ALBERTO
OLIART
MINISTRO
DE DEFENSA (1981-82)
'El
23-F lo diseñaron unos y lo ejecutaron otros'
Hace
20 años, Alberto Oliart asumió el Ministerio de Defensa en
las condiciones más difíciles para la democracia, después
de un fallido golpe de Estado que, según recuerda, 'fue diseñado
de una manera por unos y ejecutado de otra manera por otros'. Aunque a
su juicio tuvo pocas posibilidades de triunfar, el 23-F pudo acabar en
baño de sangre, si los ultras que se acercaron al Congreso no hubieran
sido desarmados o la División Acorazada hubiera salido a la calle.
MIGUEL
GONZÁLEZ
Hace
20 años, Alberto Oliart asumió el Ministerio de Defensa en
las condiciones más difíciles para la democracia, después
de un fallido golpe de Estado que, según recuerda, 'fue diseñado
de una manera por unos y ejecutado de otra manera por otros'. Aunque a
su juicio tuvo pocas posibilidades de triunfar, el 23-F pudo acabar en
baño de sangre, si los ultras que se acercaron al Congreso no hubieran
sido desarmados o la División Acorazada hubiera salido a la calle.
Alberto
Oliart Saussol, 72 años que su aspecto se empeña en desmentir,
estaba sentado en el banco azul del Congreso como ministro de Sanidad cuando
Tejero interrumpió a tiros la sesión de investidura de Leopoldo
Calvo Sotelo y arruinó sus planes de marcharse a casa. 'El Rey y
yo pensamos que el ministro de Defensa en estos momentos tienes que ser
tú', le dijo el flamante presidente del Gobierno, una vez recuperado
del sobresalto. 'Muchas gracias por el honor que me hacéis y por
la papeleta que me endosáis', contestó resignado. Durante
más de año y medio, hasta el triunfo socialista de octubre
de 1982, fue el encargado de investigar el golpe, desactivar las tramas
golpistas y encajar en la democracia a un Ejército traumatizado.
Pregunta.
¿Pudo haber triunfado el 23-F?
"
'Le dije: 'Sé lo que hiciste el 23-F, pero voy a proponer tu ascenso
porque sé que vas a ser leal' "
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Respuesta.
A principios de 1981, una conspiración militar rápida y por
sorpresa, casi más un putsch que un golpe de Estado, hubiera
tenido alguna posibilidad de éxito. Pero la dimisión de Suárez
y el nombramiento de Calvo Sotelo como candidato rebaja mucho ese clima,
porque desaparece la gran excusa: el supuesto vacío de poder que
el Ejército debía llenar. El 23-F fue un intento de ir a
por todas en el último momento, apoyándose en un golpe diseñado
de una manera por unos y ejecutado de otra manera por otros.
P.
Ese día hay varios golpes en marcha.
R.
Hay confusión entre los protagonistas sobre qué golpe es
el que hay que dar. El golpe de Armada era una presión militar para
que las Cortes eligieran un gobierno de concentración presidido
por él mismo. En cambio, lo que Tejero y Milans tenían en
la cabeza era una junta militar pura y dura. Se habla también, aunque
no tengo más datos que lo que me contaron los servicios de información
siendo ministro, de un grupo de coroneles y tenientes coroneles que pensaban
en una dictadura o un gobierno civil vigilado por el Ejército, pero
ese grupo no apareció el 23-F.
P.
Quizá por eso, algunos dudaron si ése era su golpe.
R.
Es posible que al recibir el manifiesto de Milans hubiera algún
desconcierto, pero lo que es definitivo es cuando el Rey empieza a llamar
a los tenientes generales. En esas conversaciones queda clara la orden:
Aquí no se mueve nadie. Había que tener mucho tiento, con
el Congreso ocupado por un hombre como Tejero y 200 guardias civiles con
metralletas. A mí me contaron mis ayudantes, el que luego fue el
general Escrivá y el coronel Bardají, que lo que más
les preocupó es que vieron ir hacia las Cortes grupos de civiles
armados, a los que desarmó el cordón de seguridad que puso
el general Aramburu [director de la Guardia Civil]. Entre ellos podían
estar los de [la matanza de] Atocha. Si esa gente entra, a lo mejor nos
mata a unos cuantos para decir: ahora aquí ya hay sangre y no tiene
vuelta atrás.
P.
¿Dudó el Rey?
R.
Yo creo que lo único que dudó el Rey es cómo hacía
el discurso, que hubo que repetirlo ya que la primera vez se equivocó,
y cómo se vestía, porque cuando llegó el equipo de
TVE estaba en chándal y fue a ponerse el uniforme de capitan general.
