José Luis Dicenta


"No hubo ningún tipo de apoyo a los desaparecidos por parte de la Iglesia católica durante la represión militar"
ENTREVISTA a José Luis Dicenta, diplomático español en Argentina durante la dictadura

"De 200 españoles desaparecidos en Buenos Aires sólo pude localizar a uno"


E. MARTIN DE POZUELO SANTIAGO TARIN

José Luis Dicenta, actual embajador de España en México, fue testigo de excepción de la represión llevada a cabo por la dictadura militar argentina. Desde su puesto de cónsul adjunto de España en Buenos Aires, vivió y sufrió en primera línea las constantes desapariciones de compatriotas a manos de sicarios de la junta militar. Coincidiendo con la investigación que se está desarrollando en la Audiencia Nacional, Dicenta ha accedido a recordar para "La Vanguardia" aquellos terribles acontecimientos.
--¿Cuántos españoles desaparecieron en Buenos Aires?
--Diría que más de doscientos. De españoles o hijos de españoles tuvimos un fichero muy grueso en nuestras manos.
--¿Localizó a muchos?
--Que yo recuerde (estuve cinco años en Buenos Aires) no apareció más que una muchacha, María Consuelo Castaños.
--Cuéntenos la historia.
--Era profesora de secundaria. La secuestraron de su casa de Buenos Aires, donde estaba con sus hijos. Estuvo varios meses sometida a torturas. Tras diversos traslados consiguió, no sé cómo, hacerle llegar a su madre un papel en el que le decía que estaba en una comisaría, creo recordar que en Lannuse. Fui a esa comisaría y, aunque al principio me negaron que estuviera allí, al final me dejaron verla. Cuando terminó la entrevista se la llevaron y volví al consulado. Hicimos inmediatamente una nota aclarando que la ciudadana María Consuelo Castaños había sido localizada en tal comisaría y que agradeceríamos nos comunicasen su situación legal. Poco después nos dijeron que había sido trasladada a la cárcel de mujeres, que me parece que se llamaba Villa Devoto. Allí la tuvieron poco tiempo porque decretaron su expulsión del país. Vino aquí a España y, cuando pasó todo, volvió otra vez a Argentina.
--¿Llegó a hablar con los militares de lo que sucedía?
--Me entrevistaba siempre con las autoridades del Ministerio de Asuntos Exteriores, que era con quien teníamos un diálogo oficial, y siempre lo negaban todo. Algunas veces tuve ocasión de hablar con autoridades del mando militar, incluso con el almirante Massera, quien siempre negó descarada y enfáticamente, casi ofendido, que pudiéramos poner en duda la honestidad de la Junta Militar.
--Pero, ¿usted tenía constancia de que eran ellos los responsables?
--Yo y toda la gente que veía los operativos, que muchas veces se producían a la luz del día y ante muchísimos testigos. Cerraban dos o tres manzanas con tanquetas y se llevaban a una persona o a una familia entera. La prueba la tuvimos cuando el cónsul en Rosario, Ramírez- Montesinos, fue a denunciar la desaparición de la familia Labrador y vio la cartera de la familia en el despacho del general Galtieri.
--¿Su actividad en Argentina le acarreó algún problema personal?
--Pintaron en mi casa "comunistas", con letras rojas. La policía española de seguridad del embajador me recomendó que cambiara de domicilio. También llamaban por teléfono a mi mujer, diciendo: "Te vamos a matar... tus niños peligran". Arrojaban trapos manchados de rojo que parecía sangre. Luego descubrí que los autores habían sido militares.
--¿Cómo lo supo?
--Pues supe que era concretamente la Marina. Yo conocía al escribano público de la Armada, un tal Poch, al que le dije que me gustaría que averiguase qué había pasado. Pocas semanas después me vino a ver un día a mi casa y me dijo: "Mira, no te va a pasar nada, en el fondo lo que han querido es darte un susto y mandarte el mensaje de que no te preocupes tanto como te estás preocupando del tema de los desaparecidos". Cuando yo hablé con Massera le dije que me constaba que habían habido unas aproximaciones muy amenazadoras hacia mi familia que podían proceder de la Armada. Me contestó: "Se lo niego tajantemente, no hay nada contra usted. ¿Cómo puede haber algo contra ustedes los españoles, que los queremos tanto?". Pero también hubo quien me recomendó que me marchara.
--¿Quién se lo recomendó?
--El propio general Videla. Le dijo al entonces embajador de España, Marañón, que sería conveniente que tanto yo como mi compañero Miguel Angel Carriedo dejáramos el país, porque para ellos era muy duro declarar persona non grata a dos diplomáticos españoles, teniendo en cuenta las buenas relaciones que Argentina y España han tenido siempre.
--¿Qué otros recuerdos tiene de entonces?
--¡Ah! Fue todo un desastre, una época que ha dejado traumatizado al pueblo argentino. Aunque decían que su enemigo era la subversión y el terrorismo, te podían hacer desaparecer simplemente por el hecho de ser estudiante de Psiquiatría o por ser judío, pues había una componente de racismo importante. Por ejemplo, al director del periódico "Buenos Aires Herald", Jacobo Timermman, lo hicieron desaparecer por sus antecedentes judíos. Precisamente lo secuestraron un día en que yo tenía convenido un almuerzo con él. Cuando llamé a su secretaria para saber dónde íbamos a almorzar, me dijo que en ningún sitio, porque esa mañana a las seis se lo habían llevado de su casa. Tampoco hubo ningún tipo de apoyo, ninguno, por parte de la Iglesia católica. Ahora parece que están arrepintiéndose, reconociendo sus culpas. Pero en aquel momento, cuando debieron haber dado muestras de coraje, se abstuvieron, no hicieron ningún acto público de protesta, no colaboraron en las gestiones que hacíamos nosotros. Ahora ya no se puede dudar de lo que ocurrió, quizás la página más negra de la historia de Argentina.-




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