Viernes 12 de julio de 1996

Orden mundial de detención contra Karadzic y Mladic por crímenes contra la humanidad

WALTER OPPENHEIMER, La Haya
El Tribunal Penal Internacional de La Haya lanzó ayer una orden internacional de detención contra Radovan Karadzic y el general Ratko Mladic, acusados de genocidio, crímenes contra la humanidad y violación de las leyes de guerra. La orden, que hasta ahora sólo regía en Bosnia-Herzegovina y la Repúblicada Federada de Yugoslavia, será enviada a todos los Estados del mundo y, si es necesario, a la fuerza de pacificación de Bosnia (Ifor). El juez ha invitado al fiscal del tribunal a que prosiga sus investigaciones, incluso al más alto nivel: una alusión al presidente serbio, Slobodan Milosevic.
El tribunal considera que Karadzic y Mladic son inductores y responsables de numerosas matanzas, deportaciones, violaciones, mutilaciones y torturas. El relato del juez Claude Jorda, presidente de la primera sala del tribunal, es una velada invitación a Naciones Unidas y a la OTAN para que dejen la pasividad a un lado y se lancen de una vez a su busca y captura, y legitima a ojos de la opinión pública una operación internacional para su detención. La orden de detención hace reponsables tanto a Belgrado como a Pale de dejación de responsabilidades al haber quedado probado que tanto Karadzic como Mladic han contado con la connivencia de las autoridades yugoslavas y de las de la República de Sprska (la república serbobosnia), que han tolerado su libre tránsito por ambos territorios.

El tribunal ha elegido el 11 de julio, primer aniversario de la sangrienta toma del enclave de Srebrenica, para lanzar su alegato público, que tiene más de gesto político que de paso jurídico, aunque faculta a Interpol para investigar en la zona. La orden se ha dictado después de escuchar durante una semana testimonios que implican a ambos como principales responsables del genocidio de Bosnia. El juez no ha ocultado tampoco las eventuales resposabilidades del presidente serbio, Slobodan Milosevic, a quien no ha llegado a citar directamente.

La sala de audiencias del Tribunal Penal Internacional de La Haya acabó resultando un frío escenario, poco acorde con un relato que en las formas quiso ser distanciado, parsimonioso y ecuánime, pero se tornó en un testimonio conmovedor. La Haya rememoró durante dos horas terribles los míticos escenarios de Nüremberg y de Tokio, los procesos con que fueron castigados algunos de los responsables de la II Guerra Mundial.

Pero la sala del tribunal, pequeña, con una aséptica cristalera antibalas que separaba y protegía a los magistrados del apenas centenar de personas que no llegaron a llenar los asientos del público, estaba vacía: faltaban los dos acusados. Ni Karadzic ni Mladic estaban allí para tomar nota de las terribles acusaciones que pueden propiciar su detención: «El internamiento ilegal de civiles, la destrucción de bienes, el pillaje, la destrucción sistemática de edificios religiosos, la utilización de personal de Naciones Unidas como escudos humanos».

El juez quiso huir de la sangre fácil, pero la sola enumeración genérica de los crímenes inducidos y tolerados por Karadzic y Mladic ponía los pelos de punta: el internamiento de civiles en campos de concentración donde les esperaba la expulsión o la muerte, las ejecuciones sumarias y masivas, las torturas, niños quemados vivos en la fiesta religiosa serbia, prisioneros enterrados vivos en grandes fosas, padres e hijos obligados a realizar actos sexuales entre ellos, hombres castrados, mujeres recluidas en campos de concentración y convertidas en esclavas sexuales de las tropas serbias, otras encerradas en campos especiales donde su destino era ser fecundadas a la fuerza para procrear niños serbios y perpetuar la raza.

O el pillaje sistemático de poblaciones que se habían rendido sin ofrecer resistencia. Todo ello con el genocida propósito de eliminar a toda etnia o grupo que no fuera serbio.

«Uno de los episodios más negros de la historia»

W. O. ,La Haya
El tribunal de La Haya acusa a Radovan Karadzic y a Ratko Mladic de haber desatado el genocidio de los musulmanes que vivían en Bosnia-Herzegovina, de haber alentado, inducido y tolerado la limpieza étnica de lo que consideraban tierras destinadas a formar parte de la Gran Serbia. En su relato, el juez Claude Jorda evocó la desmembración política de la ex Yugoslavia para llegar a la conclusión de que ambos son responsables del origen de la limpieza étnica , aunque también consideró probada su intervención en hechos concretos, alentados e incluso supervisados por ellos mismos.

El más clamoroso de todo fue la matanza de Srebrenica. El juez llama la atención sobre el caso omiso que hicieron a las advertencias lanzadas ya a finales de junio de 1995 por el comandante de la fuerza holandesa que bajo la bandera de la ONU tenía que velar por la seguridad de los 40.000 musulmanes que allí vivían.

