Crítica de cine: «Cuando salí de Cuba»: más sosa que cáustica



Producción: USA. Dirección: Mira Nair. Guión basado en la novela de Christine Bell. Protagonistas: Marisa Tomei, Alfred Molina, Anjelica Huston, Chazz Palmiteri, Trini Alvarado, Celia Cruz. Comedia dulce y banal sobre las amarguras de un cubano que, tras años de cárcel, le permiten irse a Estados Unidos en busca de su familia. La directora india Mira Nair consigue un retrato superfluo de algo tan serio como es el exilio (cubano).

A pesar de ciertas peculiaridades en su película de presentación a Occidente, «Salaam Bombay», la directora india Mira Nair hace un cine absolutamente convencional, lo cual no sería del todo reprochable si no lo camuflara al tiempo con supuestas pretensiones por abordar problemas demasiado serios y que atenazan la moral de medio mundo, caso del amor entre razas («Mississippi Masala») o el de esta película que ahora estrena, «Cuando salí de Cuba», donde entra de cualquier manera nada menos que en el exilio cubano.

La película es una comedia agradable, pasablemente graciosa, humana, que presenta unos personajes llenos de ternura y unas situaciones desprovistas de otras espinas que las puramente sentimentales. Pero, poniéndonos un poco exigentes, el mero hecho de titularla «Cuando salí de Cuba» (mucho más que una canción tatuada en la espalda mojada de generaciones de cubanos perdidos por el mundo), otorga el derecho de esperar algo más que una historia convencional.

Mira Nair recoge un personaje a su salida de la isla, un hombre que lleva veinte años preso y cuya familia (mujer e hija) se instaló hace ya mucho tiempo en Estados Unidos; durante el viaje conoce a una chica también en fuga con la que mantendrá una rara relación entre amistosa y amorosa.

La película narra unas cuantas anécdotas banales de los dos protagonistas, Alfred Molina y Marisa Tomei, mezclándolas con otras más banales aún de la esposa ya americana del cubano (Anjelica Huston) y un policía con el que tontea (Chazz Palmintieri)... Es decir que lo general (el exilio, el enajenamiento, el choque con una cultura tan absorbente como la americana) pierde importancia frente a lo particular (la quiero, me quiere, nos queremos...).

En fin, un vistazo menor a un paisaje presumiblemente mucho más dramático, más oscuro y que, puestos a mirarlo con la óptica de la comedia, debería ser más ácida, más irónica, cáustica (no sosa), tórrida, plástica, fétida, drástica o cualquier otra esdrújula. O sea, que habrá que esperar otra película que nos cuente o nos cante ese son tristón del exilio cubano... Pero ya no se titulará «Cuando salí de Cuba». Una lástima.

E. RODRÍGUEZ MARCHANTE



© Prensa Española S.A.

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