comienzos de mes a Downing Street los detalles de la oferta hecha por Carlos a Diana: unos veinte millones de libras (cerca de 4.000 millones de pesetas). — AFP, Londres
Walter Wager es un escritor que ha querido rendir homenaje a una heroína desconocida: Mary Adelman, propietaria de una tienda de máquinas de escribir de Manhattan. A pesar de que entre sus novelas las hay de temas tan actuales como la que sirvió de base a la película La jungla de cristal II, Wager ha sabido resistir a la tentación de los ordenadores gracias a la inapreciable ayuda de la señora Adelman, que ha mantenido en funcionamiento la máquina Olimpia que el novelista compró hace 35 años y con la que ha escrito sus 26 libros publicados. Como consecuencia, Adelman fue la invitada de honor en la presentación de su último libro, The spirit team. Wager afirmó durante el acto: «Es ella la que ha mantenido trabajando mi máquina de escribir, y para mí ha sido una fuente de aliento constante».— NYT, Nueva York
Si su legítima está en plan témpano y se pasa el día rezando el rosario y comiéndose a los santos, la culpa es suya, de usted, por no atenderla en la cama. Lo anterior no pertenece ni a un florilogio de obviedades ni significa que la señora Francis haya vuelto a abrir el consultorio. Es la respuesta del padre Leonardo Zega, director del semanario italiano Famiglia Cristiana, que editan los paulinos, a un lector que se queja de su consorte y explica que él, aunque tiene 60 años, todavía se encuentra en plenas facultades sexuales, mientras que su mujer no tiene más pasión que la devoción. Demasiadas mujeres se refugian en la devoción exagerada, dice el padre Zega, cuando están insatisfechas del comportamiento sexual de sus maridos. Si éstos se lo montaran mejor, el sexo no se vería suplantado por un exceso de religión. El director de Famiglia Cristiana se suelta totalmente la melena afirmando que «la esposa se ha inventado una espiritualidad cada vez más descarnada, poniendo entre ella y las necesidades sexuales del marido una barrera de santos y de rosarios», al sentirse profundamente humillada por ser considerada sólo como remedio a la concupiscencia del marido. Se ignora con qué estadísticas contará el padre Zega sobre las señoras que, a falta de marido, no paran de rezar el rosario.— KARMENTXU MARÍN, Roma