El tribunal considera probado que Mladic organizó personalmente la toma del enclave -«ha llegado el momento de vengarnos de los turcos», dijo entonces- y el posterior aniquilamiento de miles de prisioneros, y que Karadzic se felicitó por la operación. «Dijo en la prensa que estaba muy satisfecho de cómo se habían cumplido sus instrucciones».

Muchos prisioneros prefirieron suicidarse. Otros murieron hacinados en un hangar mientras eran tiroteados. Un testigo vio cómo tres camiones repletos de musulmanes y una excavadora se internaban en el bosque: los camiones volvieron vacíos. En palabras del juez, Srebrenica fue «uno de los episodios más negros de la historia de la humanidad».

El día en que fue fusilada una ciudad

CRISTOPHER BELLAMY
Hace ahora un año, las tropas serbobosnias entraron en Srebrenica, la aislada ciudad musulmana de Bosnia. Destruyeron lo que durante 500 años había sido una comunidad musulmana y mataron sistemáticamente a gran número de prisioneros. Srebrenica llevaba tres años en estado de sitio, y desde mayo de 1993 había sido una de las seis zonas seguras de la ONU. De las 40.000 personas que quedaron, unas 6.000 fueron aniquiladas, o inmediatamente o durante la terrible larga marcha con la que esperaban poder llegar a un lugar seguro.

Fue la hora más baja de la ONU, pero la humillación y la deshonra de Srebrenica fue el catalizador que acabó por empujar a la acción a la ONU y a la OTAN. Una alta fuente de la OTAN reconoce: «Sin Srebrenica habría seguido la guerra, pero el precio pagado fue terrible. Quizás pagamos un precio demasiado alto».

Sobre las diez de la mañana del 11 de julio del año pasado, el comandante de los 400 militares del batallón holandés en la ciudad, teniente coronel Tom Karremans, volvió a pedir apoyo aéreo contra los ataques serbobosnios que empezaron el 6 de julio. Las fuerzas holandesas de la ONU carecían de hombres y de equipo suficiente, y su misión siempre había sido ambigua. «No tenía fuerza para defenderse del Ejército serbobosnio, pero era demasiado grande para retirarse con facilidad», en palabras de un oficial de la OTAN. La batalla empezó sobre las once de la mañana. Los serbobosnios recurrieron a los carros de combate, y la «posición de bloqueo» holandesa al sur de Srebrenica fue evacuada. El refuerzo aéreo, autorizado a las 12.30, era insuficiente y tardío.

El recinto holandés de la ONU se había visto inundado de refugiados la noche anterior. A las 13.40, dos proyectiles cayeron sobre la zona y mataron a algunos de los que habían llegado heridos. El teniente coronel Karremans ordenó a sus tropas , unos cien soldados, que retrocedieran a Potocari, al norte de la ciudad. Por fin, a las 14.40, dos cazabombarderos F-16 holandeses atacaron a dos tanques serbios. Los serbobosnios amenazaron con matar a 30 rehenes holandeses si continuaba el ataque. Sobre las 16.15, los serbios tomaron la ciudad. Poco después, desde el cuartel general de la ONU se dio orden a los holandeses de que negociaran un alto el fuego con los serbios. A las ocho de la tarde, Karremans se reunió con el general Ratko Mladic, el comandante serbobosnio, que pidió a los holandeses que desarmaran a los defensores musulmanes.

Ahora se sabe que una larga columna de hombres musulmanes -entre 10.000 y 15.000, muchos de ellos soldados armados- había salido del enclave la noche anterior camino de la principal zona musulmana, al oeste. La columna fue atacada y se dividió. En Konjevic Pole se produjo una matanza, pues los serbobosnios esperaron a que media columna estuviera en campo abierto y luego abrieron fuego.

En Srebrenica, la matanza comenzó de inmediato. Los soldados holandeses que testificaron ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya describieron cómo durante horas oyeron los tiros de las ejecuciones de los musulmanes que se habían quedado en la ciudad. Uno de los supervivientes juró que había visto al general Mladic en una de las ejecuciones. El batallón holandés dejó el enclave el 21 de julio.

Cuando el Consejo de Seguridad aprobó, en mayo de 1993, la resolución 824, por la que se creaban seis zonas de seguridad, lo hizo en contra de los consejos militares y de la lógica. Según el general Michael Rose, comandante militar de la ONU durante 1994, la ONU fue advertida de que las zonas de seguridad propuestas no funcionarían. Como acaba de decir una alta fuente de la OTAN, la idea de las zonas de seguridad era «un fraude». El mando de la ONU no podía y no quería poner suficientes tropas en las zonas para defenderlas, por temor a comprometerse.

Primero cayó Srebrenica, luego Zepa. El nuevo comandante de ONU en Bosnia, el general Rupert Smith, sacó a sus soldados de Gorazde. No quedaban más rehenes en las zonas serbias, y las fuerzas de la ONU se concentraron en un área defendible. A finales de agosto atacó y paró a los serbios. El alto el fuego llegó pocos meses después.


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