El Rey es muy militar y hace lo que un buen general: medir sus fuerzas
y saber con qué bazas cuenta antes de jugarlas.
P.
¿Quién ordena a Tejero que asalte ese día el Congreso?
R.
San Martín, Pardo Zancada y posiblemente Armada quieren que fuerzas
de la División Acorazada rodeen las Cortes y entre un solo oficial,
de media gala, para decirnos que la situación de España es
tan mala que los padres de la Patria tenemos que darle una solución
aceptable. Pero Milans pone, como condición para sacar sus tropas
a la calle, que Tejero sea el protagonista.
P.
Y la presencia de Tejero inhibió a más de uno.
R.
Es evidente. Si alguno tuvo tentación de moverse, la perdió
totalmente. Pero más importante fue la actitud de los generales,
que tenían muy presente el recuerdo de la guerra civil. Por ejemplo,
Campano [capitán general de Valladolid], cuando recibe el manifiesto
de Milans, se lo pasa al asesor jurídico para que le diga si es
legal o no. ¡Comprenderá que ésa no es manera de sublevarse!
P.
Si la División Acoraza sale, la situación habría cambiado.
R.
Hubiera podido ser muy grave. Ya al oír los tiros del Congreso por
la radio, el teniente coronel Manglano, jefe de Estado Mayor de la Brigada
Paracaidista, con quien siempre estará en deuda la democracia española,
ha parado la salida de paseo, ha arrestado a un teniente coronel dudoso,
ha llamado al general Gabeiras [jefe del Estado Mayor del Ejército]
y a la Zarzuela y ha dicho: la Brigada está armada y dispuesta para
lo que sea. Y Víctor Lago, que manda los boinas verdes en Madrid,
le dice a Quintana [capitán general de Madrid]: tengo listos 300
hombres que en la calle paran a cualquier carro de combate. Y en Valencia,
el coronel de aviación que manda Manises, llama a Ibáñez
Inglés [el ayudante de Milans] y le pregunta qué hacen unos
carros de combate camino de su base. 'Son para protegerla', le dice Ibáñez
Inglés. 'Pues te advierto que, como anden un kilómetro más,
tengo un Mirage en pista y otros dos preparados que salen y de tus carros
de combate no dejan ni los restos'. Y lo hubiera hecho. La guerra civil
no era posible, pero podían haber ocurrido cosas, claro.
P.
¿Era Armada el elefante blanco, la autoridad militar que
esperaba Tejero?
R.
El elefante blanco de Tejero tenía que ser Milans. La prueba
es que a Armada lo echa del Congreso. 'Lo que quieres es una poltrona para
ti, que sigan gobernando los mismos, y yo no he conquistado esto para eso',
le dice. Él ya está en su golpe.
P.
Pero Milans no intenta trasladarse a Madrid.
R.
Porque le falla todo. Lo primero que hace el Rey es advertir a Quintana:
'¡Ojo con la División Acorazada!'. Sabe por dónde puede
venirle el golpe. Quintana llama a Juste [jefe de la Acorazada] y se encuentra
con Torres Rojas [ex jefe de la división]. '¿Qué haces
tú ahí?', le dice. 'Vuélve de inmediato a ocupar tu
puesto en La Coruña, que es donde debes estar en este momento'.
Y Torres Rojas sale zumbando. Quintana era mucho Quintana. Cuando Milans
habla con él se da cuenta de que se ha quedado solo, pero aún
aguanta hasta la madrugada, a ver si algún capitán general
le sigue. Y no le sigue nadie.
P.
Pero el hecho de que Armada pudiera pensar que las Cortes iban a plegarse
a sus pretensiones es muy significativo de la situación del país.
R.
Evidente. Rodríguez Sahagún [entonces ministro de Defensa]
me confesó en el otoño del 80 que temía un golpe de
Estado. Ese ambiente se había ido generando al menos desde septiembre
de 1977, con una campaña fortísima de la ultraderecha, barrida
en las elecciones, que fue especialmente injusta y exitosa a la hora de
crear odio contra Gutiérrez Mellado. Hay otro factor a tener en
cuenta: la reacción de los industriales, incluso los medianos, ante
la reforma fiscal, especialmente el impuesto sobre el patrimonio. Como
ministro de Industria me reuní con 300 empresarios catalanes, y
las cosas que decían eran tremendas, que el Gobierno iba a por ellos,
que queríamos arruinarles. Pero al Ejército no le mueve eso,
no le parece mal que los ricos paguen, lo que le llega al alma es la acusación
de que se está rompiendo España.
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