Lunes 10 de junio de 1996

REPORTAJE / Colombia en el caos

172 parlamentarios decidirán, probablemente mañana, el futuro del presidente Samper

PILAR LOZANO, Bogotá


Ernesto Samper. (Ap)
Vientos de incertidumbre flotan sobre Colombia. El fin del juicio al presidente Ernesto Samper, anunciado para esta semana, en lugar de despejar el panorama lo oscurece. Nadie hasta ahora, ni el Gobierno ni los llamados conspiradores, parece haber encont rado la fórmula mágica que aglutine a la mayoría y que permita salir al país del desastre en que está sumido a raíz del narcoescándalo que llegó de la mano del Gobierno del presidente Ernesto Samper. Ante la falta de opciones y en medio de un país irracio nalmente polarizado, todo suena catastrófico: o que Samper -como está previsto- sea absuelto de toda culpabilidad política y penal, o que se dé un milagro y la Cámara de Representantes pida al Senado que lo juzgue por indignidad.

Unas pocas voces que actúan de catalizadores predicen que no pasará nada, que el cinismo y el caos de Colombia da para rato, que Samper -previos ajustes en su Gabinete- seguirá en su poltrona.

Los 172 representantes decidirán, posiblemente mañana, el futuro de Samper. Votarán públicamente y bajo la advertencia clara de la Corte Suprema de Justicia de que serán acusados de prevaricación si absuelven al acusado existiendo pruebas. Hay sombras que rondan sobre el proceso, como la posibilidad de que Estados Unidos -que se arroga cada día más derechos frente a un Gobierno débil- aplique duras medidas económicas si el resultado es la absolución. Oficialmente, nada se ha confirmado; pero empresarios y periodistas lo dan por seguro.

Presiones de EE UU

«Estados Unidos quiere mandar un mensaje al mundo a través de Ernesto Samper: 'No toleraremos presidentes que hayan sido elegidos con dinero del narcotráfico», escribe la periodista María Isabel Rueda en un informe de la revista Semana. Un paquete de medidas para hacer frente al narcotráfico -se asegura que serán muy drásticas: aumento de penas y mecanismos para lograr expropiación de bienes- anunciadas para esta semana podría minimizar el apretón gringo .

Otra sombra ronda tenebrosa e intangible: la absolución de Samper equivaldría a la ejecución de Juan Carlos Gaviria, hermano del secretario de la OEA y ex presidente César Gaviria, secuestrado el pasado 1 de abril. Lo advirtió en uno de sus comunicados el comandante Bochica, del grupo Dignidad por Colombia, que lo tiene en su poder. Las autoridades están pesimistas: cuando los secuestros se enredan, como ocurre en este caso, suelen terminar mal.

Los hechos han demostrado que las amenazas no han modificado la opinión de los jueces sobre el primer mandatario. Hasta ahora, nada inesperado ha ocurrido en las largas y en su mayoría tediosas sesiones del llamado juicio del siglo. Los que se sabía de an temano que estaban del lado del Gobierno han utilizado gestos y palabras de defensores de oficio; los que desde siempre han estado en el otro bando han seguido en el mismo lugar. Sólo en contadas excepciones ha quedado claro que los representantes se toma ron la molestia de estudiar el expediente. Las mismas inconsistencias y los mismos vacíos que se dieron en la etapa de investigación se han repetido en esta en la Cámara.

La sorpresa, hasta el momento, la dio Inés Gómez de Vélez, miembro de la dirección del Partido Liberal, el gubernamental. En medio de una jornada saturada de vehementes discursos que clamaban por la inocencia de Samper -con los argumentos de siempre: no h ay pruebas; todo es una burda conspiración-, levantó la voz para pedir a sus colegas que acusen al presidente por indignidad.

Y paralelamente a lo que ocurre en el Congreso, en los últimos días se han acumulado las reuniones en busca de una fórmula posjuicio. Por el Palacio de Gobierno han desfilado amigos y enemigos. Muchos de los primeros han aconsejado a Samper en privado que no tiene más salida que renunciar. Los segundos se lo han dicho en privado y lo han contado luego públicamente. Uno de ellos es el senador conservador Fabio Valencia Cossio. Él sugirió una alternativa que apoya un amplio sector: «Si el Partido Liberal no acepta el nombre del vicepresidente Humberto de la Calle (actual embajador en Madrid), tiene otras figuras que están por encima del bien y del mal y podrían constituirse en una tercera opción para la presidencia». Pocos creen que el primer mandatario est é en disposición de aceptar este consejo.

¿Que se vaya o que se quede Samper?, se preguntan unos a otros en la calle. «Si fuera nuevo lo que hizo el presidente, pues que lo condenen. Pero todos han recibido dinero sucio. Si Samper se va, los gringos van a sentir que pueden quitar y poner presiden tes a su antojo», comentó un taxista. «Que se vaya, es un sinvergüenza», enfatiza un empleado. Una mujer comerciante analiza el tema de una manera pragmática: «El país está muy mal, lo único que quiero es que dejen tranquilo a Samper, que todo termine pro nto y que se normalicen las ventas; han caído casi en un 40%».

Conspiraciones y mensajes de advertencia

P. L. ,Bogotá

Hernán Echavarría Olózaga se ha convertido en una suerte de líder de los conspiradores. Con su andar y voz pausados de hombre de 85 años, favorecido desde siempre por la fortuna, ha logrado aglutinar en las grandes ciudades colombianas a empresarios q ue proclaman al unísono que «toda solución a la crisis colombiana pasa por la renuncia de Samper». «Se está logrando un pacto de élite», censuran algunos.

La última manifestación empresarial llenó, por primera vez, todos los salones de uno de hoteles más tradicionales de Bogotá: el Tequendama. Paradójicamente, mientras Echevarría leía una declaración en la cual, entre otras cosas, se afirmaba que Samper car ecía de título legítimo para gobernar el país, en un informativo de televisión se daba a conocer una carta de los jefes del cartel de Cali dirigida al primer mandatario y en la que le pedían «reimpulsar la legitimidad» que ostenta. Y le recordaban que «el poder es para ejercerlo sin temor a las críticas».

Esta noticia no tuvo gran eco periodístico. Dos días después, el comentarista de El Tiempo Enrique Santos escribía lo que muchos pensaron al leer la misiva enviada desde una cárcel de alta seguridad al Palacio de Gobierno: «Por su mismo tono más parece la misiva de unos accionistas al gerente». «El episodio», comentaba más adelante el periódico, «deja un mal sabor y viene a confirmar todas las sospechas». Para Santos y para muchos, entre líneas había claras advertencias.

Hace poco, el ministro de Justicia habló sobre el problema de las extradiciones, tema que hace temblar a los narcotraficantes. «No debe ser un tema tabú», dijo el ministro y aseguró que se debe abordar su estudio a medio plazo. «¿Cuándo es el medio plazo? », le preguntó un periodista. «No antes de que termine el mandato de Samper, en agosto de 1998», respondió.